De la Amargura de Noemí a la dulzura de Cristo (Rut 1)

El libro de Rut es un libro que se encuentra entre Jueces y el libro de Samuel. Se desconoce la autoría del libro, sin embargo, a pesar del anonimato del escritor de esta narración podemos ver la brillantez con que es adornado cada capítulo, el poeta alemán Goethe lo llamó “la más bella obra escrita en pequeña escala”. Recorramos juntos el camino de los protagonistas, aquí encontraremos lecciones de amor, de trabajo, de relaciones familiares, aventura, esperanza, desesperanza, hambre, tragedia, abundancia y romance.

La historia es protagonizada por una mujer, no judía (moabita). Este relato se levanta en medio de los días en que gobernaban los Jueces, así lo explica el verso 1; Dios quiere que veamos en perspectiva los relatos de jueces versus la narrativa de Rut. En Jueces observamos un ciclo constante, pecado del pueblo, retribución de parte de Dios, arrepentimiento del pueblo y la liberación que Dios daba a través de un Juez (o caudillo). Esta época, está caracterizada por la violencia y acaba con la anarquía de una guerra en la que las tribus se desgarran entre sí. El último versículo del libro de Jueces resume la condición del pueblo:

En estos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía

(Jueces 21:25)

Bajo esta panorámica ¿Es posible que Rut nos muestre el Evangelio? Recordemos lo que el Señor les dijo a sus discípulos:

Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían” (Lucas 24:27)

Así, desde esta perspectiva, buscando a Cristo y su Evangelio en este libro es que iniciaremos esta Serie: El Evangelio según Rut.

El verso 1 nos muestra que en los días en que gobernaban los jueces, hubo hambre en la tierra y un hombre llamado Elimelec junto a su esposa Noemí y sus dos hijos, Mahlón y Quelión se van de las tierras de Belén hacia Moab, producto del hambre, irónicamente deben huir de Belén, que significa casa de pan, probablemente dejar esta ciudad no auguraba nada bueno, pero era una práctica que obedecía al pensamiento reinante de la época, a la cosmovisión y credo de esa generación: “cada quien hacía lo que bien le parecía”. No era algo atípico que los Israelitas abandonaran Belén, en el Libro de Jueces se nos muestra otro ejemplo:

Este hombre (levita) partió de la ciudad de Belén de Judá para ir a vivir donde pudiera encontrar lugar (Jueces 17:8)

Al parecer Elimelec y su familia irían donde brillara el sol. El verso dos nos muestra que se establecen en Moab, edifican su hogar ahí, dejando su pueblo, lejos del lugar de adoración que Dios había establecido e inician su nueva vida. El padre de familia muere, y Noemí queda viuda, pero aún tenía a sus dos hijos, quienes se casan con mujeres moabitas, con el fin de perpetuar la familia y así perpetuar el nombre de Elimelec. ¿Cuál es el origen de los Moabitas? El incesto de Lot con sus hijas (Génesis 19), su origen era una historia llena de depravación y lujuria. Fueron un pueblo que fue castigado y maldecido por Dios, de tal forma que no entrarían en la congregación de Jehová, ya que no fueron con agua ni pan a recibir a Israel cuando salieron de Egipto y habían alquilado a Balaam para maldecirlos (Det. 23:3-4); además en este período fueron una fuerte influencia idolátrica para Israel en el tiempo de los jueces (Jueces 10:6) y un pueblo que los llevo a la esclavitud (Jueces 3:14).

Resumiendo, los moabitas eran enemigos del pueblo de Israel, y es en ese pueblo que Mahlón y Quelión, encuentran a sus esposas: Rut y Orfa. Y habitaron allí diez años, sin embargo, ambos hijos mueren, noten que en el versículo 5 se nos hace una fuerte referencia nuevamente a sus nombres, Mahlón y Quelión, el primero significa enfermizo y el segundo cansado, probablemente ambos eran hombres débiles corporalmente, enfermizos, y mueren al igual que su padre Elimelec en Moab. Notan algo que hay entre paréntesis, que no se lee, pero está presente, la esterilidad de la familia, estuvieron diez años en esas tierras, ambos matrimonios, pero no tuvieron hijos, probablemente porque ambos hombres, eran infértiles, o simplemente Dios cerró las matrices de ambas mujeres, y Moab era una tierra donde existían dioses de la fertilidad, sin embargo, en la tierra del culto a la fertilidad hay esterilidad, no pudieron fructificar. Por otro lado, paradójicamente, dicen las Escrituras que ambos hombres eran de Efrata, que significa, fecundidad o abundancia, pero la esterilidad eran su maldición.

