Salmo 130: Gracia Abundante

En los sermones anteriores: La escandalosa Gracia de Dios (Historia de Judá y Tamar) y Gracia para los despiadados (Historia del Rey Manasés), pudimos observar diferentes aristas de la Gracia de Dios, y en cada uno de ellos podíamos ver el alcance de la Gracia y sus implicancias para nosotros Hoy. Ahora nos centraremos en el salmo 130, el cual es un salmo penitencial, en donde vemos a un personaje clamando profundamente afectada por la culpa de su pecado. Martin Lutero nos dice también que este Salmo es paulino, ya que se despliega la doctrina de la Salvación por medio de la Fe.

Una petición desde lo profundo:

El salmo inicia con un clamor desde lo profundo, desde un foso, desde las fauces de la tierra, este clamor invoca dolor, desesperación, angustia, sombra y  muerte. Esta agonizante situación se ve reflejada en otros salmos como el Salmo 40:2 en donde el salmista narra que está en un pozo de desesperación, en lodo cenagoso, no da pie, está suspendido en las aguas, anegado hasta el cuello. Algo muy similar nos muestra el salmo 69:1- 2 que nos dice “Sálvame, oh Dios, porque las aguas han entrado hasta el alma. Estoy hundido en cieno profundo, donde no hay  pie; soy venido en profundos de aguas, y la corriente me ha anegado”. Lo que esta persona está experimentando es la sensación de vacío por su profundo pecado, no es sólo una imagen ilustrativa, sino que todo su ser está en la oscuridad, es su corrupción que lo tiene sujeto a las profundidades, es su degeneración. El mar de pecado que está encima de esta persona no es más que un abismo de dolor, él esta ajeno a la vida de Dios, está totalmente inhabilitado de hacer algo por sí mismo o que alguien haga algo por él, está totalmente sólo, al igual que Manasés en Asiria, lo único que puede efectuar es un clamor a Dios. Recordemos hermanos que varios personajes de las escrituras experimentaron esta sensación de forma literal y espiritual: José fue puesto en un pozo sin agua, y sus hermanos se sentaron a comer mientras él probablemente agonizaba en gritos y llantos desesperados. Jonás  cuando es tragado por el pez nos dice “Clamé de mi tribulación al SEÑOR… Del vientre del infierno clamé...” (Jonás  2:2). Nuestro amado Apóstol Pedro en su caminata sobre el mar  observó el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! (Mateo 14:30).  Daniel fue puesto en un foso con leones y quieto él rogo y clamó al Señor o Jeremías quien nos dice Lamentaciones 3:55: Invoqué tu nombre, oh SEÑOR, desde la cárcel profunda. Cada uno de estos personajes clamó al Dios del Cielo y de la Tierra, ¿Tú has clamado de esta forma? ¿Has clamado con una fuerza desesperante esperando tu redención? ¿Te has visto indefenso, preso de tu pecado? Reconociendo que la salvación de tu ser, de tu vida se debe manifestar desde fuera de ti, desde fuera de nosotros, que necesitas un salvador, que necesitas una mano externa que te saque del foso de la desesperación.

En el verso dos observamos que nuestro salmista ruega al Señor exclamándole: Señor oye mi voz, estén atentos tus oídos a la voz de mi súplica. A pesar de la situación desesperante, de la agonía y angustia este orador posee un conocimiento: sabe que existe la posibilidad que este Dios misericordioso le escuche, y no sólo eso sino que suplica toda su atención, él recurre a las promesas y fidelidades de este buen Señor, se refugia en el corazón tierno de este Dios, tal cual lo dice el salmo 119:149 Oye mi voz conforme á tu misericordia; o el Salmo 18:6  “En mi angustia llamé al SEÑOR, y clamé a mi Dios. El  oyó mi voz desde su templo, y mi clamor llegó delante de él, a sus oídos” Esta angustiada persona ha escuchado  de la piedad del Omnipotente y sabe que otros clamaron y fueron escuchados, él sabe que Elías oro y lluvia cayó, que oró Josué y el sol se paró, que una angustiada Ana fue mirada con misericordia, que el recto Job fue escuchado en medio de la soledad, la enfermedad y la miseria, que al igual que Naamán existía la posibilidad de ser sumergido en las aguas de la misericordia de Dios y ser sanado de la lepra del pecado. Amados los oídos de nuestro Dios están atentos, están abiertos, el que hizo el oído ¿No escuchará? El mismo nos dice en 2 Crónicas 7: 14 y 15

“Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus caminos malos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra. Ahora estarán abiertos mis ojos, y atentos mis oídos, a la oración en este lugar”.

