¿Honran ustedes a Dios con sus sacrificios?  (Parte II) (Malaquías 1:10-14)

Volvemos a retomar la serie del libro de Malaquías ¿A quién honran ustedes? Recordemos que este libro nos ayuda a observar de forma resumida la historia de Dios y su pueblo en el Antiguo Testamento. Observamos que el pueblo de Israel posee un espíritu contradictor y rebelde, y a cada promesa dada por Dios, responden con renuencia, dudando de su palabra y rebelándose a los llamados disciplinarios por parte de Dios a través del profeta Malaquías. El principal y primer pecado de Israel es dudar del amor elector de Dios, y el síntoma de esa enfermedad, el primer indicio de ese pecado es menospreciar su nombre, ejercer una adoración irreverente y presentar sacrificios defectuosos ante el Señor. La indignación del Señor en contra de los judíos tiene su origen en el hecho en que todos esos sacrificios apuntaba hacia el futuro, hacia el sacrificio de Cristo en la Cruz, por lo tanto, Israel pisotea el corazón de la provisión del evangelio y perdón por nuestros pecados. Aprendimos en el sermón anterior que la calidad de los sacrificios que ofrecemos reflejan nuestro carácter como adoradores y representan a que o a quien servimos, al igual que los Israelitas podemos menospreciar el sacrificio de Cristo, despreciar nuestra dedicación a Dios y denostar nuestro llamado un estilo de vida abnegado. Nuestro llamado como creyentes es al igual que Cristo ofrecer un sacrificio agradable delante del Señor,  y esos sacrificios como dijo David, no nos pueden costar nada, sino que tienen un precio, al igual que el sacrificios de Cristo los nuestros deben ser un eco resonante de la adoración que nuestro Señor brindo en la Cruz por nuestra salvación. Ahora, continuemos con la segunda parte de esta sección de Malaquías.

  1. Lejos del Templo, lejos de Dios:

¡Oh, si hubiera entre vosotros quien cerrara las puertas para que no encendierais mi altar en vano! (v.10)

El templo de Malaquías era el segundo que se edificó en Jerusalén, recordemos que los Babilonios destruyeron el primero y llevaron muchos de los utensilios a Babilonia. Cuando el pueblo de Dios regresa del exilio desde esas tierras, levantaron un segundo templo como leemos en Esdras, impulsados por la predicación de Hageo y Zacarías, que estudiamos en la serie de Esdras y Nehemías.  Ahora, ¿Cuándo hablamos del templo con que conceptos lo relacionamos? Cuando pensamos en nuestro lugar de adoración actual ¿qué pensamientos son los que vienen a nuestras mentes? El templo era un símbolo de la presencia de Dios entre su pueblo, era como una especie de ayuda visual para que su pueblo pueda palpar la comunión con él. El Señor se hizo presente en la tierra a través de esta construcción, sin embargo, él siempre quiso estar cerca de Israel, desde sus orígenes. Recordemos que Dios proveyó el arca del pacto, que simbolizaba su trono en la tierra, era una especie de templo portátil, cada vez que los Israelitas descansaban por su travesía en el desierto debían montar el arca del pacto y de esa forma Dios habitaba junto a ellos. El arca entró a la tierra prometida y precedió al primer templo, el cual sería la morada de Dios:

buscaréis al SEÑOR en el lugar en que el SEÑOR vuestro Dios escoja de todas vuestras tribus, para poner allí su nombre para su morada, y allí vendréis” (Det. 12:5)

Cuando Salomón dedica este primer templo, habló que los creyentes orarían mirando hacia él, porque su nombre estaría allí (1 Reyes 8:28-29), sin duda que Dios no estaba confinado en el templo, pero manifestaba su presencia allí, por lo tanto, la idea central de las palabras del Señor en el verso 10 “Oh, si hubiera entre vosotros quien cerrara las puertas”, no sólo era un acto disciplinario, sino que deseaba que su pueblo quedara fuera de su presencia, ¡que cosa más horrible! Dios prefería que estuvieran apartados a que vinieran sin ganas, con renuencias, fingiendo una adoración y un compromiso que no sentían. Las palabras de Malaquías son el eco de las mismas palabras que Isaías hace años atrás había dado a Israel, diciéndoles que no trajeran más ofrendas vanas delante de él (Isaías 1:12-15), no era nada nueva esta actitud en los judíos, nuevamente habían caído en un espiral descendente en su adoración. Dios les está pidiendo a los visitantes de su templo que lo abandonen, afirma que no se complace ni disfruta de su compañía y no aceptará sus ofrendas.

Hermanos pongamos esto un poco en perspectiva, ¿A cuántas cosas hoy nosotros tenemos acceso en nuestra vida cotidiana? A una infinidad de beneficios: Información inmediata, comunicación express, transporte eficiente y seguro, salud, comida, seguridad, tecnología, bancos, créditos, agua caliente, luz, calefacción, comodidades, restaurantes, trabajo, seguros sociales, pensiones, etc. ¿Cómo reaccionarías si de pronto te avisan que ya no tendrás más acceso a esos elementos? ¿Serías indiferente? ¿Te alegrarías? ¿Te enojarías? Probablemente algunos se angustiarían y se enfurecerían por una situación tan angustiante como esa, pero ¿Qué me dices si te digo que de repente no puedes acceder a la presencia de Dios? ¿Qué tal si no pudieras reunirte con el pueblo de Dios? Si un día sábado por la noche te llega un aviso a tu celular que no habrá reunión el día domingo y se suspendió el culto por alguna razón ¿Cómo reaccionarías? ¿Respirarías aliviado? ¿Te contentarías con una situación así? A los Israelitas les ocurría algo similar, pero ellos no se percataban de su aterradora condición, podremos carecer que muchas cosas en nuestras vidas, pero vivir lejos de su presencia, es vivir una condenación, por eso David decía en el Salmo 22:11:

“No estés lejos de mí, porque la angustia está cerca, y no hay quien ayude”

Si Dios no está presente en nuestras vidas ¿A quién hemos de acudir? El salmista decía ¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. (Salmo 73:25)

El peor de los males, al parecer, no es que Dios este lejos, sino que no darnos cuenta de que él nos ha abandonado y se ha alejado de nosotros por nuestra indiferencia y pecado, y continuar adorando neciamente.

Lo terrible del estado de Israel es que nadie se daba cuenta de los sacrilegios que se estaban cometiendo en contra del Señor, no había quien cerrará las puertas del templo, Dios lo podía hacer, sin duda, él cerró las puertas del arca de Noé, para él no era problema cerrar estas puertas, el problema era otro, el corazón de su pueblo. El Señor está evidenciando el espíritu contradictor e incircunciso de los judíos, el templo tuvo que esperar su purificación hasta la llegada de Nehemías, quien estaba atendiendo asuntos en Babilonia, y a su regreso se encuentra con este deprimente espectáculo. Había una carencia de celo por las cosas del Señor en el pueblo de Israel, la displicencia y la antipatía hacia las cosas sagradas y hacia el buen Dios abundaban en el corazón de la Iglesia de la época. Amados ¿Cómo es nuestro Dios?

pues no adorarás a ningún otro dios, ya que el SEÑOR, cuyo nombre es Celoso, es Dios celoso” (Éxodo 34:14)

Porque el SEÑOR tu Dios es fuego consumidor, un Dios celoso (Det. 4:24)

Nuestro Señor es celoso, y Jesús dijo que fuésemos imitadores de nuestro Dios y Padre (Mateo 5:48); la ausencia de celos por parte del pueblo era una prueba más de que su dios no era el Dios de Israel, sino que sus dioses eran ellos mismos, sus ofrendas y actitud eran de baja calidad, porque reflejaban su carácter como adoradores. Necesitaban al igual que la Iglesia de Laodicea una gran dosis de colirio, para que pudieran ver su terrible condición, y al mismo tiempo ver al gran Dios que tenían en el templo. Necesitaban escuchar las mismas palabras del Señor a Laodicea:

“Yo reprendo y disciplino a todos los que amo; sé, pues, celoso y arrepiéntete” (Ap. 3:19)

Dios amaba a Israel, lo estudiamos en los primeros pasajes del libro de Malaquías, el Señor amaba a Jacob y a su pueblo, por eso él quería disciplinar y direccionar a los suyos, pero a cada verdad dada a los Israelitas sobre su condición ellos la rechazaban o la ponían en duda, cuando la respuesta natural al amor de Dios es que ellos debían arrepentirse de sus pecados y ser celosos de sus mandatos, y la primera marca de un celo verdadero por las cosas de Dios no se relaciona a la apologética, sino a la dedicación que le damos a nuestra adoración. Hermanos el pueblo de Dios es celoso, por definición, celoso del servicio y adoración que se le rinde a él. Tito 2:14; se nos dice que él se dio a si mismo por nosotros para:

  • Redimirnos de toda maldad
  • Purificarnos
  • Hacernos pueblo suyo
  • Y para ser celosos de buenas obras

Estas obras proceden de la Fe, una Fe depositada en la obra de Cristo, y su obra fue celosa de las cosas que pertenecían a su Padre. Por eso Jesús hizo del azote de cuerdas su arma para limpiar el templo, porque el celo por la casa de su Padre le consumía. Por esto Malaquías profetizo lo siguiente:

Pero ¿quién podrá soportar el día de su venida? ¿Y quién podrá mantenerse en pie cuando El aparezca? Porque Él es como fuego de fundidor y como jabón de lavanderos. Y Él se sentará como fundidor y purificador de plata, y purificará a los hijos de Leví y los acrisolará como a oro y como a plata, y serán los que presenten ofrendas en justicia al SEÑOR. Entonces será grata al SEÑOR la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días de antaño y como en los años pasados” (Mal. 3:2-4)

Al parecer la actitud de Israel se iba a mantener durante los 400 años de silencio entre la palabra del profeta Malaquías y la venida del Señor, Dios mismo tendría que encarnarse para resolver este problema, la casa de Dios, que era casa de oración para todos los pueblo (Is. 56:7); se había convertido en cueva de ladrones (Jer.7:11);  y como profetizo Zacarías, cuando el Mesías viniera ya no habría más mercader en el casa de Jehová de los Ejércitos (Zac. 14:21), ahora Dios habitaría corporalmente  con ellos, no como la relación que tenían con el templo, sino que él mismo entraría en contacto palpable con su pueblo, limpiaría a Israel con el fuego de su palabra y su sangre, purificando a los sacerdotes, acrisolándolos de entre todas las naciones para que rindan una adoración pura delante de Jehová, y sólo así la ofrenda del pueblo de Dios sería una ofrenda que no se corrompería jamás. Lamentablemente el  pensamiento de los Israelitas era que el Templo estaba a su propia disposición más que para Dios, buscaban su autopromoción, pensaron que era su Iglesia, y que estaba a su servicio más que para la alabanza de la gran gloria de Dios.

