LA ADORACIÓN CELESTIAL

Existe un gran contraste entre los miembros pecadores de las siete iglesias estudiadas anteriormente y el esplendor indescriptible y la santidad de Dios que se describen en este capítulo. Estudiamos y profundizamos en la carencia del primer Amor de la Iglesia de Éfeso, el evangelio no está inundando sus corazones, en Esmirna tenemos una Iglesia pobre y perseguida que anhela honrar el evangelio de Jesucristo, en Pérgamo se habían introducido falsas doctrinas al igual que en Tiatira y la pureza del evangelio estaba en peligro, en Sardis el Señor describe a una iglesia gélida y muerta la cual ánima a que los pocos que no han manchado sus vestiduras retengan el evangelio y no teman, y finalmente en la Laodicea estudiamos a una Iglesia que pretendía ser influyente y rica, más Dios les abre los ojos a ver la realidad de su condición y no sólo eso, sino que les ofrece nuevamente gracia. En Resumen la Iglesia descrita en las epístolas es una iglesia débil, pobre y en crisis, más ahora podemos observar que Cristo el autor de la Vida sigue en control de todas las cosas, como diciendo no teman lo que ha de venir yo he vencido y reino sobre todo y todos. Recordemos que todo el Apocalipsis en un mensaje completo, por lo tanto, cuando las Iglesia reciben sus respectivas Epístolas junto con las demás, no se les deja sin esperanza, por el contrario, el Señor les dice a través de este capítulo yo estoy reinando y soy el único soberano, les da el confort que necesitan en momento de aflicción y sequedad. ¿Es la mejor forma de confortar a un creyente? ¿No quisiéramos mejor que nos quitara las aflicciones y penas? Es en la victoria de Cristo en la cual encontramos plena satisfacción, es en su evangelio en lo cual nosotros nos gozamos y somos saturados por Cristo.

Por lo tanto, el capítulo 4 nos sirve para mostrarnos que no se puede ver a Dios con ojos humanos y que la apertura de los sellos para revelar lo que ha sido escrito no se puede entender sin ver la autoridad y poder del Cordero. El rollo para él es un instrumento que ha ocultado el significado de su contenido hasta que el Cordero abra los sellos.

Hay un trono en el cielo y no esta vacío, debe ser de alivio (Vaughan Roberts pone el ejemplo de una película y su rodaje versus el director que está en control de todo). Dios, desde su trono ejerce uno de sus atributos más confortables para el creyente, su soberanía, que es el ejercicio de su supremacía, sobre ángeles y hombres, los cuales son como nada tal cual lo narra Isaías 40:17.

Como la comunicación respecto de las siete iglesias se abrió con una visión apropiada del Señor Jesús como la Cabeza de la Iglesia, así la segunda parte principia con una análoga visión pertinente del asunto que iba a ser revelado. El escenario cambia de la tierra al cielo.

Después de estas cosas que vi, y mire, se abrió una puerta en el cielo, y la primera voz que había oído como una trompeta que me hablaba dijo: «Sube acá, y te mostraré lo que debe suceder después de estas cosas»

Aquí está la transición desde “las cosas que son”, (1:19), el estado actual de las siete iglesias, como tipo de la Iglesia en general del tiempo de Juan, a “las cosas que han de ser después de éstas,” es decir, en relación con el tiempo cuando Juan escribió.

Dios ha abierto el portal del cielo y lo ha dejado abierto para que Juan pudiera ver el trono divino y revelar la soberanía de Dios a sus hermanos creyentes. Juan no fue el primer mortal al que se le permitió ver el cielo. En un sueño, Jacob vio una escalera que llegaba hasta el cielo desde donde Dios se le dirigió. Jacob exclamó: ¡Qué asombroso es este lugar! Es nada menos que la casa de Dios; ¡es la puerta del cielo!» (Génesis. 28:17). También a Isaías, Ezequiel y Daniel se les permitió ver el trono celestial de Dios (Isaías 6:1; Ezequiel 1:26; Daniel. 7:9).