El perdón que produce temor:

Ahora contrasten este pasaje que acabamos de leer con el versículo 3 del Salmo 130: Señor, si mirares a los pecados, ¿Quién, oh Señor, podrá mantenerse? El orador quiere toda la atención de Dios, y Dios promete dicha atención poniendo sus ojos y sus oídos atentos al individuo perdido, sin embargo, esta pregunta resulta retórica, ya que la respuesta es obvia ¿quién puede mantenerse en pie? Pues nadie. Y al mismo tiempo es una pregunta que resulta paradójica, porque el personaje quiere ser escuchado, pero no desea que los ojos de Dios se posen sobre su pecado porque no podría estar en pie, no podría soportar la mirada de esos ojos santos que son muy limpios para ver el mal (Habacuc 1:13). Porque este Dios no ve nuestra carne, ni nuestra apariencia como lo hace el hombre, sino que explora lo profundo de nuestro corazón insensato, tal cual lo dice el Salmo 11:4 sus párpados nos prueban, nuestros caminos son conocidos por él, nuestra maldad está ante su presencia, ¿Quién no temblaría en sus rodillas delante del Juez de toda la tierra? Nosotros proclamamos lo que dice Romanos que si Dios es por nosotros ¿quién contra nosotros? Ahora la situación es contraria ¿Quién es por nosotros si Dios está en nuestra contra? ¿En qué o en quien podríamos encontrar refugio? Cuando estudiamos el libro de apocalipsis pudimos observar la ira del Cordero y se nos describía lo siguiente:

Apocalipsis 6:15 – 17 Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes;  y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?

Es mejor para los impíos que un monte los sepulte que estar ante la ira del Cordero, es mejor que las peñas los escondan que él Señor mire su interior y aplique su justo juicio. Imagínate estar ante la ira de Hitler, de Stalin, de Mao Tse Tung, Nerón, Franco u otros dictadores, sus miradas de ira son compasivas comparadas con la de un Dios totalmente Justo, totalmente Santo porque éste contempla los andrajosos vestigios de nuestro interior. Pero al mismo tiempo el salmista sabe que no hay otro amparo más que en sus manos cariñosas y llenas de Gracia. Por eso el Salmo 130 en su versículo 4 es maravilloso, porque aparece un glorioso “PERO”, sé que no soy digno, sé que no hay respuesta en mí, pero en ti hay perdón, para que seas reverenciado, el perdón es asunto tuyo, es parte de tu jurisdicción divina, esto es competencia tuya y solo tuya, como dice el himno sólo en la sangre de Jesús hay perdón, por eso Nehemías 9:17 nos muestra claramente .. Pero tú, eres  Dios  de perdones, clemente y piadoso, tardo para la ira, y de mucha misericordia. Este perdón no es motivado simplemente por la miseria que está experimentando esta persona, sino que es la propia voluntad de Dios el detonante de la Gracia, la motivación es su propia gloria y así lo ilustra el Salmo 25:11 Por tu Nombre, oh SEÑOR, perdona también mi pecado; porque es grande.

Este perdón genera reverencia en nuestros  corazones, nos insta temor, tal cual dice un comentarista: “El perdón que Dios otorga no conduce a una vida de pereza, sino a un piadoso temor de Dios. El alma que ha sido perdonada, teme ofender al Dios perdonador. La misericordia es un antiséptico contra la depravación”  Por eso es que cantamos en el himno Sublime Gracia que su Gracia me enseño ¿a qué?  A TEMER. Su gracia no es gratuita porque sea barata, sino que es gratuita porque es imposible de costear por nuestros propios medios, por eso que el Padre demolió a su Hijo en la Cruz, el costo de nuestra redención era infinita, por eso su gracia es una gracia que también nos disciplina, nos amonesta y genera un temor que es limpio, que es manantial de vida y permanece por siempre en nuestros corazones por medio del E.S.

El temor que Dios pone en nosotros (Ezequiel 32:40) es tal que no nos podemos apartar de nuestro amado, encontramos todo en él y no necesitamos más. Miren esta descripción del temor a Dios:

Proverbios 8:13 El temor del SEÑOR es  aborrecer el mal; la soberbia, la arrogancia, el mal camino, y la boca perversa, aborrezco.