El autor de Rut nos muestra un escenario árido, quiere que veamos la aflicción y desesperanza por la cual pasan los protagonistas de la historia, nos hace ver la desgracia y decadencia de una familia, y sobre todo de una mujer: Noemí. Perdió a su marido y sus hijos, fuentes de bienestar para su vida, está lejos de su nación, lejos de parientes que la puedan socorrer, y el verso cinco nos dice literalmente que “la mujer quedó desamparada”, se dan cuenta que no se pronuncia su nombre, había perdido su identidad, y aún su nombre debía quedar en el olvido, su vida reflejaba todo lo contrario de lo que significaba su nombre, que es placentera o dulzura, sin embargo, sólo yacía maldición sobre sus hombros, infertilidad, muerte, hambre, soledad, tragedia, tras tragedia, muy similar al que experimentó Job.

Sin embargo, el verso 6 nos muestra un rayo de esperanza, Dios visito al pueblo de Israel y le dio pan, ¿coincidencia? no. Esto será cíclico en el libro de Rut, observaremos desesperanza e inmediatamente observaremos la mano de Dios interviniendo entregando esperanza a nuestros protagonistas, muy contrario a los ciclos de Jueces.  Noemí se levanta con sus nueras, Rut y Orfa, e inician un viaje de retorno, de regreso a la casa de pan, al igual que la primera vez no es por una motivación espiritual, sino que la necesidad mueve a Noemí, pero detrás de la escena es la mano de Dios poniendo en movimiento los pies de estas tres mujeres, viudas, pobres y desamparadas. Imaginémonos esa escena por un momento hermanos, tres mujeres, solas, en caminos peligrosos, teniendo que recorrer aproximadamente entre 100 y 130 kilómetros, de Moab a Belén, no hay policías, ladrones acechan el camino, no existían derechos de la mujer, ONG que las defendieran, el silencio y la muerte abrazan sus corazones, y el primer dialogo emerge de la boca de Noemí en el verso 8:

Andad, volveos cada una a la casa de su madre; Jehová haga con vosotras misericordia, como la habéis hecho con los muertos y conmigo”

Era lo lógico, Noemí invita a sus nueras a reiniciar sus vidas, que encontraran nuevos esposos, tuvieran familia, ya que bordeaban probablemente los 30 años, Noemí les pide que intentaran ser felices, algo que probablemente ella también quería para sí misma, se pone en el lugar de ellas y las estimula a quedarse en Moab. Es la primera vez que se describen características de estas dos mujeres, dicen las Escrituras que ellas actuaron con misericordia con Noemí y con los fallecidos de la familia, es decir, a pesar de ser mujeres que nacieron en un pueblo enemigo de Israel, Dios desplegó misericordia hacia Noemí y sobre su familia por medio de estas mujeres moabitas, mostrando su gracia común. Hermanos ¡qué bueno es cuando las prácticas familiares están llenas de bondad y misericordia! Dios quería que Noemí observará estas cosas, las reconociera, y fueran traídas a nosotros. Cada vez que un familiar aun si no es creyente, se preocupa de tí, de tus necesidades, y de los tuyos, es Dios actuando en medio de los gentiles. Son lecciones de Dios a nosotros, debemos ser primero piadosos con nuestras propias familias, recordar hacer el bien en la vida mutua, porque de tales sacrificios se agrada Dios (1 Tim. 5:4 y Heb. 13:16).

