Dad Gloria a mi nombre: (Malaquías 2:1-9)

Ya nos encontramos en la cuarta entrega de la serie de Malaquías ¿A quién honran ustedes? Durante el primer capítulo pudimos observar como Dios habla a su pueblo como un medio de manifestación de su Amor a través del profeta Malaquías. Y el primer y principal mensaje que Dios desea que su pueblo conozca es que él los ama. Sin embargo, como hemos visto en el trayecto del primer capítulo, Israel duda del Amor elector de Dios, por ende, este pecado lleva al pueblo judío a diferentes tipos de pecados, y uno de ellos fue el que estudiamos en extenso en las últimas dos entregas: despreciar los sacrificios en el templo, rebajar la adoración a Dios y menospreciar los medios que él entregó a los Israelitas para la comunión con él y el perdón de pecados. Si ellos eran capaces de rechazar todos esos símbolos, que eran sombra de lo que habría de venir, no es de extrañar que rechazaran a Cristo, el verdadero templo, el verdadero sacerdote y la verdadera ofrenda por nuestros pecados. Por lo tanto, el primer capítulo se concentraba en los sacrificios y la adoración que los sacerdotes ofrecían, mientras que en esta nueva sección se nos explica la otra responsabilidad sacerdotal, la de enseñar la ley al pueblo y darles un buen ejemplo.

Cuando George Whitfield tenía 23 años, decidió cruzar el Atlántico, el sería el capellán de la nave durante el viaje. Durante el trayecto el predicador empezó a hacer oraciones públicas, y declaraba a Cristo crucificado. El nivel moral del barco era bajo y fue recibido con burlas y desprecio. La tripulación le dijo que su religión era falsa y lo trataban como a un farsante. Los domingos en el barco abundaban los juegos de azar, las palabrotas y la música. Pero Whitfield no se rindió, y empezó a visitar a los enfermos, compartía con ellos sus provisiones, oraba en privado por las personas. Y durante todas las mañanas y tardes no dejo de hacer oraciones públicas en cubierta. Aprovechaba toda oportunidad para hablar de Cristo en cuanto podía. Paulatinamente, por su evidente piedad y hablar cortés, las cosas comenzaron a cambiar en los barcos. Finalmente, cada mañana cuando Whitfield se disponía a predicar, los capitanes permanecían a su lado, e incluso permitían que dos naves más se acercarán para que la gente pueda escuchar el sermón de este hombre de Dios. Ese era el tipo de influencia que el sacerdote del tiempo de Malaquías debía tener sobre el pueblo de Israel, pero con su aburrido clericalismo profesional y su actitud desdeñosa hacia la adoración, su influencia fue más negativa que positiva. Con esto en mente nos podemos introducir a este segundo capítulo de Malaquías, que es actual y urgente para nosotros hoy.

  1. Un Dios amoroso en advertencias (v.1)

“Ahora, pues, oh sacerdotes, para vosotros es este mandamiento” (v.1)

Los líderes tienen que ser hombres maduros en la fe, eso es algo que probablemente es una concesión en el mundo cristiano. Tenemos la convicción que los que presiden la Iglesia deben tener un status moral de acuerdo a los parámetros bíblicos. Y una de las mejores señales de la madurez espiritual es saber aceptar una amonestación, signo de humildad.

Con frecuencia afirmamos que admitir nuestros errores y procurar corregirlos es una señal de madurez. Un líder cristiano equilibrado tiene que saber aceptar ser reprendido, y no sólo un líder, sino que cada uno de los miembros que componen una congregación, Pablo nos dice que un creyente está lleno de bondad y conocimiento (Rom.15:14), de tal forma que podemos amonestarnos los unos a los otros, este ejercicio de disciplina formativa en la vida de la Iglesia es vital para nuestro crecimiento individual y colectivo.  Cuando nos hacemos miembros de la Iglesia de Cristo, voluntariamente nos sometemos al escrutinio bajo la gracia y verdad de nuestros hermanos y pastores, por lo tanto,  nuestra reacción ante alguien que nos muestre nuestros pecados y defectos indicará cómo es de profunda y autentica nuestra relación con el Señor, porque en definitiva, somos de él, y en él encontramos nuestra identidad y equilibrio, pase lo que pase él es nuestro dueño, nada nos puede sacar del hueco de su mano y él es quien define lo que somos, entonces, no deberíamos sentir temor a la hora de ser amonestados, disciplinados, orientados, corregidos por quienes nos aman.

Ahora, esto no es excusa para que vayamos donde nuestros pastores, líderes y hermanos cada vez que tengamos oportunidad, como si fuese una instancia para hacerlos madurar más. Nuestro Señor dejo en claro que debemos tener cuidado en criticar a los demás, sobre todo si vemos la paja en el ojo de nuestro hermano y nosotros tenemos una viga (Mat. 7:3). Tampoco debemos pretender que los líderes cristianos se transformen en marionetas por cualquier critico engreído, Pablo nos advirtió de esto:

Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo” (Gal. 1:10)

Si esta fuera la modalidad reinante en medio de los creyentes, éstos se transformarían en esclavos de hombres en vez de siervos de Dios. Sin embargo, quienes nos presiden no son infalibles, y dado su calidad de líderes podrán distinguir la verdadera crítica de la falsa. Un líder responde bien a la voz de Dios aun cuando recibe un comentario adverso, porque finalmente sabrá distinguir la verdad en labios de sus hermanos, recordando que toda verdad, es verdad de Dios. Es el caso de David, quien, siendo expuesto por su pecado por Natán, y comprendiendo el corazón de la exhortación de Natán, va en arrepentimiento hacia el Señor. Los mismos apóstoles estaban haciendo un pequeño desastre en el reparto diario de la comida en la Iglesia de Jerusalén debido al escaso tiempo que disponían para tal tarea, y actuaron de forma madura escogiendo a siete diáconos (Hechos 6). Cuando Pablo tuvo que reprender a Pedro por el tema de “los de la circuncisión”, él respondió de forma madura.