En la última película de la trilogía de Batman que salió hace algunos años, éste antihéroe estaba en un pozo donde ningún hombre común podía salir, era una prisión sin escape. Batman intenta en varias ocasiones tratar de salir, pero fracasa en sus intentos, hasta que un anciano le indica que él había perdido la motivación más grande que un hombre natural puede tener, el miedo a la muerte, y que si ese impulso lo envolvía nuevamente podría dar el gran salto espiritual para salir de ese lugar, es decir, la salida estaba en su interior, él mismo podía ejecutar la obra redentora. Por el contrario, el temor de Dios nos impulsa sólo a depender de Cristo y sólo en Cristo. Cualquier motivación interna es escasa, pero si has sido perdonado y eres objeto del amor de Dios, si realmente tu corazón ha sido transformado y regenerado, si eres una nueva criatura, sentirás diferente, caminarás diferente, pensarás diferente, porque eres un nuevo ser, las cosas viejas pasaron, los vendavales de iniquidades han quedado atrás, hay un cambio ontológico en tu interior. Quien obtiene el perdón de sus pecados teme a Dios, anhela su gracia y desprecia el camino de los malos.

Una espera cimentada en la Fe

Siguiendo con el los versículos 5 y 6 se nos muestra la siguiente escena: Esperé yo a Jehová, esperó mi alma; en su palabra he esperado. Mi alma espera a Jehová. Más que los centinelas a la mañana, más que los vigilantes a la mañana.

Nuestro asolado personaje nos explica ahora que su esperanza está puesta en Jehová, es decir, su Fe está depositada y arraigada en Dios, no en príncipes, hombres, religiones, ideologías ni filosofías. Su mente, cuerpo y alma esperan en Dios, por eso es que en la poesía descrita es tan enfático, espera en Jehová, su alma le espera, espera en su palabra y lo repite constantemente para darnos una idea de su obstinada persistencia en la salvación que sólo Dios puede ofrecer, y no espera a Dios como una idea abstracta, sino que es la Palabra el detonante de su larga espera, su cabeza se recuesta en las promesas vertidas por Dios en las Escrituras, en la veracidad que emana de cada una de las fidelidades de Dios. Hermanos recuerdan a los 33, los mineros atrapados en la mina San José, su imposibilidad de hacer algo por sí mismos, la posibilidad de aportar a su salida era nula, ¿Qué era lo único que podían hacer? Sólo esperar la liberación por medio de la capsula Fénix, solo tenían Fe de que los rescatistas podrían extraerles de tan asfixiante situación. Si comparamos la espera de estos mineros con la de un agonizante moribundo muerto en delitos y pecados, no es más que lo que nosotros esperamos un plato caliente en un microondas. Esta espera es una exclamación en donde nos cansamos de llamar, donde la garganta se enronquece, donde desfallecen los ojos y el alma, en donde no podemos exigir tiempos, lugares ni condiciones de redención, los que esperan a Dios esperan en que él quiera socorrerlos, cuando, cómo, dónde y por medio de que los salvará solo es potestad de Dios, el alma contrita y humillada no duda de la promesa,  pero no la describe, no la enmarca bajo condiciones, porque no tiene nada que ofrecer. Hay una canción de JAR que dice: “espérame dueño de mi amor espérame serás mi primera cita ahí estaré”. Dicha canción muestra el error teológico en el cual está inmerso el mundo de la alabanza contemporánea, no hay ningún salmo o proverbio en que se nos muestre a Dios esperando al hombre pecador, como si Dios estuviera necesitado, es todo lo opuesto, constantemente las Escrituras nos llaman a esperar pacientemente en él: Sea tu misericordia, oh Jehová, sobre nosotros, según esperamos en ti (Salmo 33:22)

El salmo agrega que su espera es comparable a la de los centinelas esperando la mañana, como señalando ese tiempo como su instante de redención, de liberación, la hora más oscura para el centinela era entre las 3 y 6 de la mañana, cuando las tinieblas son más densas y profundas, pero a la vez, es el período en donde más cerca está la mañana, por eso la escritura nos dice en el Salmo 30:5 “Por la noche durará el lloro,  Y a la mañana vendrá la alegría”, nuestras almas al ser redimidas van de la noche al día, de la tarde al resplandor del alba, cuando Dios nos hace nuevas criaturas nuestra noche se transforma en un día claro porque el lucero de la mañana ha alumbrado nuestros corazones (2 Pedro 1:19). Por eso amados hermanos, esperemos en Dios, en su Gracia, porque ya raya el amanecer con su sol de justicia, mientras tanto anticipémonos a la aurora a clamar y esperar en su palabra (Salmo 119:47)

La abundante redención de Dios:

Espere Israel a Jehová, Porque en Jehová hay misericordia, Y abundante redención con él; Y él redimirá a Israel De todos sus pecados.