Continuemos con la escena. Noemí pide descanso para ellas, las besa, alzan su voz (gimen) y lloran. El afecto entre ellas era real, no eran lágrimas superficiales, el autor quiere que palpemos el dolor de estas tres mujeres, quizás las tres están abrazadas, la desgracia las une, quizás era su último abrazo, sus últimas lágrimas juntas. Motivadas por el lazo sanguíneo y la emoción, ambas les dicen a Noemí iremos contigo a tu pueblo, pero, Noemí utilizaría la artillería pesada, para convencerlas, les dice: ¿para qué habéis de venir conmigo? ¿tengo yo más hijos en el vientre?, básicamente ella está diciendo: soy vieja y aún si me casara y sucediera el milagro de Sara de tener hijos a mi edad ¿acaso esperarían a que fueran grandes para casarse con ellos? ¿su amor sería suficiente para esperar tanto tiempo?

Aquí Noemí hace recuerdo de la ley del levirato (Det. 25), en donde ante la eventual muerte del marido de una mujer, el hermano mayor soltero del difunto podía tomar por mujer a la viuda y continuar la descendencia del fallecido. Noemí les aclara que con ella no existe tal  esperanza, no hay más vida en su vientre, y si aún fuera así, para ellas sería riesgoso esperar tanto tiempo, y quedar sin familia. Noemí quiere alejarlas, nada bueno le espera a quien se arrime a Noemí, no hay placer ni dulzura en seguir los pasos de esta mujer, se mira a sí misma como una persona sin valor, se mira a sí misma y dice soy mujer, viuda, anciana, sin posesiones, no hay nada en mis manos, soy semejante a Jonás en el barco, tírenme por la borda de sus vidas y verán que la calma llegará a ustedes, abandónenme y vayan a su tierra, a sus dioses y encontraran refugio. Al mismo tiempo cada una de estas palabras debieron ser aguijones a su propio corazón, ella las amaba, en tres ocasiones vemos que se refiere a ellas como hijas mías (v.11,12 y 13), no era fácil desvincularse de ellas, el lazo que las ataba era fuerte, habían vivido demasiadas experiencias. Finalmente, Noemí dice:

No, hijas mías; que mayor amargura tengo yo que vosotras, pues la mano de Jehová ha salido contra mí(Rut 1:13)

 

 La lectura de Noemí es correcta, su amargura era mayor en ella que en sus nueras, a tal nivel que se identifica posteriormente en su misma esencia como Mara (amargura). El análisis teológico de Noemí es acertado, es Dios el motivo de la aflicción, al igual que Job podía decir: “El Omnipotente amargo mi alma” (Job 27:2). Ella conocía que la mano de Dios estaba en contra de su vida, que eran los mismos dedos del Dios que los habían sacado de Egipto que ahora oprimían su vida, sus ojos estaban amargados y cegados a toda esperanza, pero, no hay peor lectura teológica en nuestras vidas que ver la realidad sincera y olvidar al mismo tiempo las promesas que Dios nos ha dado, eso sólo trae desventura ¿te has encontrado así alguna vez? Diciéndote esto lo ha hecho Dios en contra de nosotros, pero sin luces de esperanza, sin ver el cuadro completo de la historia, ¿habría algún antecedente previo a Noemí que ella pudiera traer a su memoria y darle nueva esperanza? ¿habría algún relato en la historia de Israel que ella pudiera dar a sus nueras para darles verdadero consuelo?

Noemí conocía la historia de José. Ella tenía un antecedente histórico de un hombre afligido por Dios, separado de su familia, vendido como un esclavo, llevado a la cárcel, y luego rescatado por el mismo Dios que lo puso en ese lugar, para manifestar un fin mayor: salvar a mucho pueblo. Noemí no se da cuenta del cuadro mayor que engloba a su tragedia, sino que se encierra en sus palabras sinceras, reales, pero amargas, ella no sabía que su historia sería escrita en este libro para testimonio de muchos que están sin esperanza. Amados veamos el cuadro completo de nuestra historia en la historia de Dios, él cumplirá sus promesas, el sanará a su pueblo, él triunfará sobre este mundo hostil y hará justicia, aun cuando pensamos que él ha callado, traigamos a nuestra memoria su incuestionable palabra, mantengamos firmes nuestra esperanza porque fiel es el que prometió (Hebreos 10:23).