Es necesario que en todos nosotros exista un espíritu de amor y humildad, para alcanzar un equilibrio que ayude al progreso de la obra de Dios. Sin embargo, los sacerdotes de este periodo no son capaces de “recoger el guante” como dice el buen chileno y ponérselo. Esto evidencia nuevamente que no son los líderes que Dios ha prescrito, más bien no son líderes, ya que a toda la disciplina del Señor han dado excusas, actitud contraria a la de un líder bíblico.

Recordemos hermanos que el primer versículo de este capítulo inicia diciéndoles a los sacerdotes que este mensaje es “para vosotros”.  No se daban cuenta del privilegio de ser objetos de la disciplina del Señor, el sermón anterior nombrábamos que ser adoradores es un honor, pues recibir la disciplina y amonestación del Señor también, pues es evidencia de una verdad profunda para nosotros: él nos ama. Dios disciplina a quienes son objeto de su amor, es una representación y marca de su amor incondicional, es su pueblo, son sus hijos, él es su padre, los sacerdotes no se dan cuenta de esto, lo menosprecian, lo tienen como algo común y profano, ignoraban el significado espiritual de la disciplina:

  • El que tiene en poco la disciplina menosprecia su alma; Mas el que escucha la corrección tiene entendimiento. (Prov. 15:32)
  • La necedad está ligada a su corazón de quien rechaza la disciplina (Prov. 22:15)
  • La vara y la corrección dan sabiduría (Prov. 29:15)
  • Menosprecian la instrucción en justicia (2 Timoteo 3:16)

Al final de las advertencias de Dios, cuando ellas se acaban, no existe más que un precipicio aterrador, en donde la ausencia de Dios, se traduce en el peor terror que el hombre pueda tener. Este era el caso de los sacerdotes del tiempo de Malaquías.

Este mensaje del capítulo dos de Malaquías es para nosotros, sacerdotes y reyes del Señor Jesucristo, la sangre de la ofrenda perfecta de Cristo hace posible que por nosotros corra sangre real, y la amonestación que estudiaremos no sólo es para los sacerdotes del tiempo de Malaquías, sino que también nuestro Malaquías, nuestro Señor Jesucristo, se hace presente y latente con su mensaje hoy, para nosotros, a través de estos pasajes. Pero al igual que ellos, tenemos las mismas deficiencias en nuestros corazones, las mismas debilidades, ¿Qué puede en nosotros hacer la diferencia con respecto a la actitud de Israel? Comprender que la disciplina de Dios es un acto de la gracia de Dios, que cada instrucción y directriz es parte fundamental de nuestra formación como creyentes, y que un Dios amante es un Dios que disciplina, porque es un Padre.

  1. El Juicio misericordioso de Dios (v.2-4)

Los sacerdotes debían tener una influencia positiva en Israel. Sin embargo, hacían tropezar al pueblo con sus acciones y comportamiento. Dios está indignado con ellos. Por eso ahora la amenaza se traduce en un juicio. Si ellos no escuchan su advertencia, entonces, él se volverá con ira en contra de ellos:

Si no oyereis, y si no decidís de corazón dar gloria a mi nombre, ha dicho Jehová de los ejércitos, enviaré maldición sobre vosotros” (v.2)

En primera instancia Dios los hace responsables de su falta de reverencia y verdadera adoración. Parafraseando les dice:

“No han decidió de corazón darme gloria. Ustedes tienen la culpa. Son ustedes los que están errados, son ustedes los que deben cambiar”

Dios punta a la raíz del problema: La indecisión de los sacerdotes y del pueblo en rendirse en adoración a Dios. Finalmente, cada uno de nosotros se encuentra ante una indecisión debido a una falta de credibilidad en lo que se debe decidir, Israel y los sacerdotes dudan de dar la gloria debida a su nombre. Probablemente no se cuestionaban un montón de procesos cotidianos, no dudaban sobre comer o descansar, de esas cosas no se dudan, porque son vitales para sobrevivir, pero no se daban cuenta que rendir la gloria debida al nombre de Dios, es algo que se antepone aun a esas necesidades, el Señor nos dijo, mi comida y mi bebida es hacer la voluntad del Padre; dar gloria y alabanza al Dios de los cielos, es alimento y sustento para el creyente, no se puede tener una vida de comunión con Dios sin rendirle gloria y alabanza, el Cristiano primariamente es un adorador, alaba a Dios en su trabajo, en el hogar, en sus relaciones familiares y fraternales, en su matrimonio, vive CORAM DEO, por ende la indecisión de los sacerdotes, no más que otra marca del espiral descendente de Israel.