Ahora la oración se abre como una súplica general de un pueblo, hay ensanchamiento a una comunidad que padece las mismas penurias de nuestro personaje central, es todo el Israel de Dios esperando la manifestación del Salvador, y los motivos de esa espera se basan en dos atributos: La Misericordia y la  abundante Redención (Gracia). Siendo pecadores hundidos en el pozo de la desesperación, blasfemos e injuriadores como dice el Apóstol Pablo (Timoteo 1:13) somos recibidos en misericordia. Como el hijo pródigo nos acordamos que nuestro Padre es bueno y que aún los jornaleros de la casa del Padre tienen abundancia de pan, nos acordamos que su misericordia es alta hasta los cielos (Salmo 57:10), que él es misericordioso con todos los que le invocan (Salmo 86:5), que su misericordia es para siempre. Siendo sus enemigos él sale a nuestro encuentro y nos llama hijos, nos llama pueblo. Por esto:

“Deje el impío su camino; y el varón inicuo, sus pensamientos; y vuélvase al SEÑOR, el cual tendrá de él misericordia; y al Dios nuestro, el cual será grande en perdonar”  Isaías (55:7)

También se nos dice que esta redención que emana de Dios es abundante, que el pozo cenagoso ya no es nuestra prisión, sino que un mar de Gracia emerge del fondo y nos eleva hacia la superficie donde podemos ver a Dios y se nos concede alas de Gracia para volar hacia el dador de la vida. Tomemos atención a este pasaje:

Tito 3:5 - 6 Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros habíamos hecho, mas por su misericordia nos salvó, por el lavamiento de la regeneración, y de la renovación del Espíritu Santo; El cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador,

Esta redención en Jesucristo no es limitada como la que las ideologías humanas ofrecen, ya que cada una de ellas se basa en nuestro desempeño, en nuestra propia capacidad, la cual es limitada, por ejemplo la Internacional Socialista entona: “Ni en dioses, reyes ni tribunos, está el supremo salvador. Nosotros mismos realicemos el esfuerzo redentor”

Esto es falso, no podemos autoredimirnos, no hay parientes cercanos que nos puedan salvar, ni amigos, ni compañeros, sólo en Jesús está la solución para el real problema que nos atañe como seres humanos, nuestra rebelión, independencia y autosuficiencia son nuestras debilidades, nuestra humillación, dependencia e insuficiencia son las marcas para alcanzar esta gracia abundante, la cual nos redimirá de todos y cada uno de nuestros pecados, ¿Te das cuenta de esta realidad amado hermano? Cristo mismo se hará cargo de limpiarnos total y abundantemente. Él nos dice:

Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. (Ezequiel 36:26)

Para de luchar en tus fuerzas, para de abrazar tu propio esfuerzo, quita tu mirada de ti mismo, detente, mira al Salvador Jesús, espera en la redención que él nos dá, despójate de los escombros religiosos que hay en tu corazón y abraza este evangelio de Gracia, el cual se basa en las capacidades y bondades del Buen Jesús y no en nuestros torpes intentos de autoredención, esa es la naturaleza de la Gracia.

Gracia abundante de una agonía abundante

Te has preguntado ¿Por qué somos objetos de una Gracia abundante y gratuita? ¿Por qué es que Dios la ofrece de esta forma?  La respuesta es clara: Porque el precio de esta redención fue pagada por Jesucristo su Hijo. ¿Lo dimensionas? ¿Lo comprendes?