Finalmente todas estas palabras terminan de nuevo en el llanto de nuestras tres protagonistas, son lágrimas de desesperanza, los dichos de Noemí convencieron a Orfa, ésta se despide, besa a su suegra y no sabemos más de ella, su opción era legítima, esperable, su decisión estaba del lado de lo seguro, volvió a la casa de su padre y su madre, donde tendría refugio, calor, vuelve a lo conocido, se vuelve a sus muchos dioses, como dice Ted Donald: Orfa no pudo iniciar el viaje de la Fe, ya que el afecto natural nunca es suficiente para dar inicio a esa travesía. El lazo sanguíneo a pesar de conectarnos íntimamente entre seres humanos, no puede comunicar la fe, así que querido hermano no pienses que porque tú seas creyente todos los de tu hogar lo serán, procura vivir en el temor a Dios y ser una carta abierta para convencer a los hombres de palabra y hecho, ese es el mejor legado familiar.

Increíblemente el nombre Orfa, significa “terca”, sin embargo, quien encarnó esta característica fielmente fue Rut, quien se queda. Nuevamente Dios muestra su fidelidad a Noemí y vamos de la desesperanza a la esperanza.

Noemí realiza un último intento de convencer a Rut:

He aquí tu cuñada se ha vuelto a su pueblo y a sus dioses; vuélvete tú tras ella” (v.15)

Noemí usa el argumento de identidad sobre su nuera, le dice Rut: mira a Orfa se ha ido a su pueblo, a su gente, y a sus dioses. Querida Rut en este tiempo cada quien hace lo que le parece bien, haz tu vida, vive tras los designios de los dioses de tu tierra, síguela, tú tienes más cosas en común con Orfa que conmigo. Pero la respuesta de Rut es estremecedora:

Respondió Rut: No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada; así me haga Jehová, y aun me añada, que sólo la muerte hará separación entre nosotras dos. Y viendo Noemí que estaba tan resuelta a ir con ella, no dijo más” (v.16-18)

Noemí yo te perseguiré, pisaré tus pisadas, viviré donde tu vivas, sea cual sea el lugar, el cómo, el donde y el porqué, no importa, ahí estaré seré tu sombra. Rut encarna verdaderamente el significado de su nombre, amistad, en el momento más angustiante de la vida de Noemí nuestra protagonista se vistió de heroína y se quedó al lado de su suegra, de su amiga, de su hermana, de su madre, representó verdaderamente la amistad y la hermandad cristiana.

Rut no valora a Noemí como un vaso productor de hijos, sino que vio la imagen de Dios en ella, y al mismo tiempo vio su esperanza, vio a su pueblo, fue inevitable continuar el camino hacia Belén. Como dice John Piper:

Noemí había descrito un futuro muy desfavorable, pero Rut la tomó de la mano y entró con ella a ese futuro” (Bajo las Sombra de sus alas, p.34)

Esta mujer hizo de Miqueas 6:8 su vida, hizo misericordia y justicia para que una pobre anciana no quedara desamparada, hizo mucho más de lo que le demandaba su rol de nuera, y el costo de estos actos implicaron dejar su tierra, su familia, la posibilidad de casarse nuevamente, tendría que adoptar un nuevo idioma, nuevas costumbres, voluntariamente se está exponiendo a la discriminación racial, aun si Noemí muriese ella no volvería a casa, era un viaje sin retorno. Podrás decir hermano o amigo que esto es algo pequeño, era acompañarla de una ciudad a otra, pero en esa ciudad Rut encontraría a su redentor, y la vía dolorosa que atravesarían cambiaría la eternidad de muchos, ya que de Rut nacería la línea sanguínea del Salvador. Dios se manifestó de forma gloriosa en una tragedia cotidiana.

Ahora, las palabras de Rut hacia Noemí se asemejan a un pacto matrimonial, pero aun van más allá, Rut enuncia sobre sí misma una imprecación, un juramento, que ni aun la muerte las separaría, ella dice donde tú murieres, moriré yo, tengo un compromiso total, tu Dios será mi Dios, estoy haciendo un compromiso con Jehová, contigo y con tu pueblo ¡sus palabras son impresionantes ¡¿de dónde venía la fe de Rut? ¿de su esposo? ¿de Elimelec? ¿escucho acaso de los milagros del Jordán y del desierto? a pesar de la desesperanza de Noemí, ella fue una embajadora del reino de la gracia para Rut, no era una cristiana perfecta, pero pudo encarnar una fe digna de imitar para Rut, tal fe que Rut no dudo en dejar atrás a sus dioses y abrazar al Dios de su suegra.