La indignación del Señor se encendía en contra de Israel porque el templo, los sacerdotes y los sacrificios indicaban hacia el futuro, hacia la persona de Jesucristo. La plenitud de la deidad habitaba corporalmente en la persona de Jesús él era el arca, el tabernáculo y el verdadero templo de Dios, los Israelitas al menospreciar el templo del Señor estaban despreciando el futuro santuario en el cuerpo de Cristo, y en la Cruz, nuestro Señor cumpliría la labor de los sacerdotes de forma perfecta, y los sacrificios serían satisfechos por la ofrenda de sí mismo, de una vez y para siempre. Por lo tanto, cuando el Señor les dice a los Israelitas que se queden lejos de él, es por causa de los sacerdotes imperfectos y desobedientes, y por las ofrendas de segunda clase que le brindan, porque todos esos elementos tenían por objetivo acercar a su pueblo a sí mismo, finalmente, es Dios mismo quien se encarga de esta misión por medio de Jesucristo nuestro Salvador:

Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura” (Heb. 10:19-22)

A través del perfecto sumo sacerdote Jesús podemos entrar a la presencia de Dios, porque el abrió las puertas del cielo, que no podríamos abrir, al igual que Israel no complacíamos las altas exigencias del Padre, pero el Hijo hallaba complacencia en el Padre por nosotros, no es preciso que sorprendamos al Señor con nuestros sacrificios, Cristo ya lo hizo por nosotros, el Padre recibió de las manos del hijo la ofrenda por nuestra Salvación.

  1. Verdadero sacrificio:

Porque desde donde el sol nace hasta donde se pone, es grande mi nombre entre las naciones; y en todo lugar se ofrece a mi nombre incienso y ofrenda limpia, porque grande es mi nombre entre las naciones, dice Jehová de los ejércitos” (v.11)

La idea de este pasaje es contrastar la actitud hacia Dios entre las naciones versus el comportamiento del pueblo de Israel y sus sacerdotes descritos hasta aquí en las palabras de Malaquías. El versículo nos habla de que la adoración al nombre de Dios, se daría desde donde el sol nace hasta donde se pone, algo que fue profetizado en los Salmo e Isaías.

El Dios de dioses, Jehová, ha hablado, y convocado la tierra, Desde el nacimiento del sol hasta donde se pone” (Sal. 50:1)

Desde el nacimiento del sol hasta donde se pone, Sea alabado el nombre de Jehová” (Sal. 113:3)

para que se sepa desde el nacimiento del sol, y hasta donde se pone, que no hay más que yo; yo Jehová, y ninguno más que yo (Is.45:6)

Algunos piensan que este texto alude a judíos exiliados aun en Babilonia, Asiria, Egipto y otros lugares, pero el pasaje parece implicar que las naciones, es decir, los gentiles, son los que ofrecen esta adoración. Este pasaje tiene una referencia futura, relacionada a la conversión de las naciones por medio del ministerio de los apóstoles de Jesucristo, y la desaprobación a la nación de Israel como representantes de Dios en la tierra, algo de esto ya vemos en la construcción del segundo templo por parte de Esdras y Nehemías, ya que contiene un área para los gentiles que no poseía el primer templo. En estas palabras la expreso nuestro Señor esta verdad:

Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos; mas los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mateo 8:11-12)

En la parábola de la viña el Jesús advierte a Israel de que “el reino de Dios será quitado y será dado a una nación que produzca frutos” (Mat. 21:43). Y la política de Pablo, como apóstol a las naciones, fue utilizar su conversión para instar a los judíos a creer en el Mesías; en Jesús:

Porque a vosotros hablo, gentiles. Por cuanto yo soy apóstol a los gentiles, honro mi ministerio, por si en alguna manera pueda provocar a celos a los de mi sangre, y hacer salvos a algunos de ellos (Rom. 11:13-14)

Recordemos que una de las funciones que Israel debía realizar, como pueblo escogido por Dios de entre toda la tierra, era dar testimonio a las naciones de la verdad y grandeza de Dios. Por su forma santa de vivir, por la bendición que eso traería consigo para sus tierras, por la grandiosidad, maravilla y la manifiesta presencia de Dios en su adoración, tendrían que ser distintos a otros pueblos, y así tener la atención de las naciones cercanas hacia el Dios de Israel (Is. 2:2-5). El mundo entero habría de venir a reverenciar al gran Dios de los judíos. No obstante, ahora el propio Israel había olvidado la grandeza de Dios, y al mismo tiempo olvidaron la responsabilidad que tenían de atraer a las naciones para que temieran al verdadero Dios. Pero en el fondo de sus corazones, en la retina de sus almas no recordaban la majestad de Dios, y lo peor es que no se daban cuenta de algo escalofriante: No se percataban que Dios no los necesitaba, ellos no añadían nada a Dios, porque Él no cambia (Mal.3:6), su gloria seguía siendo la misma desde el siglo hasta el siglo, nuestro bien no le aprovecha en nada (Salmo 16:2); ellos eran quienes necesitaban cambiar encarecidamente.  No se daban cuenta que ser llamados a ser adoradores es un privilegio, parafraseando, Dios les dice:

“yo no necesito de su servicio, tengo a todo el universo a mi disposición, son ustedes los que necesitan una reforma, en mi presencia hay millares de ángeles adorando de día y de noche una adoración perfecta, ángeles que no han pecado y que no han sido receptores de mi misericordia como ustedes Israelitas, por eso deben levantarse y adorar mi glorioso nombre, porque necesitan reconocer mi obra y mi nombre en medio de ustedes pueblo insensato”

Sin embargo, habían abandonado a su Padre y ofrecían una ofrenda sucia, que sería reemplazada por una ofrenda limpia como dice el texto entregada por manos gentiles, pero serían manos purificadas en la sangre del cordero de Dios.

