Embajadores del Evangelio de Gracia: 2 Corintios 5:16-21

Queridos hermanos durante este año hemos tenido la oportunidad de tener la serie de Juan y de Pedro. Sin embargo, este servidor a expuesto sobre el concepto de la Gracia desde diferentes perspectivas:

  • Estudiamos como la Gracia de Dios puede convertir un escándalo moral como el de Judá y Tamar en una historia de redención y esperanza.
  • Vimos como Dios puede salvar al más vil pecador a través del arrepentimiento de Manasés.
  • Profundizamos en las aguas de la Redención a través del Salmo 130, que nos habla de la superabundante Gracia de Dios.
  • Y en la última predicación, estudiamos como Dios reconcilia al pecador consigo mismo, a través de la parábola del Hijo Pródigo.

Una de las lecciones de este último sermón sirve para concatenar la exposición de hoy, en donde se nos presentaba la misión de ser hermanos mayores y traer a los pecadores a los pastos del buen pastor. Anunciar que en la casa de nuestro Padre muchas moradas hay, que aún hay lugar para los perdidos, que aún hay espacio en la familia de la Fe. Entonces, el mensaje de hoy es una especie de continuación de los últimos puntos que tocamos en el sermón anterior. Nos concentraremos en un pasaje muy conocido por el mundo cristiano, ubicado en la segunda carta a los Corintios, en donde Pablo desde el capítulo dos viene hablando sobre la naturaleza del ministerio y en los versículos que leímos el Apóstol profundiza sobre el mensaje del ministerio del nuevo pacto en Cristo. Así que comencemos.

De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así.

Hubo un tiempo en que Pablo conoció a Cristo “según la carne”, es decir, bajo sus ojos caídos y aletargados por el pecado. En ese tiempo Pablo perseguía a la Iglesia, consentía con la muerte de los Santos, como fue en el caso de Esteban. Ese Pablo, según la carne, deseaba hallar a hombres y mujeres cristianas para poder apresarles, consideraba a Jesús como un falso ídolo, un impostor del Mesías que él esperaba, desde la perspectiva de la carne su judaísmo, sus esfuerzos y desempeños eran lo que hacían de él un digno merecedor del cielo, probablemente los Corintios también sentían este nivel de auto/realización, ya que algunos se gozaban según la carne (2 Corintios 11:18). Al parecer esta congregación y Pablo tenían bastantes cosas en común. Pero ahora, ni Pablo, ni los Corintos, ni ningún nacido de nuevo conocen a alguien según la carne, esto quiere decir que no existe una evaluación a las personas conforme a parámetros externos, humanos y mundanos, porque ya no militamos según la carne (2 Corintios 10:3).

Amados, ¿Cuál es la evaluación que tienes de Cristo? ¿Con que ojos miras al Salvador y Redentor? ¿Cuál de los atributos de Cristo más valoras y aprecias? Ya no vivimos según la carne, sino que vivimos por el Espíritu de Gracia que nos ha sido dado, el Espíritu de Dios, él cual nos hace ver a Cristo como él es: el pan del cielo, el buen Pastor, el lirio de los valles, la luz del mundo, etc.

Para el creyente, tal como lo dice Pablo, Cristo es el todo (Colosenses 3:11). Se dan cuenta de lo que Pablo está haciendo, está llevando a los Corintios a que tengan una consideración de Cristo adecuada, única y sublime, él estaba fuera de Cristo, más Cristo le atrajo a él, y desea que los Corintios estén en esta misma posición, es decir, en Cristo. Y, por otro lado, el texto no solamente nos invita a conocer a Cristo en otra dimensión, sino también a toda la gente de este mundo caído, en donde es fácil hacer muros sexistas, racistas, sociales, profesionales o formar barreras desde cualquier aspecto superficial de las personas. Nos olvidamos que estamos lidiando con almas, personas de carne y hueso, con heridas, con trasfondos diferentes, pero Pablo nos invita a mirarlas, ya no con nuestros ojos antiguos, sino con los ojos de Dios, esto es a través del evangelio. Con esto, el valor de cada persona se modifica, ya que las observamos como valiosas porque contienen la imagen de Dios, llevan un sello de Dios en sus vidas, aunque torcido, tampoco las idealizamos, sino que las medimos en su justa dimensión, en la realidad del evangelio. Todo esto es preciso para considerar la obra de ser ministros de la reconciliación, debemos tener los ojos de Dios.