El Señor inicia la advertencia recordándoles un antiguo oráculo, palabras del desierto para ellos,  las mismas dadas a Israel por medio de Moisés:

si no oyereis los mandamientos de Jehová vuestro Dios, y os apartareis del camino que yo os ordeno hoy… os maldeciré”  (Det. 11:28)

No escuchar la voz de Dios, a sus advertencias, a sus correcciones, a aquellas palabras que son más firmes que el mismo cielo y tierra como dijo Jesús, nos llevara irremediablemente hacia una tenebrosa maldición, vivir sin él. Dios como Padre amante le dice a Israel escúchame, inclina tu oído hacia mí, inclina tu corazón hacia la prudencia, ¿Acaso no ven mi misericordia? Les he enviado a Malaquías en lugar de dejarlos en la soledad, ignorancia y oscuridad, ¿Acaso no pueden ver estos regalos de gracia?

Y en segundo lugar el Señor les dice “que no han decidido de corazón dar Gloria a su nombre”, Dios desea una adoración que venga voluntariamente de los corazones de los adoradores. En el Antiguo Testamento se nos habla que los Israelitas debían circuncidar su corazón, y que Dios cambiaría los corazones de piedra en corazones de carne, el creyente, el adorador, de forma natural puede realizar esta disciplina de devoción a Dios, porque ha experimentado la gracia de Dios, tanto los creyentes del Antiguo Testamento como los del Nuevo Testamento han sido transformados en la raíz de sus corazones. El problema de los sacerdotes es que eran incircuncisos de corazón, orgullosos y arrogantes. Y este tipo de adoración es observable en el Antiguo Testamento:

Voluntariamente sacrificaré a ti; Alabaré tu nombre, oh Jehová, porque es bueno” (Sal. 54:6)

Tu pueblo se te ofrecerá voluntariamente en el día de tu poder, En la hermosura de la santidad” (Sal. 110:3)

 Si los salmistas podían ofrecer una alabanza de esta calidad y características al mismo Dios del periodo de Malaquías, el problema entonces no estaba en Jehová, sino en los supuestos adoradores, quienes, en vez de recurrir a la solución, a la fuente de vida, dudaban de su mensaje y de los medios de gracia para componer las relaciones desquebrajas.

Dios los desafía a que decidan de corazón servirle, a pesar de que todas sus emociones gritaban en contra de ese deseo, Dios quiere que observen que es imposible adorarles por medio de nuestras propias fuerzas, ellos debían rendirse, debían reconocer su fracaso, implorar piedad y volverse al Dios de sus padres.

¿Qué hay de nosotros? ¿Qué nos dice el Señor en cuanto a nuestra adoración y servicio?

Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, para el Señor” (Col.3:23)

Lo que hacemos, dentro y fuera de estas paredes, tiene una gran característica escritural, nuestro trabajo posee un componente de alegría voluntaria, literalmente ponemos nuestra alma en el trabajo, debido a que  el ejercicio de nuestras actividades nacen del corazón regenerado por la sangre de Jesús, no de una necesidad servil,  no desde el fastidio, porque cuando llegamos al Señor dejamos de ser esclavos tan pronto como empezamos a trabajar para él, servimos en libertad, y si hay libertad también habrá gozo, el gozo será un indicador si lo que realizamos lo hacemos de corazón, y en nuestros trabajos seculares deberíamos marcar diferencias abismales con los incrédulos de tal forma que nuestros jefes, quienes nos presidan puedan decir, “Si el Cristianismo hace esto con la gente debe ser algo extraordinario”.

El Señor les está dando el antídoto a los sacerdotes al fastidio y desidia que encontraban en sus labores, que tomarán una decisión del corazón, se arrepintieran de su pecado y creyeran a sus promesas. Ahora, ¿Cómo iba a juzgar Dios a los sacerdotes si no escuchaban? De dos formas:

Los iba a desenmascarar: Iba a cambiar sus bendiciones por maldición. Cuando se ofrecía un sacrificio, era el gran privilegio de los sacerdotes pronunciar la bendición de Aarón al pueblo:

Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia; Jehová alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz. (Num. 6:24-26)

Por medio de esta bendición el Señor había prometido bendecir a su pueblo. Sin embargo, el Señor invertiría las cosas. Cada vez que los sacerdotes pronunciaran una bendición, Dios la transformaría en maldición. Cuando los sacerdotes abrieran su boca, podrían pronunciar las más bellas bendiciones para los feligreses, sin embargo, lo que obtendrían sería la maldición de Dios, si no se arrepentían de su pecado, y se dignaban dar honor al nombre de Dios, ellos podrían orar o bendecir a alguien, pero por dentro estaban llenos de estiércol, si intercedían por sanidad, Dios enviaría enfermedad, si oraban por lluvia el sol se pararía sobre sus cabezas, si rogaban por las cosechas, el Señor enviaría langostas y pestes sobre los campos de los Israelitas, si pedían ser bendecidos con hijos el Señor cerraría las matrices, todo esto, con tal de hacer evidente que estos sacerdotes habían abandonado al Señor y que ellos eran una maldición para Israel, es decir, como dice el texto, la maldición ya se hacía presente, sólo que Dios la intensificaría si no se arrepentían genuinamente.