La referencia a la trompeta no es sólo el nexo que conecta las dos visiones, sino que un judío de inmediato reaccionaría ante este sonido porque significaba que algo importante iba a escucharse. La trompeta sonó en la entrega del decálogo (Éxodo 19:16, 19; 20:18), al comienzo del año nuevo y al inicio de la fiesta de las trompetas (Levítico 23:24).

Además, Juan también sabía que esto introducía el retorno del Señor (Mateo 24:31;1 Tesalonicenses 4:16). Sabía por el sonido de la trompeta que recibiría una nueva revelación.

De inmediato estuve en el Espíritu, y mira, había un trono que estaba en el cielo, y alguien estaba sentado en el trono.

La experiencia de Juan aquí recuerda la de otros santos que estuvieron en el Espíritu (Ezequiel 11:1 - 5), y recordemos que en el capítulo 1:10, ya se nos había dicho que juan estaba en el Espíritu. Pero aquí, vemos un cuadro lleno de visiones y figuras apocalípticas que nos hacen ver que Juan realmente fue transportado por medios sobrenaturales y experimento despierto algo que estaba fuera de los sentidos naturales que cada ser humano posee. Es el Espíritu Santo quien capacito a Juan para poder acceder a esta información, pero no olvidemos que era el Día del Señor, por lo tanto Juan también se había preparado para estar este día en la presencia de Dios.

Notemos que Juan, en forma indirecta, alude a las tres personas de la Trinidad, el Padre en el trono, la voz de Jesús como trompeta y la acción del Espíritu, es decir, la Trinidad reinando sobre todas las cosas.

Los rabinos judíos de la época antigua rara vez describían el trono de Dios por temor de profanar el nombre divino. Se les prohibía hablar abiertamente de misterios celestiales, y quienes hablaban acerca del trono corrían el riesgo de profanar la divinidad. De ahí que pocos rabinos se atrevieran a escribir públicamente acerca de este tema.

Pero a Juan se le otorga el honor de subir a la sala del trono, que es la presencia misma de Dios, y de relatar lo que vio. Más que dar una descripción de la imagen de Dios, lo cual está prohibido (Éxodo 20:4), o del cielo como tal, Juan presenta un retrato simbólico del trono divino y de quienes están reunidos a su alrededor: cuatro seres vivientes, veinticuatro ancianos, muchos ángeles y todos los otros seres del universo entero. Ve al Cordero, siete lámparas y un mar de vidrio.

Y el que estaba sentado era de aspecto como piedra jaspe y cornalina, y un arco iris rodeaba el trono con el aspecto de esmeralda. 

Juan transmite a sus lectores un sentido de majestad y belleza del aspecto de Dios y del trono al referirse a tres piedras preciosas: el jaspe, la cornalina y la esmeralda. El jaspe también se menciona en la descripción de la nueva Jerusalén; ahí Juan, al hablar de la gloria de Dios, dice, “su esplendor era como de piedra preciosa como una piedra de jaspe cristalizado” (21:11), esta piedra no es como la que conocemos hoy, sino que en la antigüedad su brillantez era semejante a la del diamante, la cual refracta todos los colores con un fulgor despampanante, a esto apunta la descripción de Juan, la belleza de la santidad del Dios vivo, he ahí su hermosura.

La segunda piedra se llama cornalina también pertenece a la constitución de la nueva Jerusalén (Apocalipsis 21:20), esta piedra era rojiza, así el rojo ardiente representa su justicia, que ejecuta la ira violenta. Alrededor del trono de Dios apareció un arco iris de color esmeralda. En el espectro del arco iris se cuentan siete tonalidades, y uno de estos colores es el verde. La esmeralda que conocemos es verde. Juan, sin embargo, vio todo el arco iris como una tonalidad verde. De igual modo, una piedra preciosa en el cuarto cimiento de las murallas de la nueva Jerusalén era la esmeralda (21:19). El arco iris era la señal del pacto de Dios de que no volvería a destruir la tierra con un diluvio (Génesis 9:15). Juan utiliza la palabra iris por arco iris, ya que esta palabra no era bíblica. Pero para que a los lectores les resulte claro que quería decir arco iris, no dudó en adoptar el término. ¿Qué significa este semicírculo sobre el trono de Dios? El simbolismo del arco iris expresa la fidelidad de Dios en cumplir para siempre su pacto con su pueblo; con él expresa su gracia y misericordia.

