Nos encontramos en el octavo sermón de la serie de Malaquías: ¿A quién honran ustedes? Y como hemos dicho, si quisiéramos leer un resumen de todo el A.T, Malaquías es un buen libro para conocer la historia entre Dios e Israel. En el último sermón titulado ¿Creen ustedes en la Justicia de Dios? Observamos como los judíos acusan a Dios de inconstancia y falta de fiabilidad (2:17). El espiral descendente de los judíos se ha ampliado vertiginosamente, desconfían de los métodos de Dios, le acusan de corrupción en su carácter, impunidad en su juicio e inactividad en su providencia. Culpan al mismo Dios de los problemas que tienen con él. Sin embargo, el Señor responde a sus preguntas, diciéndoles que él, la justicia, encarnaría, y en su primera venida vendría a morir por los injustos, a limpiar a los hijos de Leví con fuego y jabón, pero también, que él vendría nuevamente, para juzgar con justo juicio a justos e injustos. En esta sección de Malaquías el profeta empieza a cerrar su profecía, y como uno de sus puntos culmines inicia un discurso hacia el corazón de Israel sobre lo que debían dar al Señor de todo.

  1. La inmutabilidad de Dios: el eterno consuelo para los hijos de Jacob.

Porque yo, el SEÑOR, no cambio; por eso vosotros, oh hijos de Jacob, no habéis sido consumidos. Desde los días de vuestros padres os habéis apartado de mis estatutos y no los habéis guardado. Volved a mí y yo volveré a vosotros--dice el SEÑOR de los ejércitos (Mal 3:6-7)

Toda la humanidad constantemente está en busca de estabilidad y solidez en sus relaciones. Todos buscamos algo que se llama: amor incondicional. Buscamos ese tipo de amor en cada uno de nuestros vínculos más profundos: en la amistad, en la familia y en nuestras relaciones matrimoniales. Tenemos en nuestra cultura frases que nos hablan que un “amigo es una luz brillando en la oscuridad”, “ no hay amor como el de una madre”, o “te amaré en la salud, en la enfermedad, en la pobreza, hasta que la muerte nos separe”, y sin lugar a dudas, muchos de nosotros han visto pruebas de este tipo de amor: amigos que mueren por sus amigos, madres que visitan a sus hijos de forma incondicional en las cárceles haciendo esfuerzos titánicos por llevarles las mejores prendas de vestir, o relatos de la vida real llevados a una novela o la televisión sobre el amor de una pareja de novios que se aman apasionadamente. Y todas estas expresiones nos parecen indicar que al ser humano le pertenecen las frases que contienen los “siempres” y los “nuncas”. Decimos “siempre te voy a amar”, “nunca te dejaré”, “siempre estaré contigo en las buenas y en las malas”, “nunca te olvidaré”; pero lamentablemente, no somos inmutables, y menos aún en nuestras promesas. El fiel reflejo de nuestros juramentos vacíos lo podemos ver reflejado en nuestro hermano y apóstol Pedro. El Señor les dijo a sus discípulos “todos ustedes se van a escandalizar de mí esta noche” (Mat. 26:31); pero Pedro le dijo: Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré (Mateo 26:33). Todo apunta a que esas frases no nos pertenecen, sino que tienen un único dueño, el inmutable, el Dios de Israel, él no cambia como los astros o como las sombras cambian de posición (Stg.1:17).

Nosotros estamos en continuo cambio, segundo a segundo, cada una de nuestras células cambia, envejecemos, nuestras decisiones y propósitos dependen de los diferentes escenarios que nos rodean, nuestro carácter es frágil, estamos continuamente llegando a ser, somos estrellas erráticas (Judas 13); somos como el mar en tempestad, no podemos estar quietos (Isaías 57:20). Shakespeare lo ilustra bien en Hamlet, quien, ante la muerte de su padre, en la incertidumbre y confusión llego a dudar de su propia existencia ¿Ser o no ser? Mientras que Dios afirma rotundamente: ¡Yo Soy! Y sólo en el podemos hallar descanso y satisfacción, porque sólo él es puro, jamás ha estado en proceso de ser, como cantamos hace un momento en las palabras de Augusto Toplady: “Roca de la eternidad fuiste abierta tu por mí, sé mi escondedero Fiel, sólo encuentro paz en ti”.

Amados, el que Dios sea inmutable en las palabras de Arthur Pink significa que:

él nunca ha mejorado, evolucionado o crecido. Lo que es hoy ha sido, y siempre será, en el rostro eterno no hay arrugas

El texto nos dice que la razón, el fundamento, el cimiento de la existencia de Israel como pueblo es que: el no cambia, su inmutabilidad, por eso no habían sido consumidos. Lo que los judíos en esta sección de Malaquías piensan es que Dios había cambiado, porque no había ejecutado juicio sobre los inicuos, creían que la justicia de Dios y sus estándares habían sufrido variación. Pero el Señor les dice: “Ustedes están equivocados, yo no he cambiado, los que han cambiado son ustedes, aun sigo siendo el Dios del juicio, ustedes al no ser consumidos, son la prueba tangible de que yo no cambio, que sigo Fiel a mi Palabra, son ustedes quienes desde los días de sus padres día a día me han cambiado por sus propios ídolos, y han cambiado mis preceptos por sus propios conceptos”.