Había una canción que quizás cantabas antes y hablaba y pedía por la paz de la ciudad y decía lo siguiente:

“Ayúdame a mirar con tus ojos, yo quiero sentir con tu corazón”

Y esto es cierto, pero este sentir no debe nacer desde una compasión humana o sentimental, sino del evangelio de gracia y verdad.

De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.

Así como Cristo ha entrado en su nueva vida celestial mediante su resurrección y ascensión, así todos los que están “en Cristo”, es decir, unidos a él por medio de la fe como el pámpano está en la vid son nuevas criaturas. Esta frase “en Cristo” aparece unas veinticinco veces en las epístolas de Pablo, y da conocer la comunión íntima que los creyentes disfrutan con su Señor y Salvador. Observemos lo que dice Hendriksen:

“Estar en Cristo significa ser parte de su cuerpo (1 Corintios 12:27), y Cristo produce una radical transformación en la vida del creyente. En lugar de servir a su propio ego, el cristiano sigue a Cristo y responde a la ley del amor a Dios y al prójimo”

Antes no teníamos ciudadanía, no teníamos promesas a nuestro favor, vivíamos sin esperanza y sin Dios, más ahora pertenecemos a un cuerpo, antes éramos diferentes en todo, los unos de los otros, sin embargo, ahora, él nos da un mismo sentir, para que seamos un solo pueblo. Este milagro sólo sucede si Dios hace nuevas todas las cosas, no habla simplemente del interior de la persona, sino también del entorno del creyente, en donde Dios recrea todos los sectores de la nueva criatura:

 “Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación” (Gálatas 6:15)

"He aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz; ¿no la conoceréis? Otra vez abriré camino en el desierto, y ríos en la soledad" Isaías 43:19

Dios creó todas las cosas por medio de Cristo Jesús (Juan. 1:3; Colosenses 1:15–18; Hebreos 1:2) y vuelve a crear todas las cosas para sus hijos, recordemos lo que Pablo nos dice en Efesios:

“Somos hechura suya, creados en Cristo Jesús” Efesios 2:10

Él toma una materia prima inservible la reforma y la recrea para su propia Gloria, a diferencia de la creación donde todo partió de la nada, en esta nueva creación Dios derriba los deseos carnales y egoístas y espontáneamente como la nieve de la primavera se derrite ante el sol, así los lazos del pecado son desvanecidos por el poder del Cristo crucificado, creando un nuevo hombre interior.

Con esto las Escrituras están diciendo que nada del pasado nos podía unir verdaderamente, ninguna creencia, ningún status, ninguna posesión, ningún nombre, nos podía unir bajo este cielo, su luz pura iluminó los parajes más oscuros y recónditos de nuestro ser y lo recreó todo. Nuestro estilo de vida anterior a la conversión, ya no es más que historia, y las cosas viejas fueron puestas en el fondo del mar, han perdido valor y atractivo, están oxidadas, todas han sido sustituidas por cosas nuevas y centralmente por la persona de Cristo.

Percibamos el espíritu de estas palabras y quien las emana. Si Pablo, el perseguidor y asesino, puede decirlas ¿Quién no? ¿Quién podría dudar de esta obra de Gracia? Si Dios recreo todas las cosas en Pablo ¿No lo podrá hacer contigo?

Y Pablo apunta aún más lejos, ya que estas palabras en primera instancia se dirigen a una iglesia local que estaba dividida, que tenía miembros inmorales, pleitos entre ellos, matrimonios en crisis, eran idolatras, abusaban de los dones del Espíritu Santo y de la Santa Cena y tenían confusiones acerca de la resurrección, tal como lo muestra la primera carta a los Corintios. Pablo les está diciendo efusivamente que los castigos por los pecados de la vida pasada, presente y futura fueron puestos en Cristo Jesús. Amados ¡Qué alivio y confort deberían traer a nuestras almas estas palabras! No porque tengamos permiso para comportarnos como los Corintios, sino que esto nos pone en perspectiva con respecto a la obra que Dios hace en nuestros corazones, él es quien tiene el perdón por eso debe ser temido (Salmo 130), y cuando aplica el perdón no existe prontuario pecaminoso que la sangre de Cristo no pueda borrar.

Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu (Romanos 8:1)

¡Que conexión más hermosa! ¡Que resumen más bello!

Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación.

 

Cuando ofendemos a alguien, insultamos, injuriamos, despreciamos o agredimos quien debe tomar la iniciativa de reconciliación es el ofensor. Y pareciera ser lógico que la ofensa se agrava según quien sea el ofendido. Por ejemplo, aunque sabemos que todos los hombres tienen la misma dignidad, no es lo mismo ofender a nuestro vecino de la esquina que a la Presidente de la República, el impacto social es mayor y probablemente los ojos de reprobación son más intensos y extensos. Ahora, en cuanto a nosotros, durante toda nuestra vida menospreciamos las riquezas de misericordia y longanimidad de Dios, cada bondad que recibíamos lo agradecíamos a nuestro propio desempeño, o a un ídolo falso o al universo, desde el momento en que nacimos hasta el momento de nuestra conversión vivíamos para nosotros mismos, rompimos todos los mandamientos y la acumulación de nuestros pecados y ofensas eran demasiado altas. Sin embargo, leemos en este pasaje que todo esto proviene de Dios mismo, el ofendido e insultado, el Creador, él es quien toma aquí la iniciativa, miremos lo que dicen las Escrituras:

Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. (Romanos 5:10)

Que maravilloso, Dios ya nos reconcilio, pero él sigue creando vida nueva en el creyente aun después de su conversión. Estas palabras debían calar hondo en los corintios, era hora de madurar.

Como dice Hendriksen: “fue Dios quien restauró la relación entre él y nosotros, en procura de que su nueva criatura en nosotros pueda realizarse plenamente”.

El medio que Dios utiliza para reconciliarnos con él es la muerte de su Hijo. Los judíos según la ley mosaica debían matar un becerro para la reconciliación (Levítico 9:7), pero la sangre de esos animales era insuficiente para reconciliarnos con Dios, era necesario que un justo muriera, pero no sólo un justo, era necesario que el Hijo se encarnara, Dios mismo hiciera esta obra, viviera una vida aquí en la tierra y muriera por los pecados de muchos.

En relación a esto el puritano John Flavel escribió imaginativamente una conversación que se dio en la eternidad entre el Padre y el Hijo, en donde el Hijo propone pagar el precio por los pecadores, y el Padre le dice lo siguiente:

“Padre: Hijo, si vas a emprender esto por ellos, debes pagarlo todo, hasta el último centavo. No esperes que reduzca el juicio, si a ellos los perdono, a tí no te perdonaré.

Hijo: De acuerdo Padre, que así sea; todo ponlo a mi cuenta, yo soy CAPAZ de pagarla; y aunque esto de alguna forma me arruine, aunque empobrezca mis riquezas y vacíe mis tesoros, aun así, estoy satisfecho de hacerme cargo”

Así que es Dios el iniciador de esta Historia de redención, por medio de Cristo.

Coloquemos esto en perspectiva, con respecto a nosotros, miren lo que dice el mismo Cristo cuando se ofendía a un hermano:

“Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego. Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda”

Mateo 5:22-24

La palabra aquí nos muestra claramente que, si una persona tenía un conflicto con su hermano e iba a entregar una ofrenda al altar, primero debía reconciliarse con él y luego ofrecer su sacrificio, sin embargo, esta reconciliación que Dios dá fue planificada en la eternidad y el ofendido dispuso la ofrenda desde antes que tú nacieras, desde antes que existiese la ofensa, ¡qué gran benefactor tenemos!

Dios Padre no tomo en cuenta tu pecado, y esto no quiere decir que Dios se olvidó de tu pecado como si hubiese habido una amnistía, sino más bien dice que el texto que Dios no te imputó tu pecado, sino que se la imputa a Cristo, la carga a Cristo, y nosotros somos vestidos de la justicia de Cristo, este es el corazón de la doctrina de la justificación.

