Por Álex Figueroa F.

Texto base: Ap. 20:7-10.

El libro de Apocalipsis nos enseña que todos estamos inmersos en una guerra espiritual de alcances universales. Esta guerra espiritual no se da entre dos fuerzas iguales, sino entre el Dios todopoderoso y soberano, y aquellos que se han rebelado contra su voluntad, pero cuya derrota es segura. Todos, entonces, sin excepción, estamos de uno o de otro lado en esta guerra, o estamos bajo la potestad de las tinieblas, o bajo el reino de Cristo, pero ninguno puede decir que está en una posición de neutralidad o como un simple espectador.

Poniendo el asunto en perspectiva, el Señor ya destruyó Babilonia en el cap. 18, luego en el cap. 19 destruye a la bestia y al falso profeta, al sistema de poder humano-satánico que intenta establecer su reino usurpando el lugar que corresponde exclusivamente al Señor. Y luego, como veremos hoy en este cap. 20, el Señor destruye a satanás. Es decir, estamos viendo cómo el Señor va extirpando el mal de la tierra, para establecer su reino de manera definitiva. Primero conquista la ciudad rebelde, luego elimina a sus gobernantes y a quienes los siguen, y luego elimina a quien originó toda esta rebelión, que es satanás.

Recordemos que este libro describe lo que va a pasar en todo ese rango de tiempo que se llama “los últimos días”, y que se da entre la ascensión de Cristo y su segunda venida. Apocalipsis no se escribió en orden cronológico, no es una línea de tiempo con eventos que van sucediendo uno después de otro. Está escrito de otra manera: contiene una serie de secuencias paralelas, que se han llamado “ciclos paralelos”. Todos estos ciclos se refieren a los acontecimientos entre la ascensión de Cristo y su segunda venida, pero lo hacen mostrándonos distintas perspectivas. Decíamos también que estos ciclos van creciendo en intensidad a medida que avanza en libro, lo que nos habla de una progresión. Se puede comparar a una canción a la que vamos subiendo el volumen. Es la misma canción, tiene la misma línea melódica, las mismas notas, la misma armonía, sólo que le estoy subiendo el volumen hasta llegar al punto máximo.

En todos estos ciclos paralelos, podemos ver cómo Cristo vence en su calidad de Señor de todas las cosas, guardando a su pueblo y concediéndole vencer con Él, y derrotando a satanás y a quienes junto con él se rebelaron contra su santa voluntad.

Con el mensaje anterior comenzamos el último de estos 7 ciclos paralelos. En él pudimos ver que según la Escritura Cristo ató a satanás en su primera venida, para poder saquear su dominio y liberar a los cautivos. Pero veíamos que satanás no fue eliminado ni anulado completamente. Él sigue tentando y sigue mintiendo, sigue en busca de alguien a quien devorar. Decíamos que según la Escritura sólo está atado en el sentido de que no puede reunir a las naciones para librar una gran batalla contra Cristo y su Iglesia. No puede eliminar a la Iglesia, no puede impedir su obra misionera, aunque hará todo lo posible por obstaculizarla, pero no puede impedir que las naciones vengan a salvación. Pero como veremos, antes del fin será soltado por un poco de tiempo, sólo para ser destruido de manera definitiva.

Durante este período, veíamos que Cristo reina junto a su pueblo. Vimos cómo Cristo habló de su reino como una realidad presente cuando desarrolló su ministerio en la tierra. El reino vino con Él, desde allí comenzó a manifestarse, y se revelará por completo cuando venga por segunda vez a juzgar a los vivos y a los muertos. Cristo quiso hacer partícipe a su Iglesia de su reinado, haciéndonos sacerdotes para Dios.

Según la Escritura, Cristo este reino dura 1000 años, que es el mismo período en el que satanás se encuentra atado. Ahora, ¿A qué se refiere con que el reino durará 1000 años? ¿Son 1000 años literalmente, 1000 períodos de 365 días? Recordemos aquí lo dicho antes: los números en Apocalipsis rara vez son literales, generalmente son símbolos que nos quieren señalar una realidad. Interpretar este número de forma literal es desconocer el género literario en el que se escribió este libro. Según el autor José Grau, “… aplicar aquí la exactitud matemática equivale a violar toda la ley de simbolismos y alegorías con la que escribieron sus visiones y oráculos Juan y los demás profetas. El milenio es… plenitud de tiempo, en máximo y alto grado. Un período que va más allá de toda duración medida con las manecillas de nuestros relojes”.

Se refiere, entonces, a un período indefinido de tiempo que comenzó a correr desde la ascensión de Cristo y terminará un poco antes de su 2ª venida, pero es un período que da la idea de plenitud (10x10x10), es una era completa cuya duración sólo la conoce Dios, pero es un tiempo que debe completarse, y en el que se van a cumplir todos los propósitos de Dios para ese tiempo.