Ahora Noemí, con todo esto, se da por vencida, no insiste más. Quienes hayan visto el Señor de los anillos o leído el libro, hay una parte de la historia en donde Frodo portador del anillo desea alejarse de la comunidad que le protegería para cumplir su misión de destruir el anillo de poder, él pensaba que debía realizar la travesía solo, sin embargo, cuando ya se alejaba de todos sus amigos, Sam, su amigo más íntimo le acompaña, Frodo estaba agradecido de no tener que cruzar las tierras de Mordor en soledad, alguien estaba con él, así mismo Noemí debió estar consolada con la compañía de Rut, atravesaría las tierras de Moab hasta llegar a Belén con Rut, ellas experimentaron que dos son mejores que uno, se brindarían calor, ayuda y protección.

Caminan el sendero de Moab a Belén, regresan a la casa de pan, y dice el v. 19 que toda la ciudad se conmovió, en otras versiones dice que “hubo un gran revuelo”. En estas circunstancias lo que se desea es pasar desapercibido, Noemí se fue por un futuro mejor, pero ese futuro le había afligido. Noemí debió ser una mujer reconocida entre los suyos, por eso el alboroto, todos están atónitos, la escena es conmovedora, la que se fue por una mejor vida, regreso sin su familia, y más aun con una extraña, la gente no sólo está en shock por la indigencia de Noemí, sino también por lo que ha traído consigo: Una moabita. ¿acaso Noemí se volvió loca? ¡Ha traído una gentil para seducir al pueblo con sus dioses y con su cuerpo como sucedió en el pasado¡ decían entre ellos ¿no es esta Noemí? ¿no es esta la mujer placentera y llena de dulzura  Noemí responde:

“No me llaméis Noemí, sino llamadme Mara; porque en grande amargura me ha puesto el Todopoderoso. Yo me fui llena, pero Jehová me ha vuelto con las manos vacías. ¿Por qué me llamaréis Noemí, ya que Jehová ha dado testimonio contra mí, y el Todopoderoso me ha afligido?” (v. 20 y 21)

En este viaje Noemí había perdido a su esposo, a sus hijos, y también su identidad: su nombre, ahora refiéranse a mí como Mara (que significa amargura), soy una persona diferente a la que conocieron, mi corazón está quebrado, mis manos rotas, abundan las arrugas en mi rostro, mi pelo está más blanco, mis pies tambalean, porque Dios ha amargado mi vida, me ha vuelto con las manos vacías, me ha afligido y está en contra mía, Mara es mi nueva identidad. Por segunda y tercera vez Noemí se refiere a Dios como el autor de su aflicción, nuevamente una lectura teológica correcta, pero incompleta, ignoraba que Dios estaba con ella. Por lo general el ser humano exagera su desesperanza, nos amargamos tanto que no podemos ver las estrellas en la tenebrosa oscuridad, Noemí no es capaz de ver la obra de misericordia en su vida:

  • Es Dios quien ha conservado su vida y no se la quitó como a Elimelec y sus hijos (1:1.5)
  • Fue Dios quien detuvo el hambre y quien abrió́ el camino a casa (1:6).
  • Fue Dios quien insto a Rut a quedarse con Noemí (1:16 y 17)
  • Fue Dios quien las cuido de los peligros de Moab a Belén (1: 19)
  • Sus manos no estaban vacías tenía a Rut, quien sería su fuente de bienestar (1:22)
  • Dios conservó un pariente redentor, Booz, a quien conoceremos más adelante (2:1)
  • Y sin conocer los calendarios, ni los tiempos, Dios la lleva a Belén justo en el tiempo de la siega (1:22)

Noemí no se da cuenta aun de sus propias palabras, se refiere a Dios como el Todopoderoso, quien puede hacer todas las cosas, en su traducción original dice: El Shaddai, que significa Dios es más que suficiente, tiene la idea de Dios como sustentador. La lectura termina, en el verso 22 donde la Biblia le sigue llamando Noemí y no Mara, el autor quiere que observemos que la suerte de Noemí cambiara, con Rut identificada como la moabita, y un escenario expectante, el tiempo de la siega, como invitándonos a saber que sucederá con nuestras protagonistas.