Hermanos la venida del Señor inaugura el periodo de los últimos tiempos, en donde todos los pueblos están conociendo al Dios de las Escrituras, nuestro nuevo sacerdote Jesucristo es quien abre esta posibilidad, que diferencia más espantosa, a los judíos les pide cerrar la puerta del templo, pero a los gentiles se les dice vengan a mi presencia por medio de Jesucristo, vengan que hay espacio para los que necesitan verdadero perdón.  Ampliemos esta idea recordando la conversación entre Jesús y la mujer samaritana:

Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre (Juan 4:21)

Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren (Juan 4:23)

Las palabras de Jesús dejan en claro que la adoración no se reduce al lugar, al tiempo, a una etnia, sino que tiene que ver con la disposición del corazón de las personas que adoran, ahí se encuentra el problema de la adoración. Los corazones de toda tribu, lengua y nación tienen el mismo problema que Israel, no reconocer la Grandeza de nuestro Dios, pero como Iglesia debemos seguir proclamando que la solución sigue siendo la misma: el glorioso y grandioso evangelio de Cristo, nuestra misión es que en todo lugar se levanten sacrificios de adoración a Dios en olor fragante por medio de Cristo.

Amados, Dios se marchó de la hipocresía del judaísmo farisaico y fue a los gentiles en busca de adoradores verdaderos, llenos del espíritu Santo, dejando la religión judía vacía. Pero Dios puede hacer lo mismo con nuestra Iglesia. Si no somos una embajada de Cristo en la tierra, si no somos columna y baluarte de la verdad, podemos ser desechados por Dios, y él puede quitar el candelabro de su Espíritu en nuestra congregación. Recordemos que somos personas ordinarias llamadas para formar algo extraordinario, anunciar las virtudes de Dios, reflejar el carácter de Dios al mundo, somos su esposa, su vid, su rebaño, la familia de Dios, el templo de Dios, nación santa y real sacerdocio, somos el plan de Dios para dar las buenas nuevas al mundo, eso somos, nada menos, y Dios no exige nada menor a este estándar porque fuimos comprados por la Sangre del buen Jesús, ese es el precio por una esposa limpia, hermosa y santa que refleje los atributos de su perfecto marido.

Pero queridos hermanos, reflexionemos profundamente sobre esto, Dios no está atado a una Iglesia, Dios no está limitado a una denominación, él no nos pertenece como propiedad exclusiva, Dios no es Bautista, ni anglicano, ni reformado, ni pentecostal, Dios no es de IBGS, Dios es Dios. No debemos pensar que, porque adoptemos una determinada postura doctrinal, la bendición de Dios ha de continuar. La doctrina es de vital importancia, pero sin amor genuino a Dios la doctrina es nada. Dios es grande, no podemos jugar con él. Lo que le sucede a Israel es muestra de que toda adoración vacía tiene un tiempo límite, Dios no puede permitir que continúe, porque la religión vacía llena de vergüenza el glorioso nombre de Dios. Y con esto quiero referirme a ti querido hermano de forma individual, si tu adoración es vacía, con sacrificios sucios, sin pasión, sin arrepentimiento, sin reverencia, pues arrepiéntete, sé celoso, vuelve a tu primer amor, a tus primeras obras, sino el Señor vendrá y te pedirá cuentas, por menospreciar la sangre de su Hijo y despreciar su espíritu de Gracia, y créeme que serás deudor, créeme que no habrá nada que pueda aplacar su ira, si no estás en Cristo, si no estás en el hueco de su mano, serás molido finamente por sus manos justicieras. Pero si estas a cuentas con Dios, si el Hijo, si Jesucristo Hombre es tu mediador, entonces levantemos nuestras manos Santas, sin ira, ni contienda, en todo lugar y en todo tiempo.

Este texto nos enseña en definitiva que la actitud de los Israelitas no detendrá la adoración debida al nombre de Dios, nadie la puede detener, la alabanza a su glorioso nombre es de día y de noche, aunque todos los aquí presentes dejáramos de adorarle, su gloria no se inmutaría ni por un instante, la pregunta que nos queda es sí participaremos de esta adoración ¿nos uniremos al coro celestial o adoptaremos una posición similar al Israel del tiempo de Malaquías? Cuando adoramos no podemos dimensionar el impacto que esto tiene a nivel espiritual, Israel gano batallas adorando a Dios, cuando Pablo y Silas cantaron al Señor en la cárcel, el lugar se estremeció con la presencia de Dios, no quiero que pienses que esto se asemeja a lo que creen los movimientos carismáticos, pero no ignoramos que Dios se mueve en medio de la Alabanza de su pueblo, cuando nos ofrecemos a él primeramente en sacrificio, vivo, santo agradable, que es nuestro culto racional. Al final, somos nosotros quienes nos beneficiamos de la Alabanza y adoración a él, porque en su presencia hay plenitud de gozo, y como dice John Piper, el gozo es incompleto hasta que se haga completa en Alabanza, hasta que es compartida en Jubilo en medio de la congregación.

