¿Honran ustedes a Dios con sus sacrificios? (Malaquías 1:6-9)

En el sermón anterior llamado ¿Saben ustedes que Dios los ama? Pudimos introducirnos al mensaje de Malaquías para el pueblo de Dios. Recordemos que Malaquías fue un profeta que hablo al pueblo de Israel luego de su regreso del exilio a Babilonia, y ministra a una grey contradictora y rebelde, que levanta su voz a cada promesa o mensaje disciplinario que Dios entrega. Israel se encuentra en una situación de desgano espiritual, hipocresía y rebeldía, y es en ese lugar y tiempo es en donde Malaquías es enviado por Dios a dar un mensaje para reformar al pueblo de su espiral descendente.

En el sermón anterior vimos como la Palabra del Señor es una de las muestras de Amor de Dios por Israel. A pesar de estar en un abismo aterrador, Dios provee por medio de su mensajero palabras de Amor a Israel. Y esas palabras también van dirigidas a la iglesia de hoy, y van acompañadas de la promesa de Jesús, que nos dicen que quien escucha estas palabras también le escucha a él (Lucas 10:16). El mensaje inicia con las verdades de Dios para quienes ama, Jacob e Israel su pueblo. Y la base de ese amor es la elección incondicional. El Señor teniendo múltiples razones para recordarles su Amor, les recuerda a Israel que él los escogió de pura gracia. Que ellos no tienen nada en especial con relación a otros pueblos, sino que él los hace especiales, sin embargo, el pueblo duda de este amor y le contradice, ya que tienen sus promesas por tardanza, aún el templo no se llenaba de esa gloria que sería mejor que la del primer templo, y pensaban que por ello Dios ya no los amaba, y eran ciegos a los constantes ejemplos de bondad y misericordia genuinos del Dios vivo y verdadero. Para despertarlos de este letargo, Dios les recuerda su origen en Jacob, quien era un engañador y pecador como ellos, pero que Dios transforma para su gloria. Dios tiene por objetivo entonces, convertir al pueblo de Israel como lo hizo con Jacob, y para esto les muestra el trato que tiene para con sus enemigos (Edom: los descendientes de Esaú), y el inconmensurable y persistente amor que tiene hacia ellos a través de actos tangibles y del cumplimiento de sus promesas. Finalmente, el Señor triunfará sobre el corazón de su pueblo, cambiando su lenguaje, convirtiendo su tristeza en alabanza y su espíritu de angustia en un manto de regocijo.

Como dijimos en el sermón anterior el primer y principal pecado de Israel en el libro de Malaquías es dudar y contradecir el amor de Dios. Así que, es natural que afloren todo tipo de pecados. ¿Cuál es el primer indicio de haber dejado de alabar a Dios por su amor de pacto? ¿Cuál es uno de los síntomas de esta profunda enfermedad? MENOSPRECIAR EL NOMBRE DE DIOS. Y la acción práctica en donde se evidencia este ultraje es ofrecer comida contaminada sobre el altar del Señor y sacrificios defectuosos.

Menospreciando el nombre de Dios: Para comunicar con éxito el mensaje de Dios a Israel y los sacerdotes, Malaquías primero debía llamar su atención. Así que, sagazmente, comienza haciendo una afirmación con la que todos esos “padres” y “señores” de Israel estarían de acuerdo: “El hijo honra al padre, y el siervo a su señor” (v.6)

Es como si Malaquías estuviera a punto de predicar un sermón sobre cómo la gente debía respetar y reverenciar a aquellos que están en puestos de autoridad. Probablemente ellos pensaron o dijeron:

“Ah, sí, ese es el problema de Israel, si al menos la gente respetara a los ancianos de la Iglesia, la devoción sería diferente”

Nos podemos imaginar a los sacerdotes asintiendo de buena gana al oír la primera afirmación de Malaquías. Sin embargo, al hacerlo, no se daban cuenta de que estaban reconociendo que ellos eran los hijos y los siervos que no honraban a su Padre y Señor.

La honra a los padres en la sociedad hebrea había sido instaurada desde sus orígenes. Lo observamos en el huerto del Edén, en Éxodo 20, Honra a tu Padre y a tu Madre (10 mandamientos), y también en Deuteronomio 5.

¿Quién era el Padre de Israel? ¿Abraham? ¿Isaac? ¿Jacob? Los Israelitas sabían que ellos eran sus antepasados, pero su Padre, su originador era Jehová.