¿Cómo podemos ver el evangelio y a Cristo en este relato?

Nuestra historia está en medio de esta narración, nuestro rescate se muestra claramente en medio de la tragedia de Noemí y Rut. Nosotros caminábamos sin rumbo, sin esperanza por este mundo, sin Cristo, sin un Redentor que pudiera redimir nuestros pecados y aliviar nuestros dolores, estábamos huérfanos, sin ciudadanía, fuera de la casa de pan, más bien no queríamos entrar por las puertas de Belén, hacíamos lo que bien nos parecía, pero el Señor produjo hambre en nuestras vidas, no de pan, sino de oír su palabra (Amós 8:11); y nos acercamos a su ciudad celestial con las manos vacías, sin nada que dar, porque todo aquel que viene a Cristo viene de esa forma, arruinado, sin fe en sus propios esfuerzos, cada creyente dice: “Señor en mis manos nada tengo, sólo a tu Cruz me aferro”.

Nos acercamos con nuestros corazones infecundos, que nunca produjeron ningún fruto, hasta que fueron rociados por la sangre de Jesús, entramos a la ciudad y nuestra entrada es un espectáculo deprimente, pero cuando Jesús entra a la ciudad todos le alaban, todos le glorifican, las ciudades se estremecen y aclaman ¡ohsanna! Bendito es el que viene en el nombre del Señor. Él voluntariamente, camino el sendero hacia el monte Calvario, y su fin fue de afrenta y dolor, de hambre y de sed, en cambio nosotros atravesamos el viaje de desobediencia, pero al final de nuestro camino hemos encontrado al verdadero pan de vida, y sus palabras nos supieron amargas al principio, amargaron nuestros vientres como a Juan, pero en nuestros labios y nuestra boca él es dulce, ¿qué cosa es más dulce que la miel? ¿y qué cosa más fuerte que el león? (Jueces 14:18) ese es nuestro dulce Jesús. Sus palabras son duras, amargan nuestra existencia, como a Noemí, porque nos muestran nuestra realidad, nuestra paupérrima condición, pero ¿adónde iremos? Sólo él tiene palabras de vida eterna.

Él exige que le ames sólo a él, vivas por él, abandones tu pueblo, tu posición, tus dioses, tus esperanzas en estas tierras y te aferres a él como Rut se aferró a Noemí, si has de abrazar la fe de Rut debes entender que el cristianismo es un viaje sin retorno, y bajo esta cosmovisión sólo el pecado sabe amargo. Y no sólo hallarás paz y salvación a tu atribulada alma, sino que la soledad quedará atrás, te encontraras con un pueblo que abraza el mismo credo, la esterilidad retrocederá, al fin fructificarás, porque has hallado la casa de pan y serás saciado. Desde Belén en donde habitarás si vienes a él, salió el poderoso en batalla, venció a la serpiente tortuosa, al gigante Goliat, le dio un golpe mortal a Satanás y su reino, corto el yugo de la esclavitud del pecado para que tú y yo vivamos junto a él. ¿Vendrás a la casa de pan? Él nos espera en sus campos.

¿Qué lecciones podemos aprender de este primer capítulo?

  1. Dios reina, él está en control: Si se dieron cuenta durante el sermón dimos explicación etimológica a cada nombre, excepto el de Elimelec, significa: Dios es mi Rey. Recuerdan como terminaba el libro de Jueces, decía que sobre Israel no había Rey y cada quien hacía lo que bien le parecía, Dios quiere que comprendamos que cada cosa que sucedió en la vida de Noemí él la dispuso así, la ida a Moab, la muerte de su familia, el hambre, la compañía de Rut, en cada detalle estaba la mano de Dios dibujando un cuadro para la venida del Salvador por medio de la descendencia de Rut, y no necesariamente estas cosas vinieron por actos pecaminosos, el libro no nos muestra eso, más bien vemos el pincel de Dios dibujando la historia de Rut y Noemí. Ignoramos la obra de Dios, así como crecen los huesos en el vientre de la mujer encinta (Ecl. 11:5), no sabemos cómo Dios hace todas las cosas, pero nuestra confianza debe estar puesta en Jesús. Hablando al respecto William Cowper comenta lo siguiente:

“No juzgues con débil sentido al Señor, más bien confía en él por su gracia; detrás de una providencia agobiante él esconde su rostro sonriente”

Él quiere que observemos que, a pesar de ser un tiempo de caos y depresión espiritual, él esta reinando en medio de la tragedia, él no se duerme, no se cansa, él guarda y preserva a su pueblo. Hoy las cosas no son muy diferentes, pero amados el Señor está velando por los suyos, sus promesas no fallaran, tenemos mucha más revelación que Noemí, sabemos cómo acaba la historia, Dios acallará las voces de los rebeldes y traerá su reino perfeccionado, él ya ha triunfado.