También el arco iris celestial habla del naufragio del mundo a causa del pecado; y de la calma y del sol que siguen a la tormenta.

Y alrededor del trono había veinticuatro tronos, y en los tronos estaban sentados veinticuatro ancianos vestidos de ropa blanca, y en sus cabezas tenían coronas de oro.

La imagen mental que recibimos de los veinticuatro tronos es la de un cuadrado con el trono de Dios en el centro y seis tronos en cada uno de los lados del cuadrado. En las Escrituras canónicas el término veinticuatro se encuentra sólo en Apocalipsis y se refiere a tronos o a ancianos (Apocalipsis 4:4, 10; 5:8; 11:16; 19:4).

Esto elimina paralelos que podrían arrojar luz sobre el significado del número veinticuatro.

En esos tronos estaban veinticuatro ancianos que ostentaban dos distintivos: iban vestidos de ropa blanca y llevaban coronas de oro en la cabeza. Estas señales, junto con la expresión tronos, pueden ayudar al intérprete a explicar el significado de este versículo; por ejemplo, Jesús invita a los santos a que se sienten con él en el trono (Apocalipsis 3:21) y a los santos en el cielo, sentados en los tronos, se les da autoridad para juzgar (Apocalipsis 20:4). Hay una diferencia clara entre ángeles y santos.

Quienes reciben este privilegio no son los ángeles sino los santos (1 Corintios 6:2–3). Luego, aunque los ángeles se presentan en ropa blanca), los santos van vestidos con ropa blanca lo cual significa la pureza que surge de estar purificados del pecado (Apocalipsis 3:4; 7:9). Las coronas simbolizan autoridad para gobernar con Cristo (Apocalipsis 5:10; 2 Timoteo 2:12); se trata de un privilegio otorgado no a ángeles sino a los santos.

Dios creó a Adán del polvo de la tierra (Génesis 2:7), lo coronó de gloria y honor (Salmo 8:5), y lo nombró para dominar (Génesis 1:28). Pero Dios creó a los ángeles como espíritus para servir y atender a las necesidades de su pueblo (Hebreos 1:7, 14). Aunque Adán pecó, Jesús, como segundo Adán, vino para redimirlo (Romanos 5:12, 19; 1 Corintios 15:45). Pero los ángeles que cayeron en pecado no son redimidos por Jesucristo (Hebreos 2:16). Adán y Eva, con sus descendientes, son creados a imagen de Dios (Génesis. 1:27); los ángeles no son creados a su imagen sino que sólo son sus mensajeros (Sal. 104:4; Heb.1:7).

Cuando el pueblo redimido de Dios es llevado a la gloria, sabemos que está rodeando el trono de Dios y del Cordero (Ap. 7:9). Sus representantes son los veinticuatro ancianos que ocupan tronos para dominar y juzgar. Llevan ropas blancas para simbolizar pureza y coronas para indicar victoria. Como pueblo del pacto, tienen el privilegio de dominar en tanto que los ángeles sirven como mensajeros. Hendriksen señala con agudeza: «Estos veinticuatro ancianos se mencionan primero por la sencilla razón de que son primeros en importancia y en la gloria de entre todas las seres en el cielo (Génesis. 1:26; Hebreos 2:8)».

La interpretación tradicional de los veinticuatro ancianos es que esta cifra es el total de doce por dos, a saber, los doce patriarcas del Antiguo Testamento y los doce apóstoles del Nuevo Testamento, los representantes de los redimidos por Cristo.

