Todos nosotros somos llamados —en algún momento— a sobrellevar con humildad los errores y pecados de algún líder. Sin embargo, si te encuentras en una iglesia donde el liderazgo es característicamente abusivo, te animaría —en la mayoría de los casos— a marcharte. Marcharte para proteger tu discipulado, para proteger a tu familia, para dar ejemplo a los miembros dejados atrás y para dar testimonio a los vecinos que no son cristianos no concediendo credibilidad al ministerio de esa iglesia.

¿Cómo puedes reconocer el liderazgo abusivo?

Pablo exige dos o tres testigos para que una acusación sea admitida contra un anciano (1 Ti. 5:19), probablemente porque sabe que los líderes serán acusados de cosas desagradables más a menudo que otros (y a menudo injustamente).

Aclarado esto, podemos decir que las iglesias y los líderes cristianos abusivos característicamente:

• Hacen declaraciones dogmáticas acerca de asuntos donde la Biblia guarda silencio. • Se apoyan en la inteligencia, el humor, el carisma, la culpa, las emociones o en amenazas, en vez de apoyarse en la Palabra de Dios y en la oración (cf. Hch. 6:4). • Benefician a sus favoritos. • Castigan a los que no están de acuerdo con ellos. • Emplean formas extremas de comunicación (temperamental, silenciosa, etc.). • Recomiendan cursos de acción que siempre —de alguna manera— mejoran la propia situación del líder (aun en perjuicio de otros). • Hablan demasiado y sin pensar. • Rara vez hacen buenas obras en secreto. • Rara vez estimulan. • Rara vez otorgan el beneficio de la duda. • Enfatizan la apariencia exterior, en vez del arrepentimiento del corazón. • Predican, aconsejan, disciplinan y supervisan la iglesia con labios que no honran todo lo que Cristo ha hecho en el evangelio y que no dan toda la gloria a Dios.

Jonathan Leeman, La Membresía de la Iglesia, 9Marks, 2013, pp. 131-132.