Ahora, cuando nosotros tenemos un conflicto con un hermano y pedimos perdón no ofrecemos una ofrenda sacrificial por medio de un animal, sino que depositamos nuestra Fe en la obra completa de Cristo, que él hizo el sacrificio perfecto por nuestros pecados, que no hay maldad que Dios no pueda perdonar.  Por eso, es que el texto dice Dios estaba “en Cristo” reconciliando consigo al mundo, el Padre moraba en él (Juan 14:10) buscando reconciliar al mundo, Dios Padre siempre estuvo en Cristo, son uno sólo, pero ahora que estamos en Cristo formamos una sola familia, tenemos un Padre, tenemos un hermano mayor, y es así como las Escrituras ilustran esta verdad:

“por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz” Colosenses 1:19-20

Dios Padre estaba en Cristo, buscando pecadores, para reunirlos en él y amarlos perfectamente.

Por otro lado, dentro de las cosas nuevas que Dios hace para nosotros esta el ministerio de la reconciliación en donde nos hace entrega de la palabra de reconciliación. Con esto puedes preguntarte ¿En serio hermano? ¿A Dios se le echo a perder el plan que nosotros somos quienes deben realizar esta obra? No, por otro lado, ¿Somos superdotados? Tampoco, sino siervos indignos, que son útiles en sus manos. No somos el plan B de Dios, somos su novia, su Iglesia, eres el único Plan que Dios trazo en su decreto para que dieras a conocer su multiforme sabiduría, no hemos arruinado sus planes, somos parte de él.

Dios desea que los Corintios y nosotros seamos partes de este ministerio. ¿Cuántos anhelos hay en los miembros de las Iglesias de pertenecer a diferentes ministerios? La alabanza, el servicio, ministerios web, consejería, el pastorado, etc., sin embargo, la palabra nos está diciendo que, si somos nuevas criaturas, somos parte sí o sí de este ministerio, no es una opción para el creyente optar por esta labor, sino que es parte de la misma esencia de ser creyentes, es parte de la transformación integral que Dios hace en el individuo, Dios te hace parte de este hermoso ministerio.

La palabra de reconciliación comienza a ser parte de nuestra cultura, esta palabra es el evangelio o como lo dice Hechos 13:26 es la palabra de Salvación, y constituye parte esencial de nuestras vidas, ya que él como dice en Efesios 5:26 nos purifico por el lavamiento del agua por la Palabra, y esa agua que viene a nosotros fluye a través de nosotros como un río, nos transformamos en un eco de la palabra, en agentes de reconciliación, y esto era un desafío para los corintios, ya que ellos no habían restaurado a un pecador arrepentido como se nos muestra en el capítulo 2 de esta carta, por lo que Pablo les enseña lo que es la verdadera reconciliación, basada en el consuelo y restauración que provienen de Dios. Por esto, no podemos adulterar esta palabra de reconciliación, ni podemos modificarla, esto traería maldición y desconsuelo a nuestras vidas.

Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.

Ya vimos que somos nuevas criaturas, pero el texto nos dice también que somos embajadores en nombre de Cristo, recordemos un poco lo que aprendimos sobre la Iglesia local en la escuela dominical: La iglesia es un grupo de personas ordinarias que han sido llamados para formar algo absolutamente extraordinario, somos una embajada que se encarga de confirmar y supervisar nuestra unión a Cristo, somos columna y baluarte de la verdad.

Amados una embajada ¿Qué función cumple? Representar a una nación en otra, resguardar los intereses de una nación, promover relaciones amistosas entre las naciones involucradas, y por sobre todo hacer vivas las palabras de las autoridades máximas de la nación que se representa. Nosotros hermanos somos el Reino de Dios en este mundo resguardamos los intereses de la Palabra de Dios porque somos columna y baluarte de la verdad, somos un bastión de verdad en un mundo relativo, debemos procurar mantener en lo posible buenas relaciones con los enemigos de Dios, pero por sobre todo no podemos falsear las palabras de nuestro Rey y Gobernador Jesús, esta es la palabra de reconciliación, la cual utilizamos como un ruego a los perdidos: Reconcíliense con Dios.