Y el Señor para hacer aun más clara su declaración, les recuerda que son hijos de Jacob, que su origen reside en un hombre tan cambiante como el viento, quien fue astuto, malicioso y engañador con su padre Isaac, con su hermano Esaú, con su tío Labán, y para curarlo de sus vaivenes pecaminosos Dios tuvo que luchar con él. Los Israelitas en este momento de su historia representaban fielmente a su padre Jacob, pero Dios a través de la descendencia de ese hombre enviaría al Mesías, el ángel del pacto aparecería para luchar contra los hijos de Jacob, un pueblo duro de cerviz, era necesaria una trasformación en ellos, debían pasar de ser hijos de Jacob, a ser llamados hijos de Israel, si Dios pudo cambiar a Jacob, Dios también puede cambiar a sus hijos, y si él pudo cambiar a Jacob, él puede transformar a cualquiera. Es probable que muchos se sorprendieran en la época de Jacob, muchos pensaban que quizás él que nunca cambiaría, pero sufrió una transformación, y la gente dijo: ya no se llama más Jacob ahora se llama Israel, él camina diferente porque se encontró con Dios, y quien vuelve a Dios indefectiblemente sufrirá una transformación del corazón.

La oferta del Señor sigue intacta desde la Eternidad, pasando por el huerto del Edén, pasando por Egipto, por la tierra Prometida, por Babilonia, la oferta es siempre la misma: vuelvan a mí. Ese es el imperativo de los siglos para la novia de Cristo, vuelvan a mí, su Evangelio no cambia, el no retrocederá en salvar a los suyos, la promesa de salvarles y restaurarles sigue vigente como el primer día, ese es el ancla de la esperanza para su pueblo, su inmutabilidad.

Cuando nosotros nos reconciliamos con nuestros amigos, familia o esposa, muchas veces cambiamos nuestras promesas, decimos: “Te perdono, pero debes hacer esto o aquello”; “empecemos de nuevo, pero no podré amarte como antes”; en cambio Dios ofrece amor sin condiciones, el Señor no entrega de mala gana el perdón a aquellos que se arrepienten, cuando él observa que se mueven hacia él, Dios amorosamente se mueve hacia al arrepentido, él corre a abrazar a su hijo, a su pueblo, este texto, “volveos a mí y yo me volveré a vosotros”, no nos habla de una forma arminiana de reconciliación, como si nosotros hiciéramos el 50% de la obra y Dios el otro 50%, notemos que aquí el Señor no le habla a inconversos, Dios le habla a su hijo Israel, él habla a un pueblo que ha perdido comunión intima con su Salvador, y él con cuerdas de amor atrae a los suyos, Zacarías 50 años atrás les había hablado las mismas palabras, ahora es Malaquías quien se levanta para que el pueblo retornara al redil ¿Qué esperamos para volvernos a Cristo? ¿Qué nuevas promesas necesitamos para volver a él? Amados, su voz sigue siendo la misma para orientarte, su vara y su cayado están intactos para apacentarte, sus pastos delicados siguen teniendo la misma calidad para cobijarte, él aún extiende su mano para abrazarte, la oferta aun sigue siendo gratuita porque el gran precio por nuestros pecados lo pagó Cristo en la Cruz, misma reconciliación que le ofreció a David, a Pedro, a Pablo, al mismo Jacob,  la está ofreciendo hoy, sus misericordias nunca han decaído, hermanos, no te debes preguntar si hoy el Señor estará con ganas de recibirte, él esta con sus brazos abiertos a nuestras miserias y necesidades, amados, él aborrece el divorcio, por lo tanto, esta dispuesto a perdonar y a reanudar nuestra relación con él como el primer día.   Y como dijo A. W Tozer:

“Hoy, en este mismo instante, siente hacia todas sus criaturas, los bebés, los enfermos, los caídos, los pecadores, lo mismo que sintió cuando envió a su unigénito Hijo al mundo para morir por la humanidad” A.W Tozer

¡Que Dios impresionante tenemos ¡¿Te imaginas un dios cambiante? Que primero diga que te ama y a la mañana siguiente voltea su rostro; que promete perdón de pecados, pero un día quebranta su promesa; que te llena de esperanza al decirte que estará contigo hasta el fin del mundo, pero luego de manera repentina te abandona; que te asegura la vida eterna, pero cuando mueres cambia de opinión. Un dios con personalidades múltiples, un dios en constante cambio, sería un dios en el que nadie podría confiar, sería un dios creado a nuestra imagen y semejanza. Pero, el Señor de los ejércitos descrito en este pasaje nos dice:

Sécase la hierba, marchítase la flor; más mi Palabra permanece para siempre  (Isaías 40:8)