El texto anterior nos mostraba que Dios haría resplandecer el rostro de los Israelitas, incluyendo el semblante de los sacerdotes, haciendo un eco de lo sucedido con Moisés en el Sinaí, la gloria del Dios de Israel se posaría sobre su pueblo. Sin embargo, lo que Dios haría con ellos es un contraste terrorífico:

He aquí, yo os dañaré la sementera, y os echaré al rostro el estiércol, el estiércol de vuestros animales sacrificados, y seréis arrojados juntamente con él” (v.3)

Cuando el Señor amenazaba en el Antiguo Testamento con juicio constantemente hacía referencia al estiércol, en 1 Reyes 14:10 observamos como Dios barrería la casa de Jeroboam como “se barre estiércol”, en Jeremías 16:4 Dios enjuiciaría a Judá como “estiércol sobre la faz de la tierra”, por lo que esta señal tan asquerosa para nosotros hoy era una muestra de lo repugnante que eran los sacerdotes del tiempo de Malaquías para el Señor.

Cuando leemos los salmos constantemente vemos el clamor de los oradores pidiendo que el Señor haga resplandecer su rostro sobre los suyos, ¿Qué quiere decir esto? Que la luz de  nuestros rostros son reflejo del Dios a quien servimos, su rostro es como el sol, nosotros meros espejos que tratan de reflejar su Gloria, el aceite del Espíritu Santo y la comunión con Dios son el buen ungüento que hace que brillen nuestras vidas. Como dice Santiago 1:23, si estos sacerdotes observarán sus rostros en el espejo de la palabra de Dios, ellos verían quienes eran realmente. Nuestras caras reflejan todos nuestros estados de ánimo, nuestras alegrías, tristezas, preocupaciones, Dios les está diciendo a estos judíos que lo único que él observa en sus caras es algo repugnante, podrido y sucio. Dios haría ver a su pueblo que claramente estos hombres habían perdido contacto con el Dios de sus padres, y que hará visible en sus rostros la inmundicia de su pecado.

Estos hombres representan a aquellos ancianos y diáconos que no guían al rebaño con el ejemplo, cuyo trabajo no es efectivo, y a aquellos cuya congregación finalmente termina despreciando. Representan a los padres doble vida, que fuera del hogar muestran una actitud piadosa, pero que dentro de las casas son meros espectadores del crecimiento de sus hijos, son los cristianos que no testifican nunca, porque simplemente es una cuestión nominal, son los matrimonios que fingen una unión sin defecto, pero que en el día a día no se pueden soportar.  Dios le dice a este tipo de personas que las va a desenmascarar, que no habrá ningún pecado en ellos que quedará oculto, Dios los expondrá a la luz y los avergonzará si no se arrepienten, no habría impunidad ni amnistías por la irreverencia y frialdad con la que servían a Dios. El Señor les quitaría poder a los sacerdotes y los haría el hazmerreír del pueblo. Estos hombres no podían escapar de la omnisciencia de Dios, si fuera por ellos tratarían de despojar al Señor de este atributo. Dios pone nuestras maldades, nuestros yerros a la luz de nuestros rostros, los sacerdotes no imaginaban que Dios evidenciaría lo de dentro de sus corazones en sus rostros.

Que Dios sepa cómo somos no es una mala noticia, sino una verdad llena de consuelo, porque aun sabiendo lo que hay nuestro interior él nos ama, y esa es una verdad que debe humillarnos y acercarnos a él. Cuando somos descubiertos como los sacerdotes debiésemos recordar lo que dice el Salmo 103: 14

Porque él conoce nuestra condición; Se acuerda de que somos polvo

Lo que nos hace falta a nosotros y a estos sacerdotes es reconocer nuestra condición, ese era el problema, Dios los conocía, pero ellos ignoraban la gravedad de sus pisadas en el templo, lo que debemos comprender profundamente es que en estas palabras más que hallar un estímulo de terror, es encontrar un estímulo para orar e ir a los pies del buen Dios, en tiempos de tristes fracasos, cuando nuestros actos desmienten nuestra supuesta devoción y hemos escuchado la pregunta escrutadora de Dios: ¿Me amas?, debemos decir como el Apóstol Pedro, Señor tu sabes todas las cosas, tú me conoces, sabes que te amo. Amados la mente infinita de Dios es capaz de prestar atención a nuestra súplica de entre millones de rogativas que se hacen día a día, no te preguntes si te hará falta un lenguaje adecuado o te sientas incapacitado de ir a Dios, él desea que vayas de esa forma, tal cual eres, porque Isaías 65:24 nos dice que “antes que clamemos él responderá, aun estaremos hablando él ya habrá oído”, lo que se requiere es un corazón decidido, Dios nos puede escuchar, la pregunta es al igual que los sacerdotes ¿oirás la voz de Dios? O ¿endurecerás tu corazón?

Los iba a quitar de sus puestos: Esto los haría de dos formas, lo primero es que él dañaría su sementera, él iba a reprender su semilla para prohibir su crecimiento, es decir, Dios iba a prohibir que su linaje corrupto se mantuviera vigente en medio de Israel. El Señor en su palabra había prometido que siempre él proveería descendencia para que el linaje de Leví se mantuviera en el sacerdocio (Jer. 33:21), sin embargo, estos descendientes de Leví, por quienes corría por sus venas sangre sacerdotal, reflejaban en su corazón y actitudes que su línea sanguínea nada tenía que ver con la dedicación a Dios. Al igual que la semana anterior, podemos observar que Dios no los necesitaba como sacerdotes, sino que él los podría reemplazar por una nueva generación de sacerdotes, quienes le adorarán en Espíritu y verdad, y que la sangre del Mesías rociada sobre un nuevo pueblo haría posible esta nueva descendencia.