Si hermanos, es preciso rogar y suplicar por los no creyentes, porque Cristo lo hizo por nosotros, él oro por los transgresores (Isaías 53:12) en aquel huerto rogó para fuésemos guardados hasta el fin, por nuestra conversión, santificación y nuestra glorificación, así como el extendió su mano todo el día a un pueblo rebelde, así la Iglesia lo debe hacer a los pecadores, es decir, esta embajada viene a ser refugio de pecadores arrepentidos. Quizás te preguntaras ¿Por qué es preciso rogar? Pensaras: La gente del mundo no merece ese tipo de gesto, quizás, pero la motivación del ruego no es simplemente el perdido, es Dios mismo, él nos manda a rogar y suplicar al perdido por medio del Evangelio.  Este mensaje, esta palabra de reconciliación, para que mantenga su integridad y sus características debe ser expuesta en medio del clamor de un pueblo rogando por el perdido.

Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.

Algunos teólogos han dicho que si tuvieran que escoger un versículo de toda la Biblia sería este, un excelente resumen de la palabra de reconciliación, es decir, del evangelio.

Pablo inicia hablando sobre las características de la ofrenda por nuestra reconciliación: Cristo, él es el cordero perfecto de Dios que quita el pecado del mundo, era y es santo, inocente, sin engaño en su boca, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; en todo fue semejante a nosotros y puede compadecerse de nuestra condición, y fue tentado según esta semejanza, pero sin pecado, triunfo en el lugar que Adán y nosotros caímos, venció la tentación que Adán y nosotros abrazamos. A este Hijo el Padre lo hizo pecado, no pecador, tal cual lo dice Isaías 53:6:

“mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros”

La copa de la ira de Dios que merecíamos cayó sobre su cabeza, el Padre le hizo pecado y el Hijo acepto complacido que le hicieran pecado, él fue contado con los pecadores, pero no era pecador, a él se le imputaron nuestras transgresiones y por su llaga fuimos nosotros curados. Quisiera que exploráramos este punto un poco más:

Cuando hubiere acabado de expiar el santuario y el tabernáculo de reunión y el altar, hará traer el macho cabrío vivo; y pondrá Aarón sus dos manos sobre la cabeza del macho cabrío vivo, y confesará sobre él todas las iniquidades de los hijos de Israel, todas sus rebeliones y todos sus pecados, poniéndolos así sobre la cabeza del macho cabrío, y lo enviará al desierto por mano de un hombre destinado para esto.  Y aquel macho cabrío llevará sobre sí todas las iniquidades de ellos a tierra inhabitada; y dejará ir el macho cabrío por el desierto. Levítico 16:20-22

En levítico 16 se nos muestra como el sumo sacerdote debía tomar tres animales, dos machos cabríos para la expiación y un becerro para el holocausto. El becerro era para expiación y reconciliación del sumo sacerdote y su familia y el macho cabrío para reconciliación y expiación del pueblo. Luego del proceso de expiación, con el segundo macho cabrío, se realizaba el rito que acabamos de leer, se confesaban todos los pecados, no faltaba ninguno, y ese animal llevaba los pecados de todo el pueblo, pero al igual que el primero moría, pero en este caso, solo, en el desierto, donde no hay pastos, donde no hay agua, donde hay solo oscuridad y no hay ayuda.

A Cristo, Dios Padre le hizo cargar nuestros pecados, eso es cierto, pero no solo eso, sino que llevo esos pecados absolutamente abandonado por el Padre, no pudo recibir ningún beneficio divino, no pudo ser escuchado por el Padre, para que nosotros si recibiéramos bendiciones, para que nosotros si fuésemos escuchados desde nuestro foso de desesperación, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él. Escuchen lo que dice Gregorio Nacianceno:

“Cristo sintió hambre, como hombre, y satisfizo en el hombre su hambre de Dios. Sintió hambre y era el pan de vida. Cristo padeció sed, como hombre, y sin embargo había dicho: "el que tenga sed que venga y que beba”. Se sintió cansado a veces y es nuestro descanso. Pago tributo como vasallo y era el Rey de reyes. Fue llamado diablo, y echo fuera los demonios. Oro, y es el que escucha nuestra oración. Lloro, y es quien seca nuestro llanto. Fue vendido por 30 piezas de plata, y es el rescate de un mundo. Enmudeció como una oveja, y sin embargo es la palabra eterna. No tuvo lugar propio donde reclinar su cabeza, y eran suyos los mundos. Todos le abandonaron, quedo solo, y tenía en la eternidad múltiples legiones de ángeles, dispuestos a cumplir sus órdenes. Fue crucificado por los hombres, y había venido para ofrecerles el cielo.”