  1. El dolor también nos ayuda a bien: Hoy vivimos ante una generación antidolor, que ante la más mínima aflicción responde a Dios levantando sus manos empuñadas, preguntan los porqués sin reverencia en los corazones. Dios es amor, pero como dice C.S Lewis:

“El amor puede producir dolor a su objeto, pero solamente en el supuesto que éste necesite transformarse para convertirse en un objeto totalmente amable”

 

El amor debe ser perfeccionado en nuestras vidas, y uno de los medios que Dios usa es el dolor, es cosa de ver a su Hijo en la Cruz. En el dolor miramos las misericordias de Dios con una profundidad mayor, Dios nos aflige para comprender su misma naturaleza y atributos, somos humillados y quebrantados para ser semejantes a él. Cristo tuvo que soportar el dolor no para aprender a amar, sino para enseñarnos a amar, darnos un ejemplo. Sus aflicciones fueron infinitas, más las nuestras son transitorias, pasajeras y temporales. El Señor nos dijo que nuestras pruebas son “leves tribulaciones momentáneas”, pero producen en nosotros un “excelente y eterno peso de gloria”; dos frases totalmente opuestas, cada tribulación produce algo eterno en nuestros corazones, cada padecimiento no se compara con la gloria que tendremos cuando estemos junto a él, pero:

“Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios” (Hechos 14:22).

Recordemos que la ira de Dios se puso sobre Jesús y la mano de Dios estuvo en  contra de Noemí, pero ¿quién sobrevivió? Noemí, nosotros. Nunca llevaremos más carga de la que podemos soportar, si él cuida de las aves también cuidara de tí.

  1. Rut una mujer Contracultural: En el mundo de Rut y Noemí, cada quien hacía lo que quería, como es nuestro mundo hoy, sin embargo, Rut viene a ampararse bajo las Alas del Altísimo, por medio de Noemí, demostrándonos que no es la temperatura espiritual del ambiente que determina nuestra identidad, ni lo que somos ni mucho menos lo que hacemos, es un ejemplo femenino que sigue la línea de José, Daniel o Sadrac, Mesac y Abed- nego, que a pesar de que les cambiaron sus nombres, su identidad y su cosmovisión de vida siguió ligada a la palabra de Dios.

Además, nuestra heroína se determinó a ser una mujer virtuosa, virtuosismo que es despreciado hoy y cambiado por hedonismo, materialismo y  belleza pasajera. Al lado de Noemí no había futuro, pero Rut se burló de lo por venir, miren lo que dice Proverbios acerca de la mujer virtuosa:

“Fuerza y honor son su vestidura; Y se ríe de lo por venir” (Prov. 31:25)

Una de las ayudas más grandes que una mujer puede dar a su marido, a su familia y a su comunidad es dar esperanza cuando las cosas van mal, no porque ella tenga muchas capacidades, sino porque su confianza está puesta en Cristo, una mujer de Dios espera en él, en sus promesas, como aquellas mujeres santas del tiempo antiguo, que se sujetaban a sus maridos (1 Pedro 3:5); es decir, la Biblia conecta la virtud de una mujer con su Fe, su trabajo y su sujeción voluntaria a quien le preside, su marido.