  1. Profanando a Dios:

Y vosotros lo habéis profanado cuando decís: Inmunda es la mesa de Jehová, y cuando decís que su alimento es despreciable. Habéis además dicho: ¡Oh, qué fastidio es esto! y me despreciáis, dice Jehová de los ejércitos; y trajisteis lo hurtado, o cojo, o enfermo, y presentasteis ofrenda. ¿Aceptaré yo eso de vuestra mano? dice Jehová” (Mal 1:12-13)

En algunas versiones este texto dice: “habéis profanado mi nombre”, recordemos que el nombre de Dios representaba a Dios mismo como lo estudiamos en el sermón anterior, por tanto, Israel estaba profanando a Jehová. Profanar, significa deshonrar, mancillar, decir que lo que supuestamente tiene valor no lo tiene, y en definitiva en nuestra vida cotidiana descuidamos lo que no valoramos, y eso era lo que estaba sucediendo con el sacerdocio y el pueblo de Israel, profanaban a Dios, porque no encontraban valor en él, siendo Dios el SUMO BIEN, lo consideraban algo común y profano. Sin darse cuenta ellos ya traían en su corazón otra religión natural en el hombre, el ateísmo. Vivían como si Dios no existiera.

El pecado engendra pecado, y los pecados producen peores pecados. Empezaron aceptando sacrificios indignos que, más tarde, condujeron a menospreciar la mesa o el altar sobre el cual se ofrecían los sacrificios. La lógica es que los sacrificios eran indignos, por lo tanto, la mesa también debía serlo, con esto desprecian el don misericordioso de Dios, el medio por el cual se expía el pecado y se aceptan las ofrendas. Menospreciar los dones de Dios también es rechazarlo a él. Tratar sus dones de gracia como cosas comunes suponen desechar el mismo medio que Dios ha provisto para que los pecados sean perdonados.

En estos pasajes se nos muestra la ineptitud de los sacerdotes en su oficio, era el pueblo quien escogía los animales que iban a ofrecer al altar, y esta tarea correspondía a los sacerdotes, si aceptar como apto el animal para la ofrenda o rechazarlo. Pero lamentablemente despreciaban su oficio, enunciando la gran aberración ¡Que fastidio es esto! Menospreciaban la labor que Dios, el Rey de los cielos les había encargado, consideran su trabajo una atadura miserable, sentían fastidio al igual que en el desierto, pero esta vez no era por el maná que Dios les daba, sino por el trabajo que Dios les daba. Catalogaban su labor en el templo como algo aburrido, tedioso, no se daban cuenta de donde estaban y quien era su Señor. En contraste a esta realidad ¿Qué nos enseñan las escrituras sobre nuestra actitud en el templo?

  • “en su presencia hay plenitud de Gozo(Sal. 16:11)
  • “servid a Jehová con alegría, venid ante su presencia con regocijo(Sal. 100:2)
  • Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; Que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, Para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo” Salmo 27:4

Es imposible que alguien que haya visto la grandeza de Dios, pueda caracterizar su tarea de adorador como un fastidio. Cuando Moisés vio algo de la Gloria de Dios, su vida fue transformada, su mismo rostro cambio, resplandecía por la brillante santidad de Dios, ¿Cuál fue la reacción de Moisés? Éxodo 34:8 dice que Moisés se apresuró a inclinarse en la tierra y adoró, todos estos ejemplos nos enseñan que la verdadera reverencia, la verdadera santidad y la verdadera adoración están íntimamente ligada al gozo.

Cuando decimos que nuestro servicio es fastidioso nos referimos al pastor que, con todos sus estudios teológicos, se siente por encima de esa pequeña congregación, diciéndose “Nací para algo mayor que esto”. Se trata del anciano que ya no hace su tarea de forma voluntaria, sino que cataloga su servicio como algo molesto. Se trata del hombre que en su corazón piensa: ¡Qué pesado es ser diácono! Se trata del padre cristiano que no se preocupa de orar con sus niños, atender a  su esposa, realizar culto familiar, porque le es latoso, se trata de la mujer cristiana, que no encuentra sentido someterse a su marido y servir a su familia, se trata del cristiano, que, aunque no se atrevería a decirlo en voz alta, se dice así mismo: “Que aburrido y molesto tener que dar los domingos al Señor y reunirse con el pueblo de Dios”. Se trata de líderes que no es solo que se cansen en su trabajo, lo cual puede ser muy legítimo, sino que están cansados de su trabajo. Todas estas actitudes irritan a Dios.