Así Dios nos reconcilio en Cristo, y a través de esta definición, de esta palabra de reconciliación debemos gritar al mundo: Reconciliaos con Dios. Este pasaje es demasiado profundo, consolador y maravilloso a la vez como dice Charles Spurgeon:

“¡Oh este es un texto de peso! Ningún hombre lo puede agotar. No ha habido ningún teólogo, aun en los mejores tiempos de la teología, que pudiera haber llegado al fondo de esta afirmación. Estoy avergonzado de la pobreza de mi explicación y, por consiguiente, solamente repetiré el pleno sublime lenguaje del apóstol: por nosotros Dios le hizo pecado.”

¿Qué lecciones podemos aprender de este sermón?

  • Debemos mirar todo a través del cristal del evangelio:

Ya no militamos en la carne, no andamos en la carne, sino que vivimos por su Palabra. Cuando Pablo confronta a Pedro en Gálatas 2:14 le enuncia que no andaba conforme a la verdad del evangelio, rudimentos antiguos habían nublado su entendimiento, y el evangelio había quedado en un segundo plano.  El evangelio no es solo el mensaje de salvación, no es el puntapié inicial, sino que es el mensaje que permea todas las áreas de nuestra vida, y en Filipenses 1:27 el mismo Pablo nos dice que debemos comportarnos como es digno del evangelio de Cristo. Queridos hermanos, ¿Cuál es la cosmovisión que rige tu vida? ¿Cuáles son las ideas que moldean tu forma de ser y comportarte? El evangelio debe ser el motor de todos nuestros quehaceres, ideales y emociones. Así, podemos ver nuestra misión como Iglesia con los ojos de Cristo, y desde esta posición hacer discípulos.

  • No dudes de la recreación de Dios:

Cuando las Escrituras dicen que Dios nos hace nuevas criaturas, y que las cosas viejas pasaron, confiamos en estas afirmaciones porque ponemos nuestra Fe en la obra suficiente de Cristo. Sin embargo, en nuestro día a día, en nuestra praxis, pareciera que creyéramos en recreaciones parciales de Dios. Como si fuésemos medias nuevas criaturas, la vida vieja aún está presente y en algunos casos pareciera que nunca se fue, aún no ha llegado lo nuevo, evidenciando una falta de Fe.

Sin duda, hay áreas en nuestra vida que deben ser moldeadas aun por el alfarero, pero eso no quiere decir que la obra de Cristo es imperfecta, nosotros lo somos, pero la justificación por medio de la Fe es una realidad espiritual verdadera.

Cuando pecas y perseveras en ese pecado, y no hay dolor ni arrepentimiento genuino por la ofensa a Dios, necesariamente debes hacer un cuestionamiento a tu Fe. Pero si estas de la mano de Cristo, y junto a otros hermanos luchas por agradar a Dios, querido hermano vuélvete a predicar el evangelio y vuelve a las raíces más básicas del mensaje de reconciliación.

La mayoría de las veces estas dudas nacen porque aún no hemos renunciado a nuestra propia justicia, bondad y autoconfianza y queremos regresar a Dios basados en nuestras obras.