Tú dices, que no puedes cambiar, querido amigo y hermano, tú no eres inmutable, y gracias a Dios que no lo somos, porque de serlos estaríamos sin salida, en un estado eterno de condenación, pero David con sus palabras en el Salmo 30:11 nos da esperanza: “tu cambiaste mi lamento en baile”. Pero si deseamos cambiar, es sólo volviendo a Dios, y para volver a él es necesario dejar atrás todo lo que nos impida retornar a él, volver al Señor implica dejar atrás la vergüenza, el orgullo, la soledad y la incertidumbre. Daniel Defoe escritor de Robinson Crusoe nos dice lo siguiente acerca del ser humano:

“no les da vergüenza pecar, y, sin embargo, les da vergüenza arrepentirse; no les da vergüenza aquello que hacen y por lo cual sería justo considerarlos necios, pero les da vergüenza dejar de hacerlo, lo cual haría que les considerara sabios”

Amado hermano y amigo deja la necedad y pasa al bando de los sabios, reconcíliate con Dios por medio de su hijo Jesucristo. Como dijo Charles Spurgeon:viola el pacto con el infierno, escapa hacia Jesús para salvar tu vida, pues Él recibe a todos los fugitivos que así lo hacen”.

Ven a él en arrepentimiento y Fe, confiesa tu pecado, tu falta de comunión e intimidad con Cristo, declara que estas de acuerdo con sus palabras, y él te transformará, no sólo hoy, sino que segundo a segundo, como lo hizo con Jacob, Proverbios 4:18 nos dice: Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, Que va en aumento hasta que el día es perfecto”.

Nosotros vamos hacia él, él viene a nosotros, y experimentamos un constante cambio hacia su semejanza, y comprobamos que nuestra perseverancia no está garantizada porque amemos inmutablemente a Dios, sino porque en su eterno propósito él decidió amarnos inmutablemente de pura Gracia. Necesitamos ese amor que nunca cambia, y sólo Dios puede decir con absoluta veracidad que su amor todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. Solo Jesús puede decir que su amor nunca falla, porque él “es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Heb. 13:8).

Nuestro Dios es el único dueño de los “nuncas” y de los “siempres”, él es el único que puede decir:

El que en mí cree nunca tendrá sed (Juan 6:35) No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia. (Isaías 41:10)
Nunca más me acordaré de tus pecados (Hebreos 10:17) Jehová te pastoreará siempre (Isaías 58:11)
Nunca te dejaré ni te desampararé (Hebreos 13:5) Y te desposaré conmigo para siempre (Oseas 2:19)

Sólo existen dos tipos de cambios que el hombre experimenta día a día, segundo a segundo, y Juan lo ilustra así: El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía (Apc. 22:11)

¿En qué trasformación te encuentras? Cristo nos sigue diciendo vuelvan a mí.

  1. El verdadero Robo del Siglo

Pero decís: "¿Cómo hemos de volver?" ¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me estáis robando. Pero decís: "¿En qué te hemos robado?" En los diezmos y en las ofrendas. Con maldición estáis malditos, porque vosotros, la nación entera, me estáis robando (Mal.3:7b-9)

El año 2014 en el aeropuerto de nuestro país se realizó el robo más grande que haya sucedido en nuestra nación, se le catalogó como el robo del siglo, donde delincuentes sustrajeron 6 mil millones de pesos, desde la losa del terminal aéreo de Santiago, equivalente a 29.000 sueldos mínimos. Nuestra sociedad se indignaba cuando las autoridades no podían encontrar a los culpables, y se indigna más cuando si se le roba al pobre, a la viuda, o al extranjero, pero ¿Cómo deberíamos reaccionar nosotros al saber que se le ha robado a Dios el dador de la vida? y ¿Cómo deberíamos reaccionar al saber que nosotros somos los autores de dicho robo? Eso es lo que dice el texto, “la nación entera que ha robado”. Malaquías es un profeta que confronta áreas incomodas de nuestra vida, nos ha hablado de nuestro servicio sacerdotal, de nuestras relaciones fraternales, de nuestros matrimonios, de nuestras familias, y ahora nos habla del dinero, objeto que puede ser nuestro aliado o nuestro enemigo en el servicio al Señor.

Las riquezas, el dinero, como dice John MacArthur: “es una medida exacta de nuestra moralidad”. Dónde, cómo y en qué gastamos nuestro dinero determinará donde está nuestro corazón (Mat. 6:21). Nuestros gastos direccionan nuestra moralidad y si pudiéramos revisar tu cuenta corriente, tus cheques, o tus gastos podríamos observar en cada peso que es lo que más tú amas en esta vida.

Cuando el Titanic comenzó a hundirse, cada pasajero se llevaba lo que le parecía más importante salvar del naufragio. Una mujer por ejemplo se llevó una caja con dos relojes de oro, dos anillos de diamantes, un collar de zafiros y doscientas coronas danesas. Otra, prefirio llevar una especie de mascota como un cerdo de juguete con música, al que tendría especial cariño. Si hubieras estado en el Titanic ¿Qué hubieras salvado? ¿Qué es lo más importante para ti en esta tierra? Como ves, las riquezas que atesoremos definen lo que amamos. El Señor quiere que su pueblo vuelva a él, pero lo debían evidenciar de una forma práctica, con sus diezmos y ofrendas, él quería que su pueblo demostrara que su sumo bien era él. Pero ¿Por qué de esta forma? Sin duda, todos podemos dar sin amar, pero no podemos amar sin dar, es así como Dios lo definió: De tal manera él amó que dio a su Hijo. Dar es inherente a amar.