Este pueblo de Israel en el tiempo de Malaquías no difiere del pueblo de Dios en el Nuevo Testamento, la carta a los Hebreos es muestra de esto. Despreciar el medio de expiación de Dios en cualquier período es peligroso, y aún más apartarnos de Cristo, el gran sumo sacerdote y sacrificio de Dios. Apostatar de él no deja lugar al perdón, porque tanto esto como nuestra purificación solo están en Cristo. Recordemos las advertencias del Señor en cuanto a esto:

Cualquiera que viola la ley de Moisés muere sin misericordia por el testimonio de dos o tres testigos. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que ha hollado bajo sus pies al Hijo de Dios, y ha tenido por inmunda la sangre del pacto por la cual fue santificado, y ha ultrajado al Espíritu de gracia? (Heb.10:28-29)

Los Hebreos del Nuevo Testamento están replicando el pecado de los sacerdotes del tiempo de Malaquías, y nosotros podemos pecar como ellos pecaron, tenemos el mismo potencial pecaminoso, las mismas debilidades, no pensemos que estamos libres de estas advertencias. Ahora esta no es la única forma de ser irreverente con nuestro Señor, existen diversas advertencias en el Nuevo Testamento con respecto a esto:

  1. No dejes que la amargura estropee la santidad que compartimos en la Iglesia al volvernos irreverentes como Esaú:

Mirad bien de que nadie deje de alcanzar la gracia de Dios; de que ninguna raíz de amargura, brotando, cause dificultades y por ella muchos sean contaminados; de que no haya ninguna persona inmoral ni profana como Esaú, que vendió su primogenitura por una comida” (Heb.12:14-16)

  1. No ignores la santidad de la Iglesia ni la menosprecies como si fuera algo común y profano:

¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él, porque el templo de Dios es santo, y eso es lo que vosotros sois” (1 Cor.3:16-17)

Por tanto, examínese cada uno a sí mismo, y entonces coma del pan y beba de la copa. Porque el que come y bebe sin discernir correctamente el cuerpo del Señor, come y bebe juicio para sí (1 Cor. 11:28-29)

  1. No cambies la verdad del evangelio de Cristo por parloteos o mitos profanos:

Al señalar estas cosas a los hermanos serás un buen ministro de Cristo Jesús, nutrido con las palabras de la fe y de la buena doctrina que has seguido. Pero nada tengas que ver con las fábulas profanas propias de viejas. Más bien disciplínate a ti mismo para la piedad” (1 Tim. 4:6-7)

  1. Finalmente somos irreverentes ante el Señor, y lo profanamos cuando despreciamos su Iglesia, cuando menospreciamos los medios de gracia que existen en medio de nuestra congregación, la oración, la palabra, la Santa cena, y cuando no consideramos la importancia de nuestros hermanos alrededor nuestro, porque ellos son la Iglesia, ellos son la novia de Cristo, cuando dices que es un fastidio estar en medio de los hermanos te pregunto entonces ¿Qué harás en el cielo? ¿Qué harás toda una eternidad con el pueblo de Dios?
 
  1. La maldición del Autoengaño:

¡Maldito sea el engañador que tiene un macho en su rebaño, y lo promete, pero sacrifica un animal dañado al Señor! Porque yo soy el Gran Rey--dice el SEÑOR de los ejércitos-- y mi nombre es temido entre las naciones” (v.14)

Cuando los Israelitas tenían agradecimiento a Dios, o iban con alguna petición muchos de ellos sellaban su compromiso con un voto. Un caso es el de Ana, quien deseaba tener un hijo y dedicarlo a Dios, lo cual ella cumple enviando a su hijo Samuel al Templo. Ahora, ¿Qué pensaba Dios acerca de los votos?

Cuando hagas un voto al SEÑOR tu Dios, no tardarás en pagarlo, porque el SEÑOR tu Dios ciertamente te lo reclamará, y sería pecado en ti.  Sin embargo, si te abstienes de hacer un voto, no sería pecado en ti” (Det. 23:21-22)

Dios tenía y tiene en alta consideración los votos hechos a él. Si alguien prometía una ofrenda a Dios en agradecimiento o por una petición, existían oficiales en el templo bajo la supervisión de los sacerdotes para fiscalizar dicho sacrificio, quienes incluso iban a las casas de los creyentes buscando a los animales ofrecidos. Sin embargo, como ya hemos descrito bajo el caos imperante, estas funciones no se cumplían, y si llegaban a sacrificar un animal, no eran él que había prometido, sino el enfermo, el cojo y el ciego. La maldición recaía sobre Israel, no porque el Señor sea malo, sino porque ellos lo eran, no se daban cuenta que estaban ante el Señor de los Ejércitos, el Gran Rey como dice el texto, un Dios que era temido entre las naciones, pero no era temido por Israel. Dirás, que bueno que ya no somos participes de este tipo de rituales, pero inclinemos la lupa un poco más queridos hermanos.

Cuando haces un voto a Dios, no tardes en cumplirlo, porque Él no se deleita en los necios. El voto que haces, cúmplelo. Es mejor que no hagas votos, a que hagas votos y no los cumplas. No permitas que tu boca te haga pecar (Ecl.5:4-6)