“Pero tú eres nuestro padre…… nuestro Redentor perpetuo es tu nombre” (Isaías 63:16)

Ellos habían reconocido en Dios a su padre, pero en esta época, Israel lo cuestiona, lo desafía y le deshonra de forma constate. No alcanzaban a maldecir a Dios con sus preguntas contradictoras, eran muy astutos, pero si lo menospreciaban con su actitud atrevida e insolente. Eran dignos de muerte, pero Dios en su propósito elector los ama, y reformaría esta actitud en ellos. Lo que Malaquías nos dice con estas palabras es que, en estos días en medio de la sociedad hebrea, los conceptos más básicos de honra de los hijos a los padres y de los siervos a los amos no estaban presentes. Y esto es obvio, si el amor de Dios es menospreciado, cualquier tipo de amor familiar, fraterno o el respeto a la autoridad mermará. Lo que está sucediendo es simplemente consecuencia de dudar del Amor genuino de Dios y no corresponderle. En cualquier tipo de sociedad, en cualquier país, un parámetro para medir la honra a Dios es medir la honra que reciben los padres y las autoridades, si estas entidades puestas por Dios no son honradas, difícilmente Dios será honrado en dicha nación.

Dios les hace recordatorio de su paternidad y de la posición de ellos delante de él. Verso 6: “Si, pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra? y si soy señor, ¿dónde está mi temor?”

Lo que ofrecían los sacerdotes e Israel eran deshonra e irrespeto continuo a Dios, y eso se traducía en su espíritu terco y desobediente, actitud que se transmitiría en sus descendientes en el tiempo de Jesús:

¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo? (Lucas 6:46)

¿Quieres negar la paternidad y Señorío de Cristo sobre tu vida? Haz exactamente todo lo contrario a sus estatutos y mandamientos. Amados, podremos orar así: “Padre nuestro…” o “Abba Padre”, o decir “Señor, Señor” pero estamos lejos de tener una relación de paternidad con Dios, si menospreciamos su palabra y sus estatutos, que son el principio de la sabiduría, el temor y la honra al Dios vivo. (David y Betsabé)

Estos dos elementos, la ausencia de honra y temor, llevan de forma natural a otro pecado: Menospreciar el nombre de Dios (v.6)

¿Qué implica este pecado? Primero, no lo debemos reducir a tomar el nombre de Dios en vano en el uso descuidado de nuestra forma de hablar, que también es pecado. Recordemos: Blasfemar el nombre de Dios merecía la pena de muerte por lapidación (Lev. 24:10-23), los mismos judíos rehuían de pronunciar el nombre de Dios debido a su carácter Santo, para ellos el nombre de una persona no era simplemente un identificador, sino que representaba a la persona en su totalidad, cuando leemos el texto de Hechos 4:12 que dice:

“no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres en que podamos ser salvos”

Este texto ¿Se refiere que somos salvos por el nombre de Jesús o por la persona de Jesús? Para las Escrituras son lo mismo. El nombre de Dios representa a Dios mismo, tanto su carácter, como su santidad y atributos son dados a conocer por medio de sus diversos nombres: Adonai, Yireh, Sabaot, Emanuel, etc.

Por lo tanto, menospreciar su nombre, usarlo vanamente hiere profundamente el corazón del Señor, porque finalmente estamos menospreciándole a él. ¿Estamos nosotros lejos de Israel? ¿Estamos lejos de este pecado: ¿Cómo nosotros podemos devaluar el nombre de Dios? Amados, nosotros menospreciamos el nombre de Dios cuando:

  • Ofrecemos nuestra ofrenda de forma hipócrita
  • Decimos confiar en él, pero nuestras preocupaciones están presentes constantemente en nuestras mentes
  • Adoramos hipócritamente, porque es equivalente a adorar a un falso dios
  • Queremos devolverle el favor a Dios convirtiéndolo a nuestra imagen y semejanza.
  • Cantamos himnos y cánticos sin siquiera creer lo que estamos cantando
  • Faltamos a nuestros votos matrimoniales
  • No tomamos en serio a Cristo
  • Decimos así dice el Señor cuando él no ha dicho nada
  • Tenemos ideas erróneas e incompletas de Dios (como Israel)
  • Faltamos a nuestros votos pactales con nuestra congregación
  • Tomamos la Santa Cena hipócritamente
  • Apoyamos con la Santa Palabra ideologías y cosmovisiones de hombres
  • Sólo somos oidores de la palabra y nos negamos a ser hacedores de ella
  • Somos ateos prácticos

Ninguno de los presentes puede decir que no ha participado de este pecado, nosotros hemos usado el nombre de Jesús de forma vacía, livianamente y de forma atrevida. Francis Schaeffer comenta:

“Hemos llegado así a la situación dolorosa en que la palabra “Jesús” se ha convertido en el enemigo de la persona histórica llamada Jesús de Nazareth, así como en el enemigo de lo que Jesucristo enseño. Hemos de temer al vocablo “Jesús” cuando se exhibe como bandera sin contenido ni definición” Huyendo de la Razón.