Como manejemos nuestro dinero demuestra si tenemos una buena o mala espiritualidad, cada ser humano es administrador de lo que Dios ha dado, porque él es el dueño de todo, suya es la plata, suyo es el oro (Hageo 2:8); la tierra, su plenitud y los habitantes de este planeta son suyos, nuestra alma y cuerpo le pertenecen a él, y él ha declarado la manera en que presentemos todo lo que le pertenece como un sacrificio vivo y santo.

Charles Spurgeon dijo: “El hombre vive sobre la tierra y divide su suelo entre sus reyes y autócratas, pero la tierra no es del hombre; él no es sino un ocupante, uno que la arrienda en forma precaria y que puede ser desahuciado en cualquier momento. El gran terrateniente y verdadero propietario tiene su asiento por encima de las nubes y se ríe de las escrituras y títulos de venta de los gusanos del polvo”.

Ni un centímetro cuadrado de esta tierra te pertenece, ninguna de tus cuentas bancarias es tuya, todas les pertenecen al Señor. Dios esta tan interesado en como administramos lo suyo que 1 de cada 10 versículos de los evangelios nos hablan de la mayordomía. Por lo tanto, la pregunta adecuada para nosotros es: ¿somos buenos o malos administradores de las cosas de Dios?

Los Israelitas no gestionaban sus riquezas como un depósito sagrado que venía de parte de Dios, sino como algo que les pertenecía a ellos, si creemos que Dios es dueño de lo que poseemos podremos ofrendar deliberadamente y generosamente, de lo contrario, si creemos que nosotros somos los dueños nunca podremos dar de forma generosa a Dios. Los judíos valoraban más los dones que al dador de los dones. Cuando a nuestros hijos le dan un regalo ¿Qué intentamos que ellos valoren? ¿El regalo o al dador del regalo? Al parecer nosotros tenemos que aprender esta lección, valorar al dueño de todo.

La realidad del texto es increíble, si Dios es dueño de todo ¿Cómo es posible robarle? Si bien la moneda, el billete, el cheque que tienes en tu bolsillo es de él, no necesariamente acabará siendo usada para su adoración, para sustentar su obra. Amados hermanos, Dios en su soberanía puede compensar todo lo que tú no das, porque él es que sustenta su propia obra, por otro lado, si tú das, no te creas benefactor de Dios, recuerda, que cuando lleguemos a la ciudad celestial, el Señor nos dirá que en lo poco hemos sido fieles, el problema es que si nos declaramos creyentes, y queremos volvernos a Dios, él espera que ames su Palabra, que vuelvas a la definición exacta del pacto entre Dios y los suyos. Cuando hacemos lo contrario, somos parte del robo más grande de todos los siglos, el cual sucede en nuestros servicios de adoración domingo a domingo por todo el mundo, así ¿cómo pretendemos que Dios bendiga a quien le roba?

Los hijos de Jacob preguntan, ¿En qué te hemos robado? Y el Señor por medio de Malaquías contesta: “en vuestros diezmos y ofrendas”. A lo largo de la historia de la redención hemos observado como el pueblo ofrenda a su Dios, Caín y Abel lo hicieron, Abraham quien recibe la promesa del evangelio dio diezmo a Melquisedec, y lo que hizo la ley fue institucionalizar lo que Abraham hizo generosamente, él recibió un adelanto del Evangelio y diezmo. ¿Cuánto más nosotros quienes hemos recibido la revelación completa del inmutable Evangelio? Nosotros somos más deudores de la gracia de lo que fue Abraham, el Señor no diezmó su vida ni su sangre, sino que se entregó por completo por nosotros, esto es algo que debemos contemplar a la hora de dar de nuestras riquezas al Señor. Hemos hablado en varias ocasiones de este tema, pero cabe recordar lo siguiente a través de nuestro hermano Randy Alcorn:

“El diezmo es el método histórico de Dios para hacernos adquirir la costumbre de dar, puede servir como puerta de entrada al gozo de dar por gracia. No es sano considerar al diezmo como el lugar donde detenerse, pero puede ser un buen lugar para comenzar. El diezmo no es el techo de las ofrendas, sino el piso, no es la meta final a la hora de dar, sino solo el lugar de partida”.

Lo que el Señor nos quiere decir a través de Malaquías, es que podemos estar dando nuestro 10%, pero aun así estar robando a Dios, a él no sólo le preocupa el 10% de tus ingresos él también está pendiente del 90% restante de tus ingresos, porque quizás para algunos de ustedes dar el 10% se ha estado transformando en un impuesto, más que una dádiva y sacrificio en olor fragante al Señor. La pregunta entonces es ¿Cuánto podemos retener de lo que Dios nos da? Y tenemos el registro histórico en la ofrenda de la viuda.