¿Se les da a los ángeles el deber de juzgar a los seres humanos? La respuesta a esta pregunta es no. Los ángeles no están sentados en tronos, pero los ancianos sí. De hecho, si los ancianos fueran ángeles, entonces la humanidad redimida no estaría representada en el trono.

Y del trono salían relámpagos, y estruendos, y truenos, y siete antorchas llameantes ardían delante del trono, que son los siete espíritus de Dios. Y delante del trono era, por así decirlo, un mar de vidrio como cristal.

Escribe con el recuerdo de un pasaje del Antiguo Testamento, a saber, la escena del monte Sinaí, cuando Dios dio el decálogo a los israelitas. «En la madrugada del tercer día hubo truenos y relámpagos, y una densa nueve se posó sobre el monte. Un toque muy fuerte de trompeta puso a temblar a todos los que estaban en el campamento» (Éxodo 19:16; comparar con Job 37:4, 5; descripción total Salmo 29).

Estas siete antorchas representan los siete espíritus de Dios. El simbolismo de la plenitud del Espíritu de Dios apunta a la obra que realiza el Espíritu Santo con respecto a interpretar la voluntad de Dios, alentar y consolar a su pueblo, santificar a los santos y reprender a los pecadores (Juan. 16:7–11; Hechos 2:17–21).

En un mismo pasaje observamos el poder majestuoso de Dios y al mismo tiempo la plenitud del Espíritu Santo el cual capacita a los creyentes.

El cristal tiene la calidad de la claridad, de modo que se puede ver a través del mismo. Esto quiere decir que los santos en el cielo pueden ver la sabiduría de Dios en acción. Es clara y profunda. El vidrio en épocas antiguas era opaco, en tanto que el cristal era transparente. Parece que el énfasis se encuentra en la claridad para indicar la comprensión y perspicacia infinitas de Dios, es también una plataforma de victoria porque está en el trono de Dios (Apocalipsis 15:2). En contraste las turbias “muchas aguas” donde “está sentada” la ramera:

Apocalipsis 17:1 Vino entonces uno de los siete ángeles que tenían las siete copas, y habló conmigo diciéndome: Ven acá, y te mostraré la sentencia contra la gran ramera, la que está sentada sobre muchas aguas;(las cuales representan a las naciones Apocalipsis 17:15). La base del mar del Cristal es la solidez de las promesas de Dios. Hay en este mar profundidad y transparencia, pero nada de la fluctuación e inestabilidad del mar natural. Está firme, sólido, calmoso y claro. Todos los reyes sacerdotes tienen que pasar al venir a Dios: en sus juicios, que destruyen a los impíos, ellos están firmes de pie, como sobre un sólido mar de vidrio: pudiendo caminar como Cristo sobre el mar, como si fuese sólido.

6b: y junto al trono, y alrededor del trono, cuatro seres vivientes llenos de ojos delante y detrás.

Simón Kistemaker propone que estos cuatro seres vivientes rodean el trono en cuatro puntos equidistantes unos de otros, de modo que desde cualquier ángulo que veamos el trono, uno de estos seres ocupa siempre una posición central. Admito que sólo se trata de una suposición, porque nadie, ni siquiera Juan, puede describir plenamente el trono de Dios.

Los cuatro seres vivientes no son partes inmóviles del trono; antes bien, sirven como mensajeros de Dios. De hecho, Ezequiel los llama querubines (Ezequiel 10:20–21), que eran los seres celestiales de más rango asignados a proteger y custodiar, por ejemplo, el árbol de vida (Génesis 3:24) y el arca del pacto (Éxodo 25:20). Están llenos de vida, son vigilantes e inteligentes. Están recubiertos de ojos delante y detrás (Ezequiel 1:18), de modo que nada elude su atención. Nuestros ojos no se sacian con nada, así lo narra Eclesiastés 1:8, nada lo pueden llenar, aquí los ojos, el ser completo, se disponen a adorar al único Rey. Por ello, nuestros ojos deben estar puestos arriba, no en la tierra, donde esta Cristo, reinando a la diestra de Dios.