Amados, miremos el peso de estas cosas santas, Dios describe su nombre en las escrituras como Santo, Temible y Grande. Es decir, su nombre es como él mismo. Por otro lado, menospreciar el nombre de Dios, implicaba para los tiempos de Malaquías minimizar su presencia en medio de Israel, en donde el Señor prometió a Salomón que su nombre estaría en el templo (“Mi nombre estará allí” 1 Reyes 8:29). Por lo tanto, Dios no estaba a una gran distancia de ellos, más bien Dios, se hizo accesible a su pueblo, pero aun en su presencia, Israel le menospreciaba. Cada ritual establecido por Dios tenía por objetivo posibilitar la continua presencia de Dios sobre los suyos, por lo que esta indiferencia no hacía más que aumentar la gravedad del pecado de Israel.

Un Sacerdocio Irreverente: Ahora, estas reprimendas iban dirigida al pueblo, eso es verdad, pero principalmente: ¿A quién hace referencia el Señor? Verso 6:

“dice Jehová de los ejércitos a vosotros sacerdotes que menospreciáis mi nombre”

El Señor estaba retando a sus sacerdotes, quienes debían seguir el ejemplo de Leví:

“él me reverenció, y estaba lleno de temor ante mi nombre” (Mal. 2:5)

Los sacerdotes habían sido constituidos por medio de Aarón y representaban al pueblo de forma solidaria, se unían al pueblo buscando el favor de Dios. Presentaban sacrificios por sus propios pecados y los de Israel.

“Porque todo sumo sacerdote tomado de entre los hombres es constituido a favor de los hombres en lo que a Dios se refiere, para que presente ofrendas y sacrificios por los pecados” (Heb.5:1)

Ellos debían despertar a la grey, pero su labor era contraproducente, eran lo contrario al ejemplo de Leví, anestesiaban más en su letargo a las ovejas de Israel. La respuesta de los sacerdotes ante la acusación de Dios da a entender la gran brecha que existe entre la percepción de los sacerdotes y la realidad vista por Dios, añadiendo a su instintiva tendencia a dudar de Dios y disentir de él:

"¿En qué hemos menospreciado tu nombre” En que ofrecéis sobre mi altar pan inmundo. Y vosotros decís: "¿En qué te hemos deshonrado?" En que decís: "La mesa del SEÑOR es despreciable" (Mal. 1:6-7)

La mesa del Señor en el Antiguo Testamento era una mesa a las puertas del atrio interior del Templo en donde los sacerdotes mataban a los animales sacrificados. Al principio, cada uno de los que venía a adorar mataba su propia ofrenda (Lev.4:29-30), pero en tiempos de Malaquías los sacerdotes pasaron a encargarse de tal tarea. Pero lo que había en esas mesas era una total contradicción de la adoración. ¡Israel ofrecía sacrificios que no le suponían ningún sacrificio! Se suponía que estos sacrificios debían ser de la más alta calidad, los sacerdotes debían certificar los parámetros de las ofendas, los mejores animales y los productos más finos, adecuados para el Dios a quienes servían. El sacrificio animal debía ser impecable, sin defecto, y las ofrendas de grano debían ser de grano escogido (Lv.1:3; 6:15), el pan que se ofrecía debía ser confeccionado de acuerdo con la receta dada a Moisés. Ellos debían recordar estas palabras de Moisés al pueblo:

"Los que estén ciegos, quebrados, mutilados, o con llagas purulentas, sarna o roña, no los ofreceréis al SEÑOR, ni haréis de ellos una ofrenda encendida sobre el altar al SEÑOR” (Lv. 22:20 -22)

¿Para qué eran estos sacrificios? Recordemos Expiación y perdón por los pecados, agradecimiento o dedicación a Dios (Lv. 1:1-17, 2:1; 3:17, 4:1,5:13).