Todos los fariseos daban a Dios de lo que les sobraba, y bien puede ser que tu diezmo sea lo que te sobre, y no una ofrenda integra que es lo que Dios esta buscando en los dadores alegres. Vamos a Marcos 12:41: “Estando Jesús sentado delante del arca de la ofrenda, miraba cómo el pueblo echaba dinero en el arca; y muchos ricos echaban mucho”.

Dios quería que observáramos el ejemplo de esta viuda, por eso tanto Marcos como Lucas registran este evento en sus evangelios, y el versículo nos habla que Jesús se sentó a observar “cómo” el pueblo daba, no “cuánto daban. Y amados hermanos, él sigue observando cómo damos nuestras ofrendas, porque la naturaleza de la dádiva revela nuestra situación espiritual, y él esta sumamente interesado en el estado de nuestro amor por él. Y el verso 42 del mismo capítulo, nos dice que era una viuda pobre, y esta palabra pobre, quiere decir que era prácticamente una indigente, ella echó dos blancas, es decir, un cuadrante, y eso era todo su sustento, todo lo que tenía, que correspondía a la 64ava parte de un denario, que era el sueldo de un día de trabajo, a nuestros ojos pareciera ser muy poco, pero, proporcionalmente lo que dio la viuda en comparación a los escribas y fariseos fue descomunal, ella lo dio todo, y un detalle importantísimo es que ella tenía dos monedas, y ¿Por qué es importante este detalle? Porque bien pudo haber dado una moneda y guardarse la otra, pero ella no retuvo nada, porque en su interior ella conocía que su sumo bien, que su porción, era Dios, ella era una verdadera levita, una verdadera adoradora del Dios vivo.

Por otro lado, en el lugar de las ofrendas, en este caso el atrio de las mujeres, había 13 shofares, con formas de carnero, y cuando los fariseos hacían alarde de su supuesta generosidad, echaban sus monedas de cobre, el sonido sería similar a de un tragamonedas cuando libera un premio, en cambio las dos monedas de la viuda eran pequeñas y livianas, y probablemente ni siquiera se escucho el sonido de sus monedas al impactar en el fondo de los shofares, sin embargo, el sonido de sus dos blancas han resonado hasta hoy como un ejemplo generoso de la ofrenda que se debe dar a Dios.

Los afectos de esta viuda estaban centrados en el cielo, no en la tierra, su amor estaba focalizado en Dios y no en el mundo, había un anhelo por obedecer a la Palabra en su vida, aun si eso le costaba su propio sustento. Nuestro trato al dinero será un indicador de la salvación que tenemos en Cristo, Zaqueo lo experimento al restaurar a quienes había defraudado, de tal forma, que el Señor dijo: Hoy ha venido salvación a esta casa. Como dice nuestro hermano David Barceló: No ofrendes para que Dios te dé, ofrenda porque él te ha dado”.

Ahora hermanos el texto nos dice que robar a Dios no queda impune, el hará justicia porque él es Dios justo como vimos en el sermón pasado, y no debemos perder de vista que su inmutabilidad es una espada de doble filo: puede causar completa confianza, pero también puede infundir temor. El Señor enviaría maldición sobre su pueblo, porque es inmutable en sus promesas y juicios, él es inmutable en salvar, pero también en condenar. Si no volvían a Dios, sobre sus cosechas vendrían plagas, la tierra se haría infértil, los mismos cardos y espinos del Edén brotarían. Ellos plantaban semillas para que dieran fruto, pero ¿Qué sembramos nosotros? La semilla del Evangelio. Plantamos otro tipo de semilla y esperamos otro tipo de cosecha, esperamos una siega de conversiones por la proclamación del Evangelio, pero nuestras cosechas pueden ser arruinadas cuando nuestro amor a Dios es tan escaso que no retribuimos lo que le pertenece y el Espíritu Santo se aparta de la Iglesia. Es más, la palabra puede ser predicada con denuedo, pero su poder no es el mismo, cuando no damos a Dios podemos disminuir el potencial del Evangelio en medio de la Iglesia.

Amados ¿Cuántas conversiones ha habido en IBGS? ¿Cuántos matrimonios restaurados? ¿Cuántos han cambiado su cosmovisión de la vida? Y Dios puede utilizar nuestras ofrendas de diversas formas para fomentar el trabajo de la Iglesia, pero si no es así ¿Cómo nos encargara a su grey? Cuando no ofrendamos la influencia de la Iglesia en el mundo sufre consecuencias directas y concretas, por lo tanto, no podemos robarle a Dios sin hacernos daño a nosotros mismos, porque le hacemos daño al cuerpo de Cristo, y eso lo ilustra muy bien Ananías y Safira, quienes quisieron hacer de su ofrenda a Dios una plataforma, pero terminaron dañando al rebaño del Señor. Una de las causas de la infecundidad de la Iglesia es la mezquindad de sus miembros.