Y lo segundo que haría el Señor sería sacarlos del templo, el estiércol de los animales sacrificados, junto con la carne y las pieles sobrantes de los sacrificios era llevada fuera del campamento, que era la basura del sacrificio, es decir, ustedes serán llevados fuera del templo y de la ciudad, como lo hacen con la basura, porque ustedes son basura. Fuertes palabras son estas, pero estaban sin Dios, y separados de él no tenemos valor, somos ramas fuera de la vid, no sirven más que para ser llevadas al fuego, si la sal no sala ¿de que sirve? El Señor dijo que sólo tiene un propósito, ser echada fuera y ser pisoteada por los hombres. Ellos eran la sal de la tierra en ese momento, la Iglesia, pero sus vidas eran un desecho, debían ser juzgados y reemplazados.

Al final si no hacemos caso a las advertencias de Dios él interviene y juzga. Si Dios ha puesto un peso en tu consciencia y te niegas a escuchar y a actuar, él te juzgará si o si. La hora que Dios ha fijado siempre llega, en el decreto Dios había dispuesto que la función de los sacerdotes terminara en el Nuevo Testamento, a través del sacerdocio del León de la tribu de Judá: Jesús. Así, también él ha decretado un periodo para que todos nos presentemos ante el tribunal de Cristo (2 Cor.5:10), y él nos juzgará por la influencia que tengamos sobre otros, como es el caso de estos sacerdotes, el hecho que Dios haya predestinado a los salvos no nos quita responsabilidad en hacer tropezar a otros en la Fe (Marcos 9:42), el tiempo también se nos puede acabar a nosotros, ya paso con la Iglesia de Éfeso:

“Recuerda, por tanto, de dónde has caído y arrepiéntete, y haz las obras que hiciste al principio; si no, vendré a ti y quitaré tu candelabro de su lugar, si no te arrepientes”(Ap. 2:5)

Esta Iglesia ubicada en Turquía, dejo de existir unos años más tarde, luego de esta advertencia dada por el Apóstol Juan. Dios les habla misericordiosamente a través de estas advertencias, a Éfeso y los sacerdotes del tiempo de Malaquías, él tiene un propósito de Gracia cuando habla a su pueblo, es más, las advertencias de Malaquías inician con un “si no escucháis, si no decidís”, es decir, tienen una oportunidad de cambiar su camino.

Nuestro Dios es un Dios de gracia, los sacerdotes no tenían méritos para ser perdonados, la verdad que nadie los tiene, por ello se le denomina Gracia:

“La Gracia es la provisión para los hombres que están caídos que no pueden levantar el hacha de justicia, tan corrompidos que no pueden cambiar sus propias naturalezas, tan opuestos a Dios que no pueden volverse a él, tan ciegos que no le pueden ver, tan sordos que no le pueden oír, tan muertos que Él mismo ha de abrir sus tumbas y levantarlos a la resurrección” (G.S Bishop)

El Señor “no se complace en la muerte del impío, sino que el impío se aparte de camino y viva” (Ez.33:11) él desea que el pacto con Levi no se quiebre, desea restituirlos, nuestro Dios se goza, se complace en perdonar, él no es como los ídolos de este mundo, él desea estar cerca de quienes vienen a él con un espíritu humilde y un corazón contrito. No miremos estas palabras de juicio simplemente como aterradoras, leamos entre líneas la misericordia de Dios. Entonces, ¿que haremos nosotros? Charles Spurgeon dice lo siguiente:

Ven degradado, acude a tu Padre Celestial en tu estado de pecado y miseria. Acude a Jesús tal como eres, espiritualmente leproso, sucio, desnudo, ni apto para vivir, ni apto para morir tampoco. Acudan ustedes que son como escoria de la creación, aun cuando no se atrevan a esperar más que la muerte. Acudan aun cuando la desesperación les oprima el pecho cual pesadilla horrible, pidiendo que el Señor los justifique como a otros impíos. ¿Por qué no lo haría? Acudan, porque esta gran misericordia de Dios está destinada para personas como ustedes”

  1. El ejemplo de Leví:

Dios no sólo les da advertencias a los sacerdotes, sino también un ejemplo. Es decir, Dios no sólo les da el antídoto a su enfermedad, sino que también, cuando estuvieran sanos les da la receta de cómo debían vivir, cómo debían dar gloria a su nombre, porque dar gloria a Dios, no era simplemente ofrecer sacrificios en el templo, sino que toda la vida de los sacerdotes debía girar en torno a Dios.

Leví fue uno de los hijos de Jacob, quien fue el antepasado de los sacerdotes. La tribu de Leví mostró su compromiso con el Señor cuando Israel fabrico el becerro de oro en el monte Sinaí y lo adoró. Moisés llamó a esa tribu a actuar en juicio, Éxodo 32:25-29 nos muestra como esa tribu se consagro a Dios, en su hijo y en su hermano, pasando por espada a quienes habían rechazado a Dios y se habían inclinado ante el becerro, eran creyentes celosos de las cosas de Dios y guardadores del pacto.