Estos seres, junto con los ancianos, cantan alabanzas y dicen «Amén» (Apocalipsis 5:6, 8, 11, 14). Hablan en la apertura de los cuatro primeros sellos (6:1, 3, 5, 7; 7:11; 14:3; 19:4). Y uno de ellos entrega siete copas de oro de la ira de Dios a siete ángeles (15:7).

Los padres de la Iglesia (Orígenes, Victorino y Atanasio) vieron en estos cuatro símbolos la representación de los cuatro evangelios. Sin embargo, mientras Orígenes dijo que Mateo es el hombre, Marcos el águila, Lucas el buey y Juan el león, Victorino veía en Mateo el hombre, en Marcos el león, en Lucas el buey y en Juan el águila, y Atanasio ponía en Mateo el león, en Marcos el hombre, en Lucas el buey y en Juan el águila. La confusión se explica por su imaginación, pero no ayuda a entender Apocalipsis. Los cuatro seres vivientes son enviados a servir a los miembros de la iglesia de Cristo (Hebreos 1:14). Nótese que en la frase «cuatro seres vivientes», el número cuatro es el símbolo numérico de la totalidad en la creación.

Y cada uno de los cuatro seres vivientes tenía seis alas, alrededor y dentro estaban llenas de ojos, y no descansaban ni de día ni de noche. Decían: Santo, santo, santo, Señor Dios Todopoderoso El que era, y el que es, y el que vendrá.

«Y cada uno de los cuatro seres vivientes tenía seis alas». El parecido con las visiones de los profetas

Isaías y Ezequiel resulta claro, pero hay diferencias. Los seres vivientes en los pasajes del Antiguo

Testamento son o serafines o querubines, en tanto que Juan se abstiene de darles nombre. En la profecía de Isaías estos seres angélicos tienen seis alas: dos cubren su rostro, dos sus pies y dos son para volar (Isaias 6:2), pero en el pasaje de Ezequiel tienen cuatro alas (Ezequiel 1:6). El número seis no debería interpretarse como el número siniestro de lo incompleto sino más bien como tres conjuntos de dos, y cada conjunto tiene una función peculiar. Estas alas permiten cubrirse cuando los ángeles están delante de Dios, y cuando vuelan dan velocidad.

«Alrededor y dentro estaban llenas de ojos». Se retrocede al versículo 6, que describe los seres vivientes como recubiertos de ojos. La pregunta en este caso tiene que ver con la palabra dentro. La imagen de estos seres angélicos con ojos alrededor del cuerpo resulta clara, pero parece imposible una interpretación literal de ojos dentro del cuerpo. Quizá el cuadro mental que Juan quiere transmitir es el de alas plegadas que mantenían ocultos los ojos, pero cuando se desplegaban las alas, se veían los ojos debajo (Ezequiel 1:18).

«Y no descansaban ni de día ni de noche». Los ángeles adoran a Dios sin descanso día y noche en el cielo y, por el contrario, los adoradores de la bestia no descansan ni de día ni de noche en el infierno (Apocalipsis 14:11). «Decían: ‘Santo, santo, santo, Señor Dios Todopoderoso, el que era, y el que es y el que vendrá’».

El cántico menciona la santidad, poder exclusivo y eternidad de Dios pero no dice nada de la redención de los seres humanos. El capítulo 4 describe el trono y la santidad de Dios, en tanto que el capítulo 5 describe al Cordero y la redención de su pueblo. El cántico angélico que se menciona en Isaías 6:3 lo cantan serafines.

Dios es santo: (1) a causa de su majestad pronta a manifestarse; (2) su justicia que ya se manifestaba; (3) su misericordia que se manifestaba en tiempos pasados. Así aquí “santo,” como “el que era;” “santo,” como “el que es;” “santo,” como “el que ha de venir.”

Podremos recordar con esto el Himno:

Santo, santo, santo! ¡Señor Dios Todopoderoso!