Este texto muchas veces se mal utiliza para relacionar lo que damos a nuestra salvación, que por medio de nuestras ofrendas obtenemos la redención en el Señor o que incluso podemos perder nuestra salvación si no damos nuestros diezmos como una imposición. Pero, por otro lado, hermanos, no podemos ignorar lo que el Señor nos dice en este pasaje, cuando no damos al Señor hay consecuencias negativas en nuestras vidas.

Ahora, en el tiempo de Malaquías ¿para que servían los diezmos y las ofrendas? Para el sostenimiento de los levitas y sus familias, para la atención del templo y también para ayudar a las viudas, huérfanos y extranjeros.

Cuando una Iglesia no es capaz de sostener a sus pastores el nombre de Dios y el evangelio es denigrado entre los gentiles, Satanás como dice Calvino usa esta triquiñuela para que la Iglesia quede sin instrucción, horrorizando a muchos ministros, por terror a la pobreza y el hambre. Y esto fue lo que sucedió en este periodo en el tiempo de Malaquías. Nehemías 13:10 nos dice: los levitas y cantores que hacían el servicio habían huido cada uno a su heredad. Y esto es terrible amados hermanos, ¿cuál era la herencia de los levitas? Su herencia era Dios, su porción era Jehová, Asaf el levita así lo ilustra, fuera de ti Señor nada deseo, pero por causa de no dar sus diezmos y ofrendas los levitas tuvieron que abandonar sus labores y cambiar a Dios por las cosas de este mundo, haciéndose el hazmerreír de los pueblos paganos. En Nehemías 10:39 podemos observar que Israel se había comprometido en “no abandonar la casa de nuestro Dios”, y cuando no podemos bendecir a quienes nos presiden, quienes son parte de la familia de la Fe, y a sus propias familias, es que hemos abandonado la casa de nuestro Señor. Y recordemos hermanos que Dios ya ha confrontado a los levitas en el capítulo 2, los pastores de la época, es decir, mi ofrenda a Dios no depende del desempeño de nuestros pastores, sino del desempeño de Cristo en la Cruz, la cual fue perfecta. Miren lo que dice John White:

“A Dios le preocupan los motivos no las cantidades. ¿Le molesta que su Pastor tenga mucho dinero? ¡Entonces duplíquele su sueldo! Para demostrarle que lo ama. ¿Pero no hay mejores maneras para demostrar amor? Claro que las hay, ¿Pero porque no hacerlo de esta manera? ¿Qué pasaría si su sueldo es muy alto? Eso es problema del Pastor. Él podría dar más dinero. Ore para que él tenga sabiduría al manejar lo que él no necesita”.

¿Por qué no pensar de esta manera? Recordemos que los Pastores anuncian el evangelio, y la palabra dice que quienes hacen esto deben vivir del Evangelio, cuando no podemos sustentar a nuestros pastores estamos diciendo que el evangelio no tiene este poder, y reducimos el potencial de la buena noticia.

Amados, con nuestras ofrendas podemos hacer múltiples cosas, bendecir a quienes pasan necesidad, abrir colegios, universidades, hospitales, orfanatos, misiones, escuelas de pastores y maestros, etc. Un buen ejemplo en la Iglesia lo podemos encontrar en el mundo grecorromano, en donde Juliano escribió lo siguiente: “La fe cristiana ha avanzado especialmente gracias al servicio de amor prestado a los extranjeros y al servicio ofrecido en el entierro de los muertos”. Dios puede hacer grandes cosas con nuestras riquezas cuando reconocemos que son de él, pero podemos estar infectados por una maldición cuando no damos frutos generosos al Señor. Amados, Jesús vio una higuera junto a un camino (Mat. 21:19), que tenía hojas, que aparentaba una vida frondosa, pero no daba frutos, eso era Israel, y el Señor maldijo definitivamente a la higuera y nunca más dio fruto, nosotros tenemos el mismo potencial, aparentar tener una vida espiritual rica, pero por dentro estamos podridos, necesitamos volver al Señor.

  1. Cristo: Nuestra verdadera riqueza

Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde. Reprenderé también por vosotros al devorador, y no os destruirá el fruto de la tierra, ni vuestra vid en el campo será estéril, dice Jehová de los ejércitos. Y todas las naciones os dirán bienaventurados; porque seréis tierra deseable, dice Jehová de los ejércitos (Mal.3:10-12)

El Señor exhorta al pueblo a traer sus diezmos de sus cosechas al alfolí, que era una especie de granero, y que en su casa haya alimento. Nosotros no hacemos eso, no manejamos cosechas, ni semillas, ni granos, pero cuando en una Iglesia hay alimento espiritual, cuando se expone con veracidad la Palabra de Dios es porque hay un pueblo detrás intentando dar a Dios lo que le pertenece. Y el texto dice pruébenme, y muchas veces este pasaje se mal utiliza, como si fuéramos a desafiar a Dios a cumplir sus promesas, pero no es eso lo que propone el texto, ya que las promesas expuestas en este pasaje no son nuevas, porque nuestro Dios es inmutable, son las mismas de siempre. ¿En qué entonces debían probar a Dios? En que, si volvían al Señor, él se volvería a ellos; y por causa de su retorno al pacto Dios cumpliría sus promesas porque él es inmutable.