¡Que sacrilegio era presentar una ofrenda que debía expresar estas cosas y que estuviera enfermo! Todos estos sacrificios reflejaban el carácter de los adoradores, no del Ser adorado que era Dios, era un culto falso a un Dios verdadero. Alguno se levantará y dirá, bueno quizás su ofrenda no era la mejor, pero ¿Quién puede juzgarle? ¿Quién podía mirar el corazón de estos sacerdotes y del pueblo al presentar sus ofrendas que no eran impecables, pero eran humildes, eran del corazón? A Dios si le importa el cómo, el por qué y de quién viene la adoración que se le rinde, si no fuese así, no encontraríamos instructivo tras instructivo en el Antiguo Testamento sobre los elementos de los sacrificios, los tiempos, los lugares, las ropas y los procedimientos. Recordemos la triste historia de Nadab y Abiú (Lev.10), quienes, siendo hijos de Aarón, sacerdote, conociendo los mandatos del Señor, ofrecieron fuego extraño delante del Señor y murieron, los mismo con Ananías y Safira, a Dios le importa cada elemento relacionado a su adoración.

Amados, en la situación de Israel era mejor dejar de ofrecer estos sacrificios que continuar con un corazón hipócrita, por eso el Señor los llama más adelante en el verso 10 a que cerrarán las puertas del templo, para que se detuviera este desfile de vergüenza en donde el lema de Israel era el siguiente: “da a Dios lo peor”.

¿Por qué el Señor no podía ser flexible? Esta es la razón amados hermanos: cada ofrenda y sacrificio pretendía señalar hacia el futuro, al sacrificio de Cristo, así como los sacerdotes debían ser un presagio de Cristo nuestro sumo sacerdote. He aquí la gran indignación de Dios por estos actos displicentes, Israel pisoteaba la piedra angular del Evangelio: la obra de Cristo en la Cruz. Despreciaban el corazón de la provisión del Evangelio de Dios para la expiación, perdón y purificación por el pecado, ni más ni menos.

¿Cómo es nuestro sumo sacerdote Jesucristo?

“Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos” (Heb. 7:26)

Los sacerdotes debían ser un reflejo de las características de este gran sumo sacerdote.

¿Cómo fue el sacrificio de Cristo?

“Pero cuando Cristo apareció como sumo sacerdote de los bienes futuros, a través de un mayor y más perfecto tabernáculo, no hecho con manos, es decir, no de esta creación, y no por medio de la sangre de machos cabríos y de becerros, sino por medio de su propia sangre” (Heb. 9:11-12) El sacrificio de Cristo fue perfecto, por ende, los sacrificios debían ser tipo de esa realidad futura.

Los Sacerdotes e Israelitas estaban denostando el sacrificio futuro de su Hijo, y eso era suficiente para que la ira del Señor se encendiera en contra de este pueblo contradictor.

Malaquías ya ha apelado a los sentidos comunes del pueblo y los sacerdotes, la honra a los padres y al Señor, ahora, de forma insistente y misericordiosa realiza un llamado a la decencia a los sacerdotes:

Y cuando presentáis un animal ciego para el sacrificio, ¿no es malo? Y cuando presentáis el cojo y el enfermo, ¿no es malo? (v.8)

Los líderes espirituales no distinguen lo malo de lo bueno, sus malos sacrificios eran los frutos de su corazón, eran árboles malvados, y no eran capaces de discernir lo dulce de lo amargo. Sus sacrificios eran ciegos, cojos y enfermos, porque ellos eran ciegos, cojos y enfermos. La calidad de sus ofrendas reflejaba la calidad de su dios, y sus dioses eran ellos mismos, al igual que el Señor les dijo a los fariseos, estos sacerdotes debían limpiar los de dentro del vaso y del plato, para que lo externo sea limpio, es decir, el problema real estaba en sus corazones, y los sacrificios eran simple consecuencia de un corazón rebelde. Amados la calidad de tus sacrificios dirán quién es tu Dios. Y si tu Dios es Jehová, el Señor de los ejércitos, tu sacrificio se asemejará a él, quien es santo y puro.

Malaquías realiza un intento compasivo por ayudar a que los sacerdotes y el pueblo reconozcan lo terrible de su comportamiento. Y prosigue con un llamado a la sensatez:

“¿Por qué no lo ofreces a tu gobernador? ¿Se agradaría de ti o te recibiría con benignidad?” (v.8) Imaginémonos la escena de un lujoso comedor del palacio del gobernador persa de Jerusalén. El gobernador ha tenido un día largo y agotador. Se ha dado un baño y vestido para la cena y está esperando su comida. El mayordomo entra en el grandioso comedor, descubre la bandeja de plata y le sirve al gobernador una apestosa pierna de cordero podrida llena de gusanos. ¿Cómo crees que reaccionaria el gobernador? Probablemente los mandaría a matar. Dios dice: Os daría miedo llevar tal cosa al gobernador. ¿Por qué me la traes a mí? Hoy ocurre lo mismo. Creyentes que intentan por todos los medios no llegar nunca tarde a su trabajo, pero a quienes trae sin cuidado ser puntuales para las reuniones de la Iglesia de Dios. Cristianos a quienes jamás se les ocurriría hacer trampas en sus declaraciones de renta, pero plantean a sus propias conciencias toda una serie de excusas respecto de las ofrendas a Dios ¿Cómo se puede tener menos respeto al Rey de reyes que a los poderes políticos que él ha establecido? Pareciera ser que el deber es cumplir con un ritual vacío, venir a calentar una silla, cantar himnos y hacer oraciones sin entendimiento, derramar unas cuantas lágrimas de cocodrilo posterior al sermón para posteriormente seguir ocupando nuestro corazón en banalidades. Finalmente, Malaquías les suplica a los sacerdotes nuevamente que reconozcan su falta de deber en su ministerio y que se encomienden a la gracia de Dios, pero también lo hace en un tono de sarcasmo:

“Ahora, pues, orad por el favor de Dios, para que tenga piedad de nosotros. Pero ¿cómo podéis agradarle, si hacéis estas cosas? dice Jehová de los ejércitos” (v.9)

Malaquías les ruega que oren, pero al mismo tiempo les dice que sus oraciones no serán escuchadas si no hay un arrepentimiento genuino y una ofrenda genuina delante del Señor, porque sin derramamiento de sangre no hay remisión de pecados. Cuando David peca con la mujer de Urías, dicen las escrituras en 2 Samuel 12:9-10, que él había tenido por poco la palabra y que había menospreciado al Señor, los mismos pecados de Israel, pero cuando él se arrepiente en el Salmo 51, observen lo que dice:

“Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios…. Entonces te agradarán los sacrificios de justicia, El holocausto u ofrenda del todo quemada; Entonces ofrecerán becerros sobre tu altar” (Salmo 51:17,19)

Deseas ser escuchado por Dios, ruégale por un verdadero quebrantamiento, por un peso genuino por el pecado, por una conciencia sobria por los pecados cometidos y sólo entonces nuestras ofrendas de Alabanza y adoración serán agradables en su presencia.

Un llamado a retomar nuestro sacerdocio:

El libro de Malaquías era la palabra de Dios asignada para la Iglesia de aquella época. Si deseamos cambiar una Iglesia, necesariamente tendrán que cambiar los líderes. El profeta se dirige a los sacerdotes de la época, de la misma manera debemos destinar estas palabras a los líderes de la Iglesia de hoy, a los líderes de IBGS.

El grupo de liderazgo de la Iglesia incluye a ministros, predicadores, comité de líderes, los que dirigen o enseñan en cualquier ámbito, quienes discipulan o mentorean a otros, a quienes lideran grupos de estudios en casas y padres, a todos ellos nos referimos, y para que nadie quede fuera, recuerden que él nos ha hecho “reyes y sacerdotes” (Ap. 5:10); así que cada uno de nosotros está incluido en este llamado que hace el profeta Malaquías, algunos con ciertas funciones otros con otras, cada uno de nosotros es un modelo de piedad, ustedes son un paradigma beneficioso o perjudicial para la Iglesia.

¿Qué es lo que se exige a tales líderes en estos versículos y cuál es el desafío que desde aquí llega a nosotros?

Es necesario que, en el centro de nuestra vida, de todos aquellos que lideran, y de la Iglesia, haya un entendimiento profundo y creciente del libre amor elector de Dios. Es preciso que veamos el amor de Dios en habernos rescatado de nuestra propia condenación por el pecado, y que él es un Dios santo, que ha llamado a un pueblo a ser santo. De lo contrario, corremos el riesgo de menospreciar el nombre de Dios, y la evidencia de semejante comportamiento será que despreciaremos los sacrificios a nuestro Dios.

¡Los líderes nos deben llevar de regreso a la Cruz, de regreso a Dios¡¡Y la Iglesia debe llevar a la Cruz a sus líderes ¡Deben funcionar como un tándem donde cada componente tenga como único propósito glorificar el nombre de Dios!

¿Cómo nosotros hoy podemos caer en la trampa de menospreciar los sacrificios al Señor?