Temprano en la mañana nuestro cántico se elevará hasta Ti;

¡Santo, santo, santo! ¡Misericordioso y poderoso!

Dios en Tres Personas, ¡bendita Trinidad!

Tan Santo es, que sus ojos no pueden ver el mal (Habacuc 1:3), es tan alta su santidad y tan valiosa para sí que él jura por su santidad (Salmo 89:35), todo lo que creo era Santo y bueno, la creación, el hombre, incluso el mismo Satanás era recto en todos sus caminos, hasta que se halló maldad en él. ¿Hemos captado la esencia de este atributo? ¿Qué debemos ser santos como él lo es?

En este capítulo acerca de la sala del trono, las palabras Señor Dios Todopoderoso proclaman la verdad de la omnipotencia de Dios. Nada ni nadie en toda la creación puede rivalizar con el Todopoderoso. Él es quien dijo, «Yo soy el Señor, y no hay ningún otro» (Isaías 45:6). Es el que era, y el que es, y el que vendrá, Él es atemporal, infinito, en contraste con la Bestia que no es (Apocalipsis 17:8)

Y cada vez que estos seres vivientes daban gloria y honor y gracias al que está sentado en el trono que vive por siempre jamás, 10. los veinticuatro ancianos se postraban delante del que está sentado en el trono, y adoraban al que vive por siempre jamás, y echaban sus coronas delante del trono diciendo,

Aquí el contexto concuerda mejor con el parecer de que tiene a los cuatro seres vivientes por representativos de la redimida Iglesia elegida en su relación con los reyes secerdotes de Dios, administradores de bendición en la tierra redimida, y las naciones de ella, así como la creación animal, en la que el hombre está a la cabeza de todo, el león, a la cabeza de los animales salvajes, el buey a la cabeza de las domados, el águila a la cabeza de las aves y de las criaturas de las aguas.

Apocalipsis 5:8-10, “… nos has redimido para Dios con tu sangre, de todo linaje … y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes y reinaremos sobre la tierra;” este también es un cantico de estas criaturas.

Los cuatro seres vivientes reciben la vida de Dios, cumplen sus mandatos y cantan con gozo sus alabanzas.

También los veinticuatro ancianos que representan a la humanidad redimida adoran a Dios postrándose delante de su trono. Se postran al estilo oriental para rendir pleitesía al único Todopoderoso. Ningún ángel podría recibir reverencia; de hecho, un ángel reprocha a Juan por haber caído a sus pies y le ordena que adore a Dios (Apocalipsis 19:10; 22:8–9). Es notable cuántas veces en Apocalipsis se menciona a los veinticuatro postrándose delante del que está sentado en el trono para adorarlo (5:8, 14; 7:11; 11:16; 19:4) ¿Hemos nosotros de tener esta disposición? ¿Siendo los redimidos de Jehová?

El Mesías reina para siempre jamás. Los veinticuatro ancianos echan sus coronas delante del trono de Dios y le brindan las mayores pleitesías en el cielo y en la tierra. Habían recibido estas coronas de Dios por ser vencedores, pero con profundo respecto se las devuelven a Dios para tributarle todo el honor y la gloria. Le brindan pleitesía, porque sólo él vive y reina por siempre jamás.

Satanás tentó a Jesús para que se postrara para adorarle, pero el Señor respondió citando la Escritura:

«Adora al Señor tu Dios, y sírvele solamente a él» (Mt. 4:10; Lc. 4:8; Dt. 6:13). Satanás tiene su propio trono (Apocalipsis 2:13), pero en la consumación será arrojado al lago de fuego (Apocalipsis 20:10). No es Satanás, aunque recibe el nombre de príncipe de este mundo (Juan 12:31), sino Dios quien manda y es digno de recibir gloria, honor y poder.

Digno eres, nuestro Señor y Dios, de recibir gloria y honor y poder, porque creaste todas las cosas, y por tu voluntad existieron, es decir, fueron creadas.