Un ejemplo de la tribu de Leví es Finees, quien actuó con decisión cuando los moabitas intentaron seducir a Israel, en Números 25:1-13, se nos dice que Finnes demostró celo por el Señor, cosa que en el sermón anterior mostramos que era una de las carencias de los sacerdotes y el pueblo de Israel, y los Salmos celebran el ejemplo de Finees:

Se unieron también a Baal-peor, y comieron sacrificios ofrecidos a los muertos. Le provocaron, pues, a ira con sus actos, y la plaga se desató entre ellos. Entonces Finees se levantó e intervino, y cesó la plaga. Y le fue contado por justicia por todas las generaciones para siempre” (Salmo 106:28-31)

En un momento en que el ejemplo de servicio en el templo era tan abominable, el Señor proporciona por medio de Malaquías el retrato conmovedor del sacerdocio piadoso. Dios envía este mensaje a través de Malaquías recordando el pacto que hizo con Leví. No encontramos en las escrituras de forma explícita un pacto con Leví, como Dios lo hizo con Abraham o David, pero encontramos lo siguiente en el libro de Jeremías:

Así ha dicho Jehová: Si pudiereis invalidar mi pacto con el día y mi pacto con la noche, de tal manera que no haya día ni noche a su tiempo, podrá también invalidarse mi pacto con mi siervo David, para que deje de tener hijo que reine sobre su trono, y mi pacto con los levitas y sacerdotes, mis ministros” (Jeremías 33:20-21)

El pacto levítico tiene similares características al que el Señor hizo con David, sería eterno, sin variación, y Dios multiplicaría la descendencia de los levitas, este pacto fue violado por los sacerdotes del tiempo de Malaquías, pero cumplido por nuestro Señor Jesucristo. Este pacto dice el texto fue de vida y paz. Para hablar de este pasaje debemos recordar algunas cosas:

Con frecuencia pensamos que los sacerdotes del Antiguo Testamento solo se ocupaban de ofrecer los sacrificios, pero también debían guardar, leer, enseñar y aplicar la ley de Moisés al pueblo. Moisés bendijo la tribu de Leví con estas palabras:

porque obedecieron tu palabra, y guardaron tu pacto. Ellos enseñarán tus ordenanzas a Jacob y tu ley a Israel” (Det. 33:9-10)

En Hageo 2:10 - 11, leemos lo siguiente con respecto al ministerio de los sacerdotes:

vino la palabra del SEÑOR al profeta Hageo, diciendo: Así dice el SEÑOR de los ejércitos: Pide ahora instrucción a los sacerdotes

Un profeta podía pedir instrucción a los sacerdotes, pero en este periodo, es el profeta, es Malaquías quien debe enderezar con la palabra de Dios a los sacerdotes. También Crónicas alude a un tiempo en el que el conocimiento de Dios está ausente de la vida del pueblo:

Y por muchos días Israel estuvo sin el Dios verdadero, y sin sacerdote que enseñara, y sin ley” (2 Crón. 15:3)

Cuando el texto nos dice que el pacto con Leví fue de vida y paz es exactamente eso, pues ¿qué? Que ellos sobrevivían a la predicación de la palabra de Dios junto a Israel. Dios en su misericordia permitía a los sacerdotes siendo pecadores pudieran exponer las escrituras, enseñar la ley, vivir y no morir en el intento. Miren lo que dice Deuteronomio 4:33

¿Ha oído pueblo alguno la voz de Dios, hablando de en medio del fuego, como tú la has oído, y ha sobrevivido?”

Moisés sobrevivió a la presencia y a la palabra de Dios, Isaías sobrevivió, Juan en Patmos sobrevivió, cada vez que alguien se para en este lugar a exponer la poderosa y preciosa palabra de Dios y sobrevive, es literalmente un milagro. Malaquías aquí nos habla de lo significativo que es el púlpito para los sacerdotes, para quienes enseñan la palabra de Dios, y podemos vivir en paz con él, si sólo se hace este ejercicio fielmente.

Cuando estos sacerdotes del tiempo de Malaquías se disponían a enseñar, se parecían más a Sansón que a Moisés, tentaban a Dios pensando que él siempre los libraría, pero al igual que Sansón llegaría el momento en que Dios no respaldaría la enseñanza de estos sacerdotes. La paz de Dios según Isaías 26:3 la tienen cuyos pensamientos perseveran en él, ellos no podían pensar de forma independiente, sus labios, su voluntad y su boca le pertenecían al Señor.

El sacerdote en el templo no podía encender ningún fuego extraño, de la misma manera, la iniquidad debía estar lejos de sus labios, y lo que se posaba en sus palabras era la verdad de la Ley, guardaban la sabiduría, y el pueblo buscaría sus labios para encontrarse con la ley, para encontrarse con Dios.

Debían procurar ser verdaderos mensajeros, verdaderos Malaquías del Señor, enseñar nada que fuera falso. No tenían la cabeza llena de sus propias ideas. No se les podía sobornar porque su ministerio iniciaba con algo fundamental, algo que carecían los sacerdotes de este periodo: Temor a Dios. Si algo caracteriza al ministro del Señor es esto, vivir ante la presencia de Dios con temor, no un temor servil, como la que tenemos por alguien que nos quiere  hacer daño, sino un temor filial. El temor que tiene un sacerdote de Cristo, es similar al que tiene un hijo por su Padre. Y lo impresionante del texto, es que la vida y paz son cosas que Dios nos da como un regalo para generar en nosotros ese temor del que hablan las escrituras, el cual es limpio, y esa es la razón fundamental de que de los labios de los sacerdotes brote sabiduría, porque el inicio, el principio de la sabiduría es el temor a Jehová, como dice Alberth Mohler: “el principio de todo verdadero ministerio es el temor a Dios”