1. Menospreciando el sacrificio de Cristo por nuestros pecados: Los sacrificios de expiación del Antiguo Testamento, como las ofrendas quemadas y la “ofrenda por el pecado”, eran sacrificios ofrecidos por individuos y también eran realizados en nombre de la comunidad, como los de la mañana y la tarde, y los del Día de la Expiación anual. Desdeñar este tipo de sacrificios (simbólicos) es menospreciar el gran sacrificio que Cristo hizo una vez y para siempre. ¿Cuándo y cómo podemos menospreciar el sacrificio de nuestro Señor?

  • Pensamos que no lo necesitamos y lo reemplazamos por aquello que hacemos y por nuestro propio desempeño.
  • Creemos poder vivir en este mundo sin la protección de su sangre frente al poder de Satanás (Apocalipsis 12:11)
  • Nos avergonzamos de él o descuidamos enseñar a otros acerca de él en nuestra evangelización
  • No entramos en el lugar santísimo en la presencia de Dios en plena certidumbre de Fe por medio de la sangre de Jesús (Hebreos 10:19-22)
  • Queremos acercarnos a Dios sin pedir acceso por medio de la sangre de Cristo
  • Cuando constantemente debemos rededicarnos (catolicismo), cuando nuestra entrega a él es una vez y para siempre como lo fue el sacrifico de Cristo
  • No confesamos nuestros pecados constantemente y pedimos a Dios que nos limpie de nuestros pecados
  • Cuando nos unimos a quienes han hollado bajo sus pies al hijo de Dios y han tenido por inmunda la sangre del pacto (Hebreos 10:29)
  • Continuamos descaradamente en nuestros pecados dejando de predicar a Cristo crucificado.

2. Menospreciando nuestra dedicación a Dios Los Israelitas en el Antiguo Testamento ofrecían una “ofrenda de grano”, la del “bienestar” o la “paz” que representaban la oblación de uno mismo o consagración a Dios, el agradecimiento hacia él y la comunión con Dios. Nosotros ¿estamos exentos de este tipo sacrificio?

Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional (Romanos 12:1)

Pablo está pensando que, dadas las misericordias de Dios a nuestras vidas, la única acción posible y necesaria es la de adorar, la consagración total del corazón, la mente, la voluntad y los hechos, en realidad todo lo que uno es, tiene y hace, a Dios. ¡Nada menos! Y observemos que dice que presentemos nuestros cuerpos, para esto debe existir una preparación y una continua adoración por parte del creyente. Cuando decimos que venimos a adorar a Dios a la Iglesia como si fuese la única instancia de adoración, nos equivocamos, nosotros venimos a continuar nuestra adoración y a presentar nuestros cuerpos en sacrificio, tras haber tenido una adoración sacrificial previa durante toda la semana. Y este sacrifico debe ser según el carácter del Dios único y verdadero, quien es vivo, santo y agradable

“sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos” (Romanos 13:6)

Antes nos encontrábamos entre los muertos, pero el Dios de la vida nos dio vida, y ahora nos presentamos como sacrificios vivos, antes éramos impuros, la sangre de Cristo nos hace santos y aptos para entrar en su presencia agradando a nuestro Señor.

“Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre. Y de hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis; porque de tales sacrificios se agrada Dios” (Hebreos 13:15-16)

El autor de Hebreos escribe sobre dos sacrificios que deberíamos ofrecer a Dios. El primero es la alabanza a Dios en la adoración y evangelización, y el segundo es hace el bien a los demás y compartir lo que tenemos:

Fijémonos en el texto dice, ofrezcamos siempre a Dios, es decir, de forma continua, como en el Antiguo Testamento, pero ahora por medio de Cristo  (1 Pedro 2:5), en gratitud ofrecemos alabanzas, y no menospreciamos su nombre, sino que confesamos su nombre, con un nuevo entendimiento y siguiendo la lógica escritural, si amamos y adoramos a Dios, amaremos a nuestro prójimo, sin olvidarnos de brindarles ayuda, de tal forma que podamos imitar a la Iglesia de los Apóstoles (Hechos 4:34), en donde se nos dice que no existían necesitados entre los hermanos, porque lo compartían todo.

Pablo escribió sobre los dones sacrificiales del dinero enviado por la Iglesia de los filipenses para apoyar su ministerio:

“Pero todo lo he recibido, y tengo abundancia; estoy lleno, habiendo recibido de Epafrodito lo que enviasteis; olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios” (Fil. 4:18)

Nuestras ofrendas también son sacrificio vivo, prepáralas, ora por los recursos de la congregación, que son parte de nuestra adoración.