El valor de nuestras palabras y promesas para Dios importan. ¿Cuántas promesas le dijiste hoy al Señor mientras orabas sin considerar el costo? ¿Cuántos votos hiciste durante el cantico congregacional de esta mañana? Acaso no dijiste ¿Señor yo quiero entrar en tu santuario para adorar? ¿Realmente había un anhelo profundo en tu ser de entrar en su presencia, contemplar su hermosura y adorarle? O ¿Tu mente estaba en tu hogar, en tu trabajo, en ocupaciones o deleites? Quiero decirte que, si lo hiciste de forma vana, has pecado en contra del Señor, si durante la semana no respetaste tu voto matrimonial, has pecado en contra del Señor, porque ese voto no lo hiciste primariamente a tu esposa o esposo, sino a Dios, si durante la semana has roto lo votos que hiciste con esta Iglesia local, has pecado en contra del Señor, porque permitiste que tu boca y tu voluntad perdieran el blanco. No engañemos a Dios como este pueblo pretendía, Dios miraba su corazón y sus acciones. Quizás los Israelitas, tu y yo lograríamos engañar a nuestros más cercanos, pero no a Dios, si los árboles del huerto fueron incapaces de esconder del ojo de Dios a nuestros padres, si el Señor vio a Caín matar a su hermano Abel, si el vio a Acán robar el lingote de oro y desbarato los planes secretos de David para ocultar su pecado con Betsabé, ¿Acaso él no sabría que su pueblo le traía lo peor de sus majadas? ¿Acaso él es ciego para no ver la actitud de nuestros corazones al acercarnos a su trono?

Queridos hermanos el pecado ciega de tal manera que el timador parece estar estafándose a sí mismo. Esta hipocresía provoca la maldición del pacto de Dios, porque añade una tentativa de estafa por tacañería, dejando de dar a Dios lo que se le debe.

Nosotros podemos autoengañarnos también. Cuando contemplamos el pueblo de Dios en el tiempo de Malaquías, es como mirarse en un espejo. Contemplamos nuestro reflejo. Y lo que vemos es la facilidad con que el pueblo de Dios se ciega a la realidad, con la que el pecado los ciega a ellos y también a nosotros. Al igual que los judíos somos más conscientes de las faltas y los pecados de los demás y más ciegos a los nuestros. Y la ficción nos seduce con facilidad apartándonos de este hecho. Somos blancos fáciles para imaginar que nuestra vida es satisfactoria cuando, en verdad, no lo es. Amados, ¿Cuándo perdemos el norte? ¿Cuándo nos extraviamos? Cuando la palabra de Dios no es el lente con los cuales observamos la realidad. Juan Calvino dijo:

“Porque así como los ojos que van perdiendo vista o que se debilitan con la edad o por cualquier otro defecto, no distinguirían nada con claridad sin la ayuda de unas lentes, nosotros nos sentiríamos inmediatamente confundidos si las Escrituras no nos guiaran en nuestra búsqueda de Dios” Calvino, Instituciones,1.14.1.

Es lo que estaba ocurriendo a través de la profecía de Malaquías. El pueblo no veía la realidad: las palabras de Dios por medio del profeta eran como lentes que les permitían ver con claridad. Y estas palabras de las escrituras pueden hacer lo mismo con nosotros, cuando estábamos en el mundo estábamos ciegos en nuestro entendimiento por los actos del dios de este mundo, pero el evangelio de Cristo nos ha quitado el velo que no nos dejaba ver la realidad, ¿Cuál realidad?  Que somos pequeños y nuestro Dios es grande, que somos comunes, pero nuestro Dios es Santo, que somos dispensables, pero él es indispensable, que somos pecadores y él es un gran Salvador.

Hacia una religión del corazón:

Cuando leemos el mensaje del Antiguo Testamento, muchas veces lo disociamos a nuestra realidad. Pensamos que la vida de estos hombres nada tiene que ver con nosotros. Sin embargo, no podemos estar más equivocados. El mensaje de Malaquías para nosotros es actual y relevante para nuestras vidas hoy. Consideramos que la adoración del Antiguo  pacto es solemne, pero algo debe quedar claro, la adoración en cualquier lugar y tiempo es solemne. Eclesiastés 5:1 nos advierte

Cuando fueres a la casa de Dios, guarda tu pie; y acércate más para oír que para ofrecer el sacrificio de los necios; porque no saben que hacen mal”

¿A que venimos a la casa de Dios? A autopromovernos o acércanos para oír, ¿oír que? La palabra bendita de nuestro Padre. ¿Cuándo te acercas a oír te fijas en el predicador? Yo soy de Pablo, yo soy de Apolos, a este hermano lo escucho a este Pastor lo escucho al otro no, amados venimos aquí a escuchar a Dios de forma reverente. Y que el texto nos diga que cuidemos nuestros pies, se basa en la costumbre de los judíos de entrar al templo sin sandalias, haciendo referencia al acto de Moisés cuando la zarza ardía. La palabra nos invita a evaluar cómo evitar que este tiempo de adoración a él sea un periodo desperdiciado y ofensivo para Dios, y el Señor nos dice con esto, prepárate para venir a mi presencia, y no lo dice a personas que visitan la congregación, sino a aquellos que van semana a semana al lugar de adoración, no es algo ligero ni superficial que venimos a hacer aquí.