Vamos al Salmo 22, nos estacionaremos en esta lectura para finalizar. Este salmo es llamado el quinto evangelio, y en las palabras de David podemos ver que se nos narra la crucifixión del Señor. Los versos 1 y 2 dicen: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor? Dios mío, clamo de día, y no respondes; Y de noche, y no hay para mí reposo”

El Salmo 130 ¿Cómo iniciaba? De lo profundo Oh Señor a ti clamo, y pide la atención total de Dios. Cada persona que clamo a Dios fue escuchada y liberada, miren el verso 5 del Salmo 22: “Clamaron a ti, y fueron librados; Confiaron en ti, y no fueron avergonzados”

¡Te das cuenta¡ El perfecto Hijo de Dios clavado en la cruz del calvario, gimiendo a Dios  no fue escuchado, más bien fue abandonado por su propio Padre. Es la primera vez que Jesús se dirige al Altísimo como Dios y no como su Padre, por primera vez desde la eternidad la perfecta comunión de Amor entre el Padre y el Hijo es interrumpida por el peso de nuestras iniquidades que nuestro Salvador llevaba en sus lomos.

Amados nuestro clamor de redención es escuchada y oída porque al Hijo no se le tomó en cuenta en medio de la aflicción, más bien fue azotado.

El salmo 130 en el verso 3 nos decía lo siguiente: Señor, si mirares a los pecados, ¿Quién, oh Señor, podrá mantenerse? Alguien debía mantenerse erguido, alguien debía abrir las puertas del cielo para nosotros, alguien debía afrontar la ira de Dios por nuestros pecados y ese fue nuestro Señor. Él voluntariamente se ofreció al Padre por nosotros para soportar nuestro castigo, porque sólo Dios puede soportar el castigo de Dios, él sufrió mil infiernos. ¿Qué aflicciones y sensaciones debió haber experimentado el Salvador al ser dejado por su Padre?  ¿Qué abismo hondo debe haber sorbido su interior? Él sabía lo que experimentaría, el conocía las Escrituras, él conocía este Salmo y reconocía que esta separación se producía por lo que enuncia el verso 3 de este Salmo: “Pero tú eres santo”. Amados Dios no toma el pecado a la ligera, en nuestra ignorancia nosotros sí, pero por las consecuencias atroces del pecado, el Hijo de Dios tuvo que morir y fue una muerte feroz. Cristo se transformó en el desechado y despreciado de las naciones:

“Más él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” (Isaías 53:5)

El Salmo 130 en el verso 5 nos habla de la espera de los redimidos de Jehová y de la segura respuesta que él da al pecador, y esto lo reafirma el Salmo 22:4 “En ti esperaron nuestros padres; Esperaron, y tú los libraste”

Daniel, José, Jonás, Jeremías, Ana, Abraham, Jacob, Pedro, Pablo y cada uno de los redimidos, esperaron en Dios y fueron librados, pero el Hijo no.

El verso 6 del Salmo 130 nos hablaba del tiempo de la mañana, como un instante de libertad, pero Jesús clamó de noche y de día, sin embargo, su día se transformó en noche:

Mateo 27: 45- 46 Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.  Y cerca de la hora novena, Jesús exclamó con gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?

El momento del día donde más resplandece el alba no existió para nuestro Señor, sino que densas tinieblas le rodearon, y el abandono del Padre se hacía cada vez más palpable, como un ciervo asechado por el cazador nocturno no alcanzó a ver el alba porque una muerte cruel le sobrevino

Finalmente el Salmo 130 nos hablaba de la abundante redención que hay en Dios, y ésta se sustenta en que Dios mismo se hizo hombre y fue desfigurado, tratado menos que un gusano por nuestra liberación, y el Padre vio el fruto de la aflicción de su alma (una gran aflicción), y quedo satisfecho; por su conocimiento justificó a muchos, y llevó cada una de nuestras iniquidades (Isaías 53:11). Cada mirada obscena, cada acto de pedofilia, cada aborto, cada pecado sexual, cada acto de injusticia social, sobornos, avaricia, injusticias, cobardía, soberbia, ira, cada pecado tuyo y mío fue puesto sobre él, para que nosotros tuviéramos una vida de abundancia.

Él se introdujo al foso por nosotros y las aguas lo ahogaron, él clamo, pero fue no escuchado, no pudo ver la mañana de libertad que nosotros gozamos y por esto podemos cantar el Salmo 103:

Bendice, alma mía, a Jehová, Y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, Y no olvides ninguno de sus beneficios. Él es quien perdona todas tus iniquidades, El que sana todas tus dolencias; El que rescata del hoyo tu vida, El que te corona de favores y misericordias.

¿Quieres gozar de esta Gracia? ¿Quieres experimentarla? Ven a él con tus manos llenas de arrepentimiento y Fe en el Salvador Jesús. Cree en esta Sublime Gracia.