  1. Noemí la Iglesia de Rut: Las palabras de promesas de Rut a Noemí, son palabras que cada miembro de esta congregación debe hacer con su Iglesia. Viviré donde vivas, ahí estaré, iré donde vayas, tu Dios es mi Dios, debemos hacer un pacto con la Iglesia de Cristo hasta la muerte, no puedes querido hermano abandonar esta casa de pan como lo hizo Noemí e ir a donde supuestamente brilla el sol, no vayas a babilonia, ella lo quita todo. Un hombre dijo alguna vez:

“Me fui de la Iglesia porque había poca gracia, tuve que volver porque en el mundo no había”

No somos la mejor expresión del pueblo de Dios, pero esta porción de los hijos de Dios es nuestro hogar, es nuestra casa, no puedes caminar solo el camino hacia Belén lo debes hacer con la compañía de los Santos, y si piensas que vas hacia allá solo, sin el cuerpo de Cristo, probablemente no te has dado cuenta, pero diriges tus pasos a Babilonia y no al hogar de nuestro Dios. El Señor unió a una judía, Noemí, y a una gentil, Rut, y se fusionaron en una misma unidad, Dios las hizo un solo pueblo. ¿Qué cosas tenían en común Rut y Noemí?

Una era anciana, la otra era joven, Noemí era débil, Rut era fuerte, una era suegra, la otra nuera, papeles antagónicos para el mundo de hoy, una era judía, la otra gentil, eran étnicamente enemigas, las mismas imposibilidades de unión aparecen en la Iglesia ¿que nos podía unir? Sólo la Cruz de Jesús. Rut por medio de Noemí gano una madre, y Noemí gano una hija, que fue mucho mejor que sus otros dos hijos, aquí en la Iglesia podemos encontrar verdaderos hermanos, hijos, padres y madres.

  1. Cristo nuestro dulce Redentor:  Recordemos que ningún Amonita ni Moabita entraría en la congregación de Jehová, fueron malditas diez generaciones, ya que no recibieron a Israel con pan y agua al salir al desierto (Det. 23:2-3). Rut estaba entre esas personas que no tendrían acceso, que no podrían habitar junto con el pueblo de Israel, y que no tendría acceso a salvación, lo único que dictaba su destino era beber hiel, al igual que Israel cuando salió al desierto y se encontró con las aguas de Mara, así mismo de todas sus fuentes brotaba amargura y condenación. Sin embargo, al igual que en el desierto, en donde Moisés echo sobre las aguas un árbol y las aguas se endulzaron, de igual forma el árbol de la vida, nuestro Señor Jesucristo, fue arrojado a las fauces de nuestro mar amargo de pecado y su sangre endulzo nuestras bocas y nuestras vidas. Ya habían pasado más de 250 años desde aquella maldición, Rut representaba mínimamente a la décimo primera generación de moabitas, la Gracia de Dios fue impartida sobre esta noble mujer.

Rut es una representación de que en Abraham serían benditas todas las naciones de la tierra, Dios envió hacia su hogar una familia judía, se casó con un hijo de ese hogar, pero siendo joven, enviudo sin hijos, tenía hambre y su suegra yacía en la desesperación, bebió el trago amargo de la vida, 10 años de ver mes a mes que la esterilidad era su vida, su marido infértil fue quien murió, pero parecía que ella llevaba su pecado. Pero plació a Dios que ella bebiera del agua que bebió la Samaritana, de esa agua dulce que sólo viene de la peña de Horeb, de Jesús, ella puede decir confiadamente:

“El paladar, de mi amado es dulcísimo, y todo él codiciable. Tal es mi amado, tal es mi amigo” (Cantar de los Cantares 5:16)

Y la descendencia de Rut puede decir:

“Señor, tú nos has sido refugio. De generación en generación” (Salmo 90:1)

¿Recuerdan que Noemí pidió consuelo y reposo para sus nueras? Solo una de ellas la obtuvo, no recibió dos palmadas en la espalda, no recibió caricias superficiales, no fue recibida en Belén con bombos y platillos, pero nuestro Señor tenía reservada para ella un espacio en el libro de Dios, su nombre adorna la genealogía del Salvador, de ella vendría el rey David, y más tarde el Rey de reyes, le costó todo, pero fue consolada de todos sus pesares. Rut en la casa de pan encontró a su Booz, encontró a su redentor, encontró a Cristo nuestro dulce Salvador. ¿Estás cansado de endulzar tu vida con stevias artificiales? ¿El pecado te sabe amargo? El Señor aún tiene reservas de aguas, manantiales dulces para el pecador, él nos dice: El que tenga sed que venga y beba (Juan 7:37).