Salomón en el epilogo de Eclesiastés nos dice: “Teme a Dios y guarda sus mandamientos porque ese es el todo del hombre” El texto no dice que el temor a Dios es una parte de nuestra vida, sino que es todo. Cada emprendimiento que realizamos, cada relación que tenemos, cada trabajo que efectuamos, cada enseñanza que realizamos se inicia en el temor a Dios, sino es así, estas fundamentando tu vida en la irreverencia e irrespeto a Dios, y no debemos desconectar del temor a Dios su amor, no son conceptos que se excluyan o se anulen entre sí, el pueblo de Dios teme a Dios, porque le ama, y Dios disciplina e infunde temor en su pueblo porque le ama, su temor nos a acércanos a él, y nace un anhelo por obedecerlo, en Éxodo 20:20 vemos como Moisés le dice al pueblo como debían temer: debían temer de tal forma que se alejaran del pecado y se acercarán a Dios, y no temieran como las naciones extranjeras quienes tenían terror del Dios de Israel, el perdón adquirido nos da reverencia por el perdonador, la “Gracia nos enseña a temer” y la misericordia es un antiséptico contra la depravación.

  1. Una descripción del sacerdocio de Cristo

La descripción de la labor del sacerdote según Malaquías 2:6 es apartar a la gente de la iniquidad. En Romanos 1, se nos dice que el hombre natural detiene con injusticia la verdad, el ministro de Dios detiene la iniquidad con la verdad y la justicia. ¿Cuál era la labor principal de los sacerdotes? Conducir a la gente a Dios, apartándolas del pecado, acercarlas de Dios, alejarlas de la iniquidad, sin embargo, los sacerdotes del tiempo de Malaquías estaban lejos del templo y lejos de Dios, se encontraban en el estiércol del pecado.

¿Cuál es nuestra labor? ¿Cuál es la misión de los ministros y la Iglesia?  La única forma de comprobar si estamos cumpliendo nuestra misión no es saber si somos más, si tenemos más recursos, si tenemos buenos trabajos, sino que debemos observar el efecto que la Iglesia tiene sobre la vida de las personas que están dentro y alrededor de la misma. ¿Ha bajado la marea del pecado en mi congregación? ¿Soy más conforme a la imagen de Cristo? ¿Hay un rechazo en mi vida más fuerte al pecado y anhelo a las cosas del Señor? ¿Anhelamos de la boca de pastores y maestros la leche espiritual no adulterada?

Constantemente anhelamos líderes que reflejen lo que hacían los levitas, que nuestros pastores reflejen en plenitud los requisitos pastorales de Timoteo y Tito, condiciones que sin duda deben cumplir, pero nosotros ¿qué podemos hacer para colaborar en estas funciones?  Si los ancianos de la Iglesia, si hermanos con más experiencia, vienen a nosotros para hablarnos de nuestra vida, no debemos ofendernos. Esa es la tarea que Dios les ha encomendado para nuestro bien, no entorpezcamos su tarea. Puedan tener que herirnos, enfrentándonos a ese pecado al cual nos hemos aferrado, pero si podemos aprender a aceptar esa amonestación, el beneficio será enorme, porque:

Fieles son las heridas del que ama (Prov.27:6)

Ciertamente es bienaventurada la Iglesia cuyos líderes imponen el respeto necesario para que esta tarea pueda llevarse a cabo sin hipocresía, y cuyos miembros tienen la capacidad de aceptar la amonestación a fin de presentar a la novia de Cristo sin mancha ni arruga. En la actualidad la gente está dispuesta a recibir la amonestación de psicólogos, terapeutas, tarotistas y chamanes, pero nosotros el pueblo de Dios ¿Nos opondremos a la corrección que Dios nos da por medio de quienes nos presiden? Criticamos a este tipo de personas que van en busca de agoreros que alivien su dolor, pero si cuando nuestros pastores y hermanos nos amonestan tomamos la misma actitud, nuestro problema es mayor que el de ellos, porque siendo expuestos a la luz, no vamos hacia ella.

El mayor y más grande epitafio que un hombre y mujer del Señor pueden recibir es “A muchos hizo apartar de iniquidad”, la Iglesia de Cristo, y sus líderes, tienen el antídoto para que la cultura corrupta imperante retroceda, un real temor por Dios reflejado en la santidad de los miembros de la congregación, he ahí la verdadera naturaleza de la santidad, la separación, el apartarse del pecado, conformarse al carácter de Dios, rechazando la unión al mundo y a las cosas que están en el mundo.

Amados hermanos ¿Qué proporciona más honor y gloria a Dios? ¿Una alabanza o apartarse del pecado? Ambas, pues para ambas se necesitan los mismos ingredientes, temor reverente al Señor, si quieres unirte al coro del cielo, debes huir pecado, y huir del pecado da alabanza a Dios. Pensamos que cantar es sólo abrir nuestros labios, pero es un acto de devoción que requiere gozo y temor al Señor.