En el Antiguo Testamento el pueblo tuvo miedo de ir a la presencia de Dios y envió a Moisés a hablar con Dios, sin embargo, esa experiencia es una sombra de lo que nosotros hoy experimentamos en Cristo (Hebreos 8:5); nosotros cargamos con una mayor responsabilidad que el pueblo del Antiguo Testamento, porque tenemos mayor revelación que el pueblo de Israel, Cristo te ha hecho Rey y Sacerdote, y debemos vivir acorde a ese llamado. El segundo templo, él que mencionamos en esta predicación fue destruido, pero Dios en tres días levanto un Santuario perfecto en Cristo, estableció un nuevo templo con un nuevo culto por medio de Cristo, nosotros la Iglesia, con una adoración al Padre en Espíritu y en verdad, para que cuando nos reunamos su presencia este medio de nosotros, así lo prometió nuestro Señor, la presencia de Dios prometida por medio de Cristo, esta en medio de nosotros hoy y es más palpable que la experiencia que tuvieron los creyentes del Antiguo Testamento. Este lugar no es menos casa de oración que una catedral hermosa llena de creyentes, o es menos casa de oración que cuando éramos un puñado reuniéndonos en Santiago centro, quizás dirás hermano pero hay un montón de distracciones, hay muchos bebes, el lugar es pequeño con poca ventilación, tenemos pocos recursos para adorar a Dios, pues todo eso es falso, la adoración a Dios viene del corazón de su pueblo agradecido impactado por la grandeza de Dios, y si su palabra está presente, habrá reverencia en medio de nuestra adoración, porque él, Dios es quien hace la diferencia no nosotros, no el edificio, como adoramos hoy amados hermanos de IBGS adoraremos a Dios en el futuro, Israel es la prueba de eso, sus problemas se prolongaron hasta que nuestro Señor se encarnó, no esperes que tengamos comodidades y recursos para adorar a Dios, adora a Dios hoy porque él es digno, renuncia a tus excusas y ven a postrarte ante su presencia, no te preguntes si tus sacrificios serán aceptados por Dios de acuerdo a tu desempeño, sino que ven creyendo que ya eres aceptado perfectamente en el seno del Padre, y tu adoración es limpia porque la sangre del Hijo redentor purifica nuestra adoración. Cuando le ofrezcamos honradamente no sacrificios defectuosos, sino todo lo mejor de nuestras vidas, lo mejor de nuestros corazones, lo mejor de nuestra devoción, por medio de Cristo, eso será traducido en salud espiritual.

Debemos reconocer que toda actividad espiritual se fosiliza rápidamente hasta convertirse en una religión vacía si no está vivo en nuestras almas un hondo conocimiento de la grandeza de Dios. No debemos preguntarnos ¿Ha sido tradicional nuestro culto? ¿Ha sido nuevo o emocionante? Lo que debemos preguntarnos es: ¿Me ha hecho sentir de manera especial la majestad y grandeza del Señor, renovando así en mí un deseo reverente de servirle con todo mi corazón? ¿Ha encendido en mí alma una profunda necesidad de venir ante él con temor y alegría?

Amados, es algo esencial en el cristianismo que nos alegremos con temblor (Sal. 2:11; Heb.12:28); es una tensión que debemos experimentar en nuestra adoración, venir ante él con alegría y al mismo tiempo con un temor reverente, por algo el texto hace referencia constantemente a que su nombre es temido entre las naciones, nuestro Dios es grande, él no es un fastidio, ni algo aburrido en nuestra vida, como dice John Piper: “el mundo es aburrido, avatar es aburrido”, el mundo dice que es un privilegio trabajar en lo que nos gusta, nosotros queridos hermanos tenemos esa característica, el pueblo de Dios se agrada voluntariamente en ofrecerse a su Dios, él es nuestra porción, cuando dejamos que el mundo nos fascine por sobre Dios, es como si quedásemos fascinados con una ampolleta, sin conocer lo resplandeciente que es el sol, o cambiar por el sonido de los fuegos artificiales por el poderoso trueno en la tempestad,  el mundo no puede obnubilar nuestros ojos, cuando conocemos a este Dios cada aspecto de nuestra vida se torna emocionante, pero al mismo tiempo esa emoción se vive con suma reverencia, vivimos Coram Deo, ante su presencia, en sumo gozo, porque ese es nuestro fin, glorificar a Dios y disfrutar de él para siempre.

¿Quién es como nuestro Dios? ¿Quién hace las maravillas que él ha hecho por nosotros? El Salmo 96 nos muestra los elementos alabando y adorando a Dios, ¿Cuánto más quienes son receptores de su Evangelio? ¿Cuántas misericordias han sido desplegadas sobre nosotros? Y como dice Job solo hemos visto los bordes de sus caminos, y cuán leve es el susurro que hemos escuchado de él, por eso es que la vida eterna consiste en conocerle a él, nuestro Dios es una fuente infinita de gozo y alegría para los redimidos.

Sobre los hombros de los líderes espirituales esta la gran responsabilidad de comunicar la grandeza de Dios a aquellas personas de cuyas almas cuidan, que hagan reflexionar a la grey y se vayan pensando después del culto: ¡Que grande es Dios¡ Pero sobre la Iglesia también reposa esta responsabilidad, de comunicar por medio del Evangelio cuan grande es nuestro Dios, porque como dice John Piper, las misiones existen porque la adoración no existe en ciertos lugares, nuestra misión no es simplemente que las personas se conviertan sino, levantar lugares de adoración en donde se ofrezcan sacrificios limpios por medio de Jesucristo.

Finalmente, dejo la última reflexión, cuando el pueblo de Israel vuelve del cautiverio de Babilonia ellos entonan dirigidos por los Sacerdotes el Salmo 115, y que dice este Salmo:

No a nosotros, oh Jehová, no a nosotros, Sino a tu nombre da gloria,  Por tu misericordia, por tu verdad” (Sal. 115:1)

Ese es el canto que debía entonar Israel, en el tiempo de Malaquías y volver a reconocer la Grandeza de Dios, nosotros también debemos dar la gloria debida a su nombre, ofreciendo nuestros sacrificios de Alabanza por medio de Cristo.