Como vimos con numerosos pasajes de la Biblia en la prédica anterior, queda claro, entonces, que Cristo ya está reinando, lo que ocurre es que todavía ese reino no es plenamente manifestado, no podemos aún disfrutar de todas sus bendiciones. Pero Él no está esperando para que en el futuro le sea entregada la autoridad. Toda autoridad en el cielo y en la tierra ya le fue dada, y el reinará hasta que todos sus enemigos sean puestos debajo de sus pies, y cuando Él haya sometido y derrotado a todos los enemigos, entregará el reino a Dios Padre.

Hoy nos concentraremos en la destrucción de satanás y de sus seguidores, la victoria total del Señor.

     I.        El engañador

Como hemos dicho, el Señor nos está mostrando cómo va extirpando el mal de la tierra. En el cap. 19, ya había mencionado una batalla universal, en la que la bestia, ayudada por el engaño del falso profeta, había reunido a los reyes de la tierra y sus ejércitos para pelear contra Cristo y su Iglesia. Pero tanto la bestia como el falso profeta fueron lanzados vivos al lago de fuego, mientras que sus seguidores fueron también destruidos por Cristo.

En esta escena no se dijo nada de satanás, el instigador de toda esta revolución en contra del Señor. Pero ahora, en este capítulo, se nos cuenta la misma batalla desde una perspectiva distinta, dedicándose un pasaje especial a hablar de la destrucción de satanás y sus seguidores, sufriendo el mismo destino que la bestia y el falso profeta.

¿Tenemos alguna otra evidencia de que se trata de la misma batalla? Sí, vemos que de esto se había hablado en Ap. 16:13-14: “Y vi salir de la boca del dragón, de la boca de la bestia y de la boca del falso profeta tres espíritus malignos que parecían ranas. 14 Son espíritus de demonios que hacen señales milagrosas y que salen a reunir a los reyes del mundo entero para la batalla del gran día del Dios Todopoderoso”. Este pasaje de Ap. 16 está en el contexto de las 7 copas de la ira de Dios, y con él podemos ver que la destrucción de Babilonia, la gran batalla final, la destrucción de la bestia y el falso profeta y la victoria final sobre satanás están en un solo gran evento, pero que Apocalipsis nos cuenta con ilustraciones distintas, aunque están entrelazadas. Todas estas cosas ocurrirán en el “gran día del Dios Todopoderoso”.

Pero, ¿Cómo llega a producirse esta gran batalla? Cuando ya esté por llegar el fin, antes de la segunda venida del Señor Jesús, el Señor liberará a satanás de su prisión y podrá engañar a las naciones, movilizándolas y reuniéndolas para la batalla final contra Cristo y su pueblo.

Habrá, entonces, un momento en el que el tiempo de los mil años (simbólicos) se cumplirá, es decir, llegará a su fin. Esto no quiere decir que Cristo deje de reinar, ni que la Iglesia deje de ser parte de este reino de Cristo, o que los creyentes pierdan su sacerdocio delante de Dios. Lo que significa es que terminaron esos 1000 años en que el poder y la obra engañadora de satanás estuvieron restringidos, y que la Iglesia tuvo la tarea de llevar adelante la obra misionera. Terminaron esos mil años en que la semilla de mostaza creció y se convirtió en un gran árbol en el que las aves del cielo podían hacer sus nidos. Terminó ese período de expansión del pueblo de Dios, del crecimiento del número de súbditos obedientes y rendidos a Cristo, quienes a la vez son los embajadores de este reino de Dios.

Toda esa era ha llegado a su fin, y lo que viene ahora es la consumación de todas las cosas, el gran día del Dios Todopoderoso, el momento en que los rebeldes plantearán su oposición final al Señor y a su pueblo, y en que el Señor los destruirá con el resplandor de su venida.

Desde luego, una conclusión clara de este pasaje es que satanás existe. Digo esto porque muchos hoy niegan su existencia, y varios de los que profesan ser cristianos dicen cosas como que satanás es simplemente un símbolo o una figura que representa el mal que hay en nosotros. Pero vemos en la Escritura que, aparte del mal que habita en nosotros, hay un ser espiritual que existe, y cuyo nombre es satanás, el diablo, la serpiente antigua, el dragón. Más aun, este satanás preside a otros numerosos espíritus malignos, que son los principados y potestades de las tinieblas.

Satanás se encuentra literalmente desde Génesis hasta Apocalipsis. Su primera aparición es en el huerto del Edén, donde engañó a Eva para que comiese del fruto que Dios les había prohibido comer. De ahí en más, en el resto de la Biblia ha engañado, tentado e influenciado a los hombres a desobedecer a Dios, y ha perseguido a los creyentes a veces de manera muy férrea.