Cuando Nehemías regresa de su estancia en Babilonia y observa el espectáculo que se había convertido todo lo que se había reconstruido, el templo era un sacrilegio, dentro de la cámara estaban viviendo los enemigos del pueblo de Dios, los sacerdotes y el pueblo se habían mezclado con los extranjeros, el día de reposo estaba en desuso, y las palabras que podemos leer que salieron de la boca de Nehemías en su mayoría son estas:

“Separé… Me dolio… arrojé.. hice sacar; dí ordenes, reprendí, los reuní, puse a cargo, reprendí, ordené, puse, advertí, los maldije… los golpee.. les arranque los pelos, los obligue a jurar por Dios.. los eché … los purifique”

Nehemías sería un pastor difícil, y probablemente muchas de sus actitudes podían requerir una discusión, pero él hizo lo que los sacerdotes no hicieron, apartar al pueblo de su pecado, no necesariamente se requiere ser pastor para cumplir esta labor, se requiere decidir de corazón dar honor al nombre de Dios y creer que el evangelio de Cristo es suficiente y poderoso para apartar a los hombres del mal.  Nehemías recordó en sus oraciones a los sacerdotes:

Acuérdate de ellos, Dios mío, contra los que contaminan el sacerdocio, y el pacto del sacerdocio y de los levitas” (Nehemías 13:29)

El sentimiento profundo de ultraje por las cosas de Dios fue lo que expreso no el resentimiento ensimismado, ni hostilidad personal, pero su corazón añoraba la Gloria de Dios y odio todo lo que oscurecía y estorbaba el servicio a Dios. Nehemías estaba enojado porque las convicciones de Jerusalén se habían atenuado, la fidelidad había fallado, la mundanalidad había invadido, y la ruina espiritual estaba en progreso. Al limpiar la casa de Dios, no sólo limpio el lugar de adoración, sino que también la ciudad fue limpiada, un pueblo lleno de temor a Dios es lo que necesita nuestra ciudad y nuestras generaciones.

También el ora y enuncia:

Acuérdate de mí, oh Dios, en orden a esto, y no borres mis misericordias que hice en la casa de mi Dios, y en su servicio” (Nehemías 13:14)

Nehemías le dice al Señor, Padre piensa en mí, y conóceme, como la persona que hizo estas cosas a favor de tu interés, independientemente del coste en términos de mi incomodidad; independiente de mi reputación, yo deseo que tu nombre sea honrado en medio de Israel.

La disciplina de Nehemías apartaría momentáneamente al pueblo de Israel de su pecado, pero el problema persistiría hasta que apareciera alguien quien pudiera apartarnos definitivamente de la condenación del pecado y de la presencia del pecado. Años antes de la llegada de Malaquías otro profeta se levantó para animar al pueblo a la reconstrucción del templo y la ciudad. Y en una de sus visiones el observa al sumo sacerdote Josué, y en la visión el sumo sacerdote estaba vestido de vestiduras viles, literalmente el texto dice que estaba lleno de estiércol, no era que su rostro estaba lleno de estiércol como era lo que pasaba con los sacerdotes de Malaquías, sino que todo su ser estaba contaminado por el pecado, y era objeto de la ira de Dios. Y esto debió ser sorprendente para el profeta Zacarías, porque el sumo sacerdote pasaba por diversas ceremonias para presentar sacrificios en el día de la expiación.

El sumo sacerdote debía asilarse de todo el mundo por una semana, antes de las ofrendas por los pecados, el día anterior se quedaba sin dormir orando y leyendo la Palabra de Dios y a la mañana se lavaba muy bien de pies a cabeza y se vestía de lino limpio, si había alguien puro dentro del pueblo de Dios aquel día ese era el sumo sacerdote. Primeramente presentaba un animal por sus pecados, luego salía, lo bañaban de pies a cabeza, lo vestían nuevamente con vestiduras nuevas de lino y ofrecía un segundo sacrificio por los sacerdotes, repetían el mismo procedimiento y ofrecía sacrificios por el pueblo.

Zacarías 3:4-5

Y habló el ángel, y mandó a los que estaban delante de él, diciendo: Quitadle esas vestiduras viles. Y a él le dijo: Mira que he quitado de ti tu pecado, y te he hecho vestir de ropas de gala. Después dijo: Pongan mitra limpia sobre su cabeza. Y pusieron una mitra limpia sobre su cabeza, y le vistieron las ropas. Y el ángel de Jehová estaba en pie.

El profeta anuncia que un nuevo Josué un nuevo sumo sacerdote aparecería, Jesucristo, quien recibe nuestras ropas de estiércol, y recibe la ira de Dios por nuestros pecados en la Cruz del calvario, y tú y yo somos beneficiados con su vida y justicia perfecta. Él nos aparta de la iniquidad, porque él cargo nuestras iniquidades, al que no conoció pecado Dios lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él. Nuestro Dios en un solo día quito la iniquidad, ya no se necesitan más sacrificios por los pecados, con su ofrenda perfecta él hizo perfectos a los santificados, por lo tanto, nuestras justificaciones dependen enteramente de lo que Dios hizo a nuestro favor.

Si deseamos apartar a muchos de iniquidad, presentemos el Evangelio de Cristo, es el único método que puede transformar los corazones de los hombres para que vivan para dar Gloria a Dios. En los versos 8 y 9 se nos dice que los sacerdotes de Malaquías terminaron apartándose del camino, pero Cristo nos dice que él es el camino, hicieron tropezar a muchos con la ley, pero Cristo nos muestra al Padre a través de la ley, cumpliendo en su vida la ley, corrompieron el pacto con Leví, pero en la boca del Señor no fue hallado engaño, sólo sabiduría, solo perfección, ellos hicieron acepción de personas, más Cristo nos dice venid todos los que están cansados y cargados de llevar vestiduras viles, yo las llevó, yo pago el precio, yo deseo apartarlos de la iniquidad, y a cambio te doy mi justicia, te hago miembro de la familia de la Fe, para que juntos adoremos y honremos el nombre de Dios.

¿No es asombroso el evangelio de Jesucristo?