Y el Señor promete algunas cosas cuando volvemos a él: Abundancia, Dios les demuestra generosidad, algo que ellos no tienen, porque su promesa es totalmente desproporcionada a lo que ellos darían, entonces, cuando damos dadivosamente es cuando más nos parecemos al Señor, y él desea que aprendamos de su ejemplo. Dios promete protección, las plagas no podrían destruir sus cosechas, las vides no serían estériles, por lo tanto, la bendición de Dios no podría perderse. De la misma manera, cuando acumulamos tesoros en el cielo, en donde ni la polilla ni el orín pueden corromper, donde los ladrones no pueden hurtar, estamos haciendo riquezas que no pueden perderse, en cambio, todo lo que tienes aquí en la tierra en 100 años no será tuyo, le pertenecerá a otros, las riquezas terrenales son efímeras y volátiles, en cambio las riquezas que tenemos en Cristo son eternas e inmutables.

Por eso es mejor tener todo en el cielo y nada en la tierra, que todo en la tierra y nada en el cielo. Si tus tesoros están aquí en la tierra, cada día que pasa estas más lejos de ellos, pero si están en el cielo, donde está Cristo, a la diestra de Dios cada día estas más cerca de tu verdadera riqueza. Dios promete reputación, sus tierras se convertirían en deseables, todos querrían comercializar con ellos, y para nosotros significa que la Palabra expuesta rendirá fruto, que seremos realmente la tierra fértil que Dios anhela en este mundo para expandir su reino. El Señor nos exige a través de este pasaje nuestro integro servicio, y al volvernos a él, él hará de nosotros plantío del Señor, seremos la sal y la tierra de este mundo. Hermanos, esto aparentemente parecía un riesgo para ellos, las cosechas no habían sido buenas, muchos estaban en una situación precaria, que incluso los llevó a vender a sus propios hijos como esclavos, y Dios los invita a dar, no podemos vivir la vida cristiana sin riesgos, David dijo: “no ofreceré a Jehová mi Dios sacrificios que no cuesten nada” (2 Sam. 24:24). La ofrenda de la viuda es un ejemplo de esto, pero como siempre en la agenda de Dios es prioritaria depositar nuestra Fe en él y en sus promesas, porque sin Fe es imposible agradarle.

Amados, ¿realmente se abrieron las ventanas de los cielos para estos judíos? Para los Israelitas de esta época, la última vez que se habían abierto los cielos fue para recibir el juicio de Dios por medio del diluvio, pero la segunda vez se abrió el cielo fue para que el pan de vida descendiera, el verdadero alimento para el hombre, él ángel del pacto vino a bendecir a los hijos de Jacob, no luchando con ellos, como lo hizo con Jacob su padre, sino dando su vida por ellos, por nosotros, el Israel de Dios, por su sangre vertida en la Cruz nos convertimos en  tierra fértil y bienaventurada, el costo fue que él se hizo maldito con nuestros malditos pecados en la Cruz, el reprendió la plaga devoradora del pecado en nuestras vidas injertándonos en él la vid verdadera,  Jesús plantó la semilla de su inmutable Evangelio en nuestros corazones y brotó vida sobreabundante donde no la había, donde sólo había muerte. Él es nuestra verdadera riqueza.

Isaac Watts en uno de sus himnos ilustra maravillosamente esta idea:

“No broten ya pecado ni tristeza, ni espinas infesten la tierra, Él viene bendiciones derramando, de nosotros maldiciones alejando”

Sobre Israel y muchos gentiles se abrieron las ventanas de los cielos nuevamente, y el Espíritu Santo fue derramado sobre ellos de forma tan poderosa, que la cosecha más grande comenzó y se continúa recogiendo hasta hoy, amados, el Señor no deja una fe autentica sin recompensa.

Amados hermanos, si el sacrificio de Cristo no nos motiva a dar ¿Qué o quién lo hará? Al igual que Cristo hemos sido diseñados para dar, cuando lo hacemos confirmamos la imagen de Dios en nosotros, debemos dar conscientes de las realidades eternas que ya experimentamos en Cristo y conscientes del llamado que nos hace su evangelio.

Debemos dar a Dios porque es un privilegio, así lo consideraron los Macedonios, quienes de su profunda pobreza suplicaron a Pablo poder participar de este tremendo privilegio, probablemente ellos necesitaban, pero el evangelio es contracultural, ellos no tenían y daban.

Debemos ofrendar porque es una responsabilidad con tu Iglesia local, porque nos hemos comprometido como los judíos del tiempo de Nehemías “a no descuidar la casa del Señor”.

Debemos ofrendar con generosidad, como lo hicieron los Macedonios, quienes se dieron primeramente al Señor y luego dieron su ofrenda, según habían prosperado.