«Digno eres, nuestro Señor y Dios, de recibir gloria y honor y poder». Tres cánticos sucesivos en Apocalipsis utilizan el adjetivo digno como palabra inicial, y debido a esta posición tiene carácter enfático (4:11; 5:9, 12). Nadie en todo el universo es digno de gloria, honor y poder sino Dios y el Cordero. Dios es digno debido a la creación, y el Cordero es digno debido a su muerte expiatoria. De ahí que sólo el Cordero es digno de ejecutar el plan de Dios para la salvación y de desempeñar el papel de rey en su reino. ¿Quién es digno de abrir los sellos? Se pregunta más adelante, he aquí en el capítulo 4 la antesala a la respuesta.

Hay una diferencia entre el cántico de los cuatro seres vivientes (v.8) y el de los veinticuatro ancianos.

Los seres angélicos glorifican la santidad de Dios, su poder exclusivo y la eternidad, en tanto que los ancianos glorifican a Dios por su obra creadora. Además, en lugar de la palabra acción de gracias (v.9), el cántico introduce la palabra poder.

«Porque creaste todas las cosas». El poder de Dios se revela en la creación de todas las cosas en este vasto universo. Como seres humanos, no podemos absorber todo lo que existe, porque somos limitados en tiempo y espacio. El universo que Dios creó es tan sin límites, que nos maravillamos ante el poder de Dios. El creador ha hecho todas las cosas desde la partícula más diminuta hasta la mayor de las estrellas. Así pues, la obra de la creación es la razón de que los ancianos expresen su alabanza al Señor Dios. En un cántico posterior alaban al Señor Jesucristo por haberlos comprado para Dios Apocalipsis 5:9.

«Y por tu voluntad existieron, es decir, fueron creadas». La obra de la creación depende totalmente de la voluntad de Dios; sin su voluntad nada sucede. En otras palabras, este mundo no llegó a existir mediante una evolución propia, sino que Dios ejerció su voluntad (Hebreos 11:3). Así pues, la humanidad, los mundos animal y vegetal, y la materia inanimada existen sólo debido a la voluntad de Dios. Esto quiere decir que todo lo que Dios ha creado debe servirle.

La voluntad de Dios es la causa de la creación, y el Señor Jesucristo es el agente de la misma (Juan 1:1; Col. 1:15–18; Hebreos. 1:3). Es una conclusión pertinente del relato del salón del trono de Dios: Dios es soberano en su creación.

¿Cómo el evangelio nos es revelado aquí?

Salmo 96: 1 – 9 ¿Quién tiene el temor que Dios demanda? ¿Quién no posee ídolos en su corazón? ¿Quién ha tributado lo que Dios merece recibir? ¿Has dado la honra debida a su nombre? ¿Cuál es tu ofrenda?

Tal cual lo describe el Salmo 24 ¿Quién ha de subir al monte de Jehová? Soló Cristo pudo derribar el acta que nos era contraria, el subió el monte por nosotros, él abrió la puerta del cielo por nosotros, él sufrió la soledad en la cruz, el sufrió la ira Santa del Padre, para que nosotros fuésemos Santos. Tan Santo es que desterró a Adán y Eva del Huerto, maldijo a Cam cuando vio la desnudez de su Padre, excluyó a Moisés por su pecado, maldijo con Lepra al criado de Eliseo por su pecado, le quito el aliento de vida a Ananías y Safira porque él es Santo, no perdono a los ángeles caídos, porque él es Santo, ¿Podrá Dios entonces deleitarse en nuestros trapos de inmundicias? Dios se deleitó en la Obra del Hijo (2 Pedro 1:17), pero éste sufrió la ira de este mismo Padre porque cargo nuestro pecados, porque él es Santo, recibimos respuesta del Padre, porque él Hijo no obtuvo respuesta en el Calvario, él es Digno porque es el Cordero Inmolado que pagó el precio por Nosotros.

¿Cómo respondemos a esto?

Siendo Santos como él es Santo. (I Pedro 1:13 – 16)