3. Menospreciando nuestro llamado a un estilo de vida abnegado: El pueblo de Israel también ofrecía animales, aves, aceite, sal, harina y grano como una ofrenda de autosacrificio (Isaías 66:1-4; Amós 4:1-5). Quienes ofrecían este tipo de sacrificios debían ser personas abnegadas (sacrificadas).

¿Cómo y cuándo menospreciamos este tipo de sacrificios? - Cuando no nos aceptamos los unos a los otros como también Cristo nos aceptó. - Cuando no nos amamos los unos a los otros como también Dios nos amó enviando a su Hijo como salvador del mundo.

Observemos como lo describe el Apóstol Pablo:

Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo. Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante. (Efesios 4:31-5:2)

Amados, podemos dejar de vivir una vida que refleje el sacrificio de Cristo si no nos acogemos, amamos, perdonamos los unos a los otros. Nos resulta fácil hacer este tipo de amor por aquellos que amamos como nuestras familias, o los amigos más íntimos en la congregación, pero la exigencia de este sacrificio va más allá. Cristo nos amó cuando éramos sus enemigos, cuando nuestro carácter era rebelde, cuando éramos, irreflexivos, ofensivos, groseros, intolerantes, pecadores y estábamos convencidos de no estar equivocados, ¿Cuánto amamos a ese hermano que tiene un carácter difícil? ¿Cuánto estas contribuyendo para su crecimiento? Dirás es que hermano ningún creyente tiene mal carácter, amados los apóstoles tuvieron diferencias de opinión por el joven Juan Marcos y su complejo carácter inicial, la mayoría de los teólogos concuerda en que Pablo tenía un carácter muy fuerte, y que diremos de Pedro, con todo su ímpetu, pero a pesar de sus insuficiencias, eran amados por sus congregaciones. Amarnos como Dios nos ama es un sacrificio que podemos y debemos ofrecer a nuestro Señor, porque él se agrada de esto. Debemos amar a nuestro prójimo y ¿Quién es nuestro prójimo? ¡Alguien que Dios pone cerca de nosotros para probar nuestro crecimiento en Cristo!

Hacia un estilo de vida Sacrificial:

Si reunimos las distintas ideas de sacrificio que hay en el Nuevo Testamento veremos con qué facilidad podríamos caer en la misma trampa que Israel en el tiempo de Malaquías, ofreciendo sacrificios de segunda y hasta de tercera mano. ¿Cómo podemos saber que estamos cerca de estos pecados? Ofrecer un sacrificio satisfactorio es más que estar sencillamente de acuerdo con una idea. Es vivir deliberadamente, intencionalmente para hacer aquello que más nos cuesta, y rendir algo para ofrecer a Dios la obediencia y el servicio que le corresponde.

David afirmó: “no ofreceré a Jehová mi Dios holocaustos que no me cuesten nada” 2 Samuel 24:24

Cuando ofrecemos sacrificios que no cuestan nada estamos diciendo que la gracia de Dios es barata, que el sostén del Evangelio, el sacrificio y obra de nuestro Señor es estiércol, que podemos escuchar las predicaciones del perdón de Dios sin arrepentimiento, ser bautizados sin disciplina, tomar la santa cena sin confesión de pecados, seguir a Cristo sin tomar la Cruz, pues no amados, el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, es una joya invaluable, que quien la encuentra vende todo lo que tiene y compra dicho campo. Seguir a Cristo nos costará todo.

¿Nuestra Iglesia es sacrificial? ¿Nuestro ministerio es sacrificial? ¿Tu vida es sacrificial? ¿Qué te cuesta vivir como Cristiano? ¿Te ofreces a ti mismo deliberadamente a Dios cada día como un sacrificio vivo? ¿Tu cuenta bancaria habla de una vida sacrificial? ¿Tu vida social es sacrificial? ¿Tus oraciones son sacrificiales o están centradas en ti mismo y son egoístas? ¿Qué hay del uso que haces con tus recursos? ¿Son sacrificiales o autocomplacientes?

Existen muchos argumentos contra la vida sacrificial. Nos rodean en nuestra sociedad y se infiltran en nuestros pensamientos y finalmente en nuestros actos. Aquí unos cuantos:

¿No es la abnegación psicológicamente peligrosa? ¿No dañara mi personalidad que me niegue a mí mismo? Hermanos no existe peligro en la abnegación y el sacrificio consciente e intencional, y jamás te perjudicará en tu personalidad los sacrificios al Señor, sino que contribuyen a tu personalidad, haciéndote más a la imagen de Cristo, porque él es nuestro ejemplo de sacrificio.