Debemos ofrendar porque es una obligación, porque si el Señor te ha capacitado para trabajar y recibes una remuneración, entonces estas en mejores condiciones que la viuda de Marcos 12, que los mismos judíos del tiempo de Malaquías o que los Macedonios quienes eran perseguidos, estaban bajo la extorsionadora economía romana, y tenían periodos de hambruna como lo profetizo Agabo en Hechos 11:28, entonces ¿Cuál es nuestra gran excusa? Pablo exhorta en 1 Corintios 16:2:cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado”, no dice algunos de ustedes, dice cada uno de ustedes dé al Señor, y podrás decir que tienes muchas deudas, pero nuestro estado financiero no invalida nuestra responsabilidad y obligación de dar, recuerda, tú tienes una deuda infinita con tu Salvador que pago el precio infinito por nuestras transgresiones, el himno Fuente de la vida eterna en su versión original en Inglés dice: "Yo estoy todos los días obligado a ser un deudor a esta gracia"; podrás decir, es que soy extranjero y me estoy acomodando en el país, querido hermano, todos somos peregrinos y extranjeros en este mundo, podrás decir, “yo no doy, porque no tengo”, pero es al revés, “no tienes, porque no das”. No busques excusas, deja de robar a Dios, dale lo que le pertenece.

Debemos ofrendar con gozo, Dios bendice al dador alegre, nosotros no concebimos cantar enojados, pues tampoco debemos concebir ofrendar con tristeza, Proverbios 10:22 nos dice: “porque la bendición de Jehová es la que enriquece, y no añade tristeza con ella”.

Amados, esto no significa que debemos esperar estar alegres para ofrendar, ya que durante el acto de ofrendar y después de hacerlo florece el gozo, da a Dios y verás como aparece el gozo. Spurgeon comenta lo siguiente: “Una cosa sé, que un dador alegre siempre desea poder dar diez veces más de lo que da. Un hacedor alegre siempre anhela tener mayor capacidad para hacer más”.

Debemos ofrendar a Dios meditadamente, 2 Corintios 9:7 nos dice: cada uno dé como propuso en su corazón, no de forma impulsiva, medita privadamente, hermano, nadie sabe en la congregación si tu oras, si lees la palabra, de la misma manera nadie sabe si ofrendas lo que debes ofrendar sólo tú y el Señor, pero si no estas ofrendando a Dios, significa que tu corazón no te propone nada, y aun cobijas un corazón de piedra bajo un supuesto árbol frondoso.  No esperes a ganar más dinero para empezar a ofrendar a Dios, “como sirves hoy a Dios le servirás en el futuro”, esto ha sido una máxima durante esta serie, recuerda lo que dice Proverbios 3:9“Honra a Jehová con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos”.

No debemos dar a Dios de forma que neguemos nuestros compromisos obligatorios, como nuestra familia y nuestros impuestos. También debemos considerar esto, quien no provee a su familia es peor que un incrédulo, y el mismo Señor pagó sus impuestos, impuestos que fueron usados para sus propios propósitos, ya que con ese dinero se financio el madero, los clavos y el trabajo de los romanos para llevarlo a la Cruz. Nuestros impuestos pueden ser usados para cosas horrorosas por parte de los gobiernos, pero son los gobernantes quienes darán cuenta al Señor de todo, por cada peso que ha pasado por sus manos,  nosotros debemos cumplir con estas obligaciones. En definitiva, todo lo que damos lo ofrecemos en obediencia a él.

Resumiendo, en palabras de Wesley: “Dé todo lo que pueda, es decir, dé todo lo que tenga a Dios. No escatime en una u otra proporción. Entregue a Dios no la décima parte, ni la tercera, ni la mitad, sino todo lo que es de Dios, sea más o menos, emplee todo en usted, su casa, la casa de la fe, y toda la humanidad, de tal manera que pueda dar buena cuenta de su mayordomía cuando ya no pueda seguir administrándolo”.

Amados, Cristo ha permitido que lo suyo lo llamemos nuestro y lo único que él hizo suyo fue nuestro pecado que cargo en la Cruz, él suplirá todo lo que nos falta conforme a sus riquezas en Gloria en Cristo Jesús (Fil.4:19).

Concluyendo, el conde de Zinzendorf, quien fuera líder de la renovación morava en Alemania, en el siglo XVIII, fue fustigado por la obra que traducimos como “He aquí el hombre” (Ecce Homo), obra maestra de Domenico Feti, quien fuera pintor barroco. El cuadro retrata a Cristo delante de Pilato y de la turba judía, exhibiendo su corona de espinas, y debajo de la famosa pintura, dice: “Yo he hecho todo por tí, que has hecho tú por mí” . Cuando el conde leyó estas palabras adopto un lema para su vida: “Sólo tengo una pasión: Él y sólo él”

Cristo nos dice lo mismo hoy, él hizo todo por nosotros en la Cruz, no hay pago que dar por nuestra redención, es gratuita por su inmenso sacrificio, pero en base a esa expiación ¿Cómo respondemos? Ofrendemos nuestras vidas al Señor, volvámonos a él.