Querido hermano deja de remar en contra de la corriente de la Gracia, saca tus remos y déjate llevar por los méritos de Cristo, arrepiéntete de tus pecados y reconcíliate con el buen Salvador, promueve en tu propia vida una cultura que confíe en el poder del evangelio

  • Siendo buenos administradores de la Palabra de reconciliación:

La Iglesia es el único organismo en el mundo que puede hacer el trabajo de reconciliación entre Dios y los hombres, por medio de Cristo. No existe una metodología de evangelización que no sea establecer relaciones con los perdidos y ofrecerles el evangelio. Hay papás y mamás que han llevado a gente a Cristo más que cientos de campañas evangelísticas. ¿Por qué? Por la consistencia del evangelio en sus vidas y el mensaje no adulterado del evangelio. Como dice Mack Stiles podemos tener doctrina del evangelio y no tener una vida impregnada de la cultura del evangelio, eso es hipocresía, o podemos tener cultura del evangelio, pero una doctrina débil del evangelio lo cual es sinónimo de fragilidad, pero si existen las dos tanto doctrina como cultura, el poder de Dios se hace presente en medio de una comunidad.

Miren lo que dice Pablo en 2 Corintios 6:1

“Así, pues, nosotros, como colaboradores suyos, os exhortamos también a que no recibáis en vano la gracia de Dios”

El precio de nuestra redención fue muy alto para que nosotros jugásemos con esta Palabra de reconciliación que nos ha sido dada, guardémosla pura como una joya de gran precio.

  • Ser embajador es sinónimo de pérdida:

Ser embajador es un título que convoca honra para quien es designado a esta labor, y en la mayoría de los casos los embajadores gozan de grandes privilegios.

Sin embargo, Pablo, nos dice que ser Embajador para él le ha traído mucha paciencia, tribulaciones, necesidades, angustias; azotes, cárceles, tumultos, trabajos, desvelos y ayunos (2 corintios 6:4-5), él precio de reconciliar a los elegidos con Dios es una realidad para los colaboradores del ministerio de la reconciliación.

Pero hermano ¿No dijiste que Cristo pago todo? Pues sí. Pero, como nuestro Maestro sufrió por nosotros estamos dispuestos a trabajar y aun sufrir por él. En la actualidad no sufrimos la persecución que vivieron los apóstoles, tenemos el privilegio de vivir en este país y esta sociedad. Sin embargo, ¿Cuál es el método de evangelización más cotidiano hoy? Tener relaciones endebles con algunas personas interesadas en el cristianismo y pasarles un video de Pablo Washer para que la obra del Espíritu Santo se haga manifiesta. No queridos hermanos, la semana pasada se nos hacía ver como demostrar un amor entrañable por los hermanos, no un amor moderado, no un amor cimentado en las arenas de la displicencia, sino un amor cimentado en el evangelio. Entregarnos al ministerio del discipulado, al ministerio de la reconciliación requiere perder tiempo, dinero, esfuerzo, confianza, etc.

Pablo tenía un ministerio tal que no daba a nadie ocasión de tropiezo, con tal de que el ministerio de reconciliación no sea vituperado (2 Corintios 6:3). Amados ¿Cuánto invertimos en esto? ¿Estamos dispuestos a perder? Si tu respuesta es no, lamentablemente estás haciendo vana la gracia de Dios.

Evangelio y sucedáneos: Un pisco sour no es lo mismo con un sucedáneo de limón que con limón de pica, no es lo mismo una hamburguesa de soya que una hamburguesa de vacuno. En ambos ejemplos se utilizan sucedáneos que vienen a reemplazar la calidad original de cada producto, pero no igualar. Algo similar pasa con el Evangelio, el cual ha venido a ser reemplazado por trucos, métodos, técnicas, personalidades, entretenimiento y circo. El precioso pasaje de 2 Corintios 5:21 ha sido reemplazado por sucedáneos que no convierten el corazón del hombre, sino que los hombres son embelesados con palabras, con palabras livianas que dicen paz, paz y no paz. Cada vez que pase esto con nosotros es porque nos sentimos avergonzados del evangelio y el poder de Dios se esconde detrás de hombres inútiles y apáticos. No escondamos la gema del Evangelio, es lo único que puede reconciliar a los hombres con Dios, mientras más experimentemos como Iglesia el Evangelio de Cristo más naturalmente el evangelio emanará de nuestros labios y saldrá por los poros de la congregación, nuestra comunión gira en torno a este mensaje (Filipenses 1:5), cantamos y oramos el Evangelio, porque no hay otro mensaje, no hay otra vía para reconciliar a los hombres con este maravilloso Dios.