¿No existe el peligro de una abnegación obsesiva? Pues sí, cuando no centramos nuestro sacrificio en la persona de Jesús y lo hacemos por nuestras propias fuerzas y todo se torna pesado y vacío. Pero que esto no sea excusa para rendir sacrificios al Señor, querido hermano no sientas que tienes que llegar a ese extremo y no permitas que el temor a un comportamiento extremista te impida cumplir con tu deber básico como cristiano.

Con toda seguridad, el gran sacrificio de Cristo significa que no tenemos que ofrecer ninguno más, ¿No existe el peligro de pensar que nos estamos salvando por nuestros sacrificios? Pues el sacrificio de Cristo es lo único que nos salva, pero aquel que nos rescató por su sacrifico nos llamó a seguirle en los sacrificios que hacemos. Así que somos “salvados para servir”, somos salvados por un sacrificio, para que nosotros seamos sacrificios. Pero recordemos, nuestros sacrificios no nos salvan, sino que son una respuesta adecuada a Dios por parte de personas a las que él ha rescatado.

Si no poseo dones destacables, mi sacrificio no tendrá un valor real. No es así. Dios ama los sacrificios de amor de todos sus hijos y los usa para bien. (Ej.: Viuda de las dos blancas)

¿Me proporcionará felicidad la abnegación? Amados hermanos si debes dar sacrificios a través del dolor, como lo hemos aprendido en la serie de Pedro, habrá gozo al ser liberado del pecado del egocentrismo, y, por otro lado, la gloria será para Dios y ese será nuestro mayor gozo, nuestra mayor alegría y nuestra felicidad. ¡Que él sea glorificado!

Indudablemente, necesito establecerme primero, tener una buena carrera, buenos ingresos y mi propia casa. Después planificare algunos sacrificios. Se imaginan a Jesús pensando de esta forma, primero voy a buscar a la mejor nación donde nacer, los mejores padres que me acojan en su seno, a los mejores discípulos que pueda tener y la muerte más cómoda e indolora que pueda tener para pagar el precio por los pecados. Amados hermanos, el tipo de vida cristiana que vives ahora demuestra cómo vivirás en el futuro, no es mañana, es ahora cuando puedes ofrecer sacrificios agradables al Señor.

¿No importa si los sacrificios son ocasionales? Sí, importa. Porque el Señor nos dijo que tomáramos nuestra cruz cada día (Lucas 9:23).

Sin duda, cualquier sacrificio que hacemos es tan inútil que insulta a Dios. No, porque las imperfecciones en nuestros sacrificios quedan cubiertas por el sacrificio de Cristo: recordemos estamos en “Cristo” y ofrecemos nuestros sacrificios “por medio de él”. Por lo tanto, Dios, nuestro Padre celestial, los aceptará por amor a Cristo y en él.

¿Cómo Cristo y su evangelio nos reconcilian con Dios para que seamos aptos sacrificialmente?

Los sacerdotes no reconocían en Dios a su Padre ni le honraban, más Cristo dijo: Yo honro a mi Padre (Juan 8:49), eran siervos que no temían a Dios, pero Cristo se hizo siervo, y se hizo obediente al Padre hasta la muerte, los sacerdotes menospreciaban el nombre de Dios, pero Cristo dijo: Les he dado a conocer tu nombre (Juan 17:26); es en Cristo en quien tenemos la revelación del carácter y el ser de Dios, los sacerdotes ofrecían pan inmundo, pero Cristo fue el pan que descendió del cielo para alimentar a los hombres, los sacerdotes ofrecieron lo cojo, lo enfermo y lo ciego, Cristo se ofreció sin defecto ante el Padre, él dijo aquí estoy como un sacrificio que satisfacía las demandas por nuestros pecados, porque su valor es infinito, en comparación con cualquier creación. Él nos reconcilia con el Padre para entrar en su presencia y adorar. A ese Cristo le pertenece todo, su Padre lo ha hecho Señor de todo:

“No existe una pulgada cuadrada en todo el dominio de nuestra humana existencia sobre el cual Cristo, quien es soberano, sobre todo, no grite, ¡Mía!” Abraham Kuyper

¿Con que nos presentaremos delante del Señor?

“¿Con qué me presentaré ante Jehová, y adoraré al Dios Altísimo? ¿Me presentaré ante él con holocaustos, con becerros de un año? ¿Se agradará Jehová de millares de carneros, o de diez mil arroyos de aceite? ¿Daré mi primogénito por mi rebelión, el fruto de mis entrañas por el pecado de mi alma? Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios” (Miqueas 6:6-8)