Su codicia y ambición lo hicieron caer. Siendo un ser creado, quiso ser como Dios, pero solo logró ganarse la condenación eterna: “¡Cómo has caído del cielo, Oh lucero de la mañana, hijo de la aurora! Has sido derribado por tierra, Tú que debilitabas a las naciones. 13 Pero tú dijiste en tu corazón: ‘Subiré al cielo, Por encima de las estrellas de Dios levantaré mi trono, Y me sentaré en el monte de la asamblea, En el extremo norte. 14 Subiré sobre las alturas de las nubes, Me haré semejante al Altísimo.’ 15 Sin embargo, serás derribado al Seol, A lo más remoto del abismo”.

El querer ser un dios, el querer usurpar el lugar que sólo le corresponde al Señor, es entonces un distintivo de satanás y de todo ser caído. Es precisamente esa codicia de ocupar el lugar de Dios la que satanás usó para tentar a Eva, y hacer arrastrando también a Adán. Según ya vimos en Apocalipsis 12, en su rebelión inicial se llevó consigo a la tercera parte de los ángeles del Cielo.

¿Cómo se relaciona satanás con los hombres? Depende de si son creyentes en Cristo o rebeldes a su voluntad. La Escritura es clara que los incrédulos están bajo el dominio de satanás:

En otro tiempo ustedes estaban muertos en sus transgresiones y pecados, 2 en los cuales andaban conforme a los poderes de este mundo. Se conducían según el que gobierna las tinieblas, según el espíritu que ahora ejerce su poder en los que viven en la desobediencia” Ef. 2:1-2.

Esto cambia si hablamos de quienes han creído en Cristo. El mismo nombre “satanás” significa “enemigo”. Dice la Escritura: “Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales” (Ef. 6:12). Satanás se opone al señorío de Dios, y hace la guerra a la Iglesia justamente porque odia al Señor de la Iglesia.

Recordemos que satanás intentó por todos los medios detener la obra de Cristo en la tierra. Lo tentó en el desierto, lo tentó luego a través de Pedro para que no sufriera la muerte de cruz, y luego entró en Judas para entregarlo a la muerte. Esto nos recuerda lo que nos dice Ap. 12, que satanás estaba esperando que naciera Cristo para devorarlo, pero desde luego nada podía hacer contra el Señor Todopoderoso.

De la misma manera, nos tienta, engaña y persigue a nosotros para que no hagamos la voluntad de Dios ni vivamos en victoria. Esto es real y objetivo. James Fraser, misionero en China, por momentos sentía lo que él describía como una nube negra que le dificultaba orar. Hudson Taylor, también misionero en China, de vez en cuando sufría de fuertes pensamientos suicidas. Duncan Cambell, quien lideró un conocido avivamiento, pasó 3 meses en los que no podía hacer otra cosa que llorar. Satanás nos persigue y nos ataca con ferocidad, pero no puede tocar nuestra salvación.

Otro nombre de satanás es “diablo”, que significa “calumniador”. Calumniar implica torcer la verdad hasta transformarla en mentira, con el propósito de destruir al calumniado. El profeta Zacarías, en el cap. 3 nos cuenta que tuvo una visión, y dice lo siguiente: “Me mostró al sumo sacerdote Josué, el cual estaba delante del ángel de Jehová, y Satanás estaba a su mano derecha para acusarle” (Zc. 3:1). Sabemos por Ap. 12 que satanás fue expulsado del Cielo y ya no puede acusar a los hijos de Dios, pero si pudiera seguiría desarrollando esa obra maligna.

Nos dice calumnias sobre Dios para que dejemos de confiar y creer en Él, nos dice calumnias contra la Palabra de Dios, nos dice mentiras sobre la conveniencia de obedecer (Israel antes entrar a la tierra prometida). También nos dice calumnias sobre nuestros hermanos, haciendo surgir disputas y divisiones en la iglesia, en los matrimonios y al interior de las amistades. Incluso nos calumnia contra nosotros mismos, exagerando verdades como nuestra pecaminosidad, nos convence de no triunfar, nos lleva al desánimo, hace ver a Dios inalcanzable, y también nos calumnia sobre la importancia de la comunión en la congregación.

Entonces, satanás tienta, satanás persigue, satanás divide, satanás destruye, satanás roba, y específicamente en este pasaje se destaca un aspecto de su ministerio maligno: satanás engaña. A tal punto llega su engaño, que el Señor Jesús lo llama el “padre de mentira”. Respondiendo a sus detractores, el Señor dijo: “Ustedes son de su padre, el diablo, cuyos deseos quieren cumplir. Desde el principio éste ha sido un asesino, y no se mantiene en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando miente, expresa su propia naturaleza, porque es un mentiroso. ¡Es el padre de la mentira!” (Jn. 8:44). Toda mentira encuentra su origen en él, toda mentira es un eco del ser de satanás, toda mentira es un acto satánico.

Recordemos que incluso en la iglesia intenta sembrar su mentira. El Apóstol Pablo nos advierte que se disfraza de ángel de luz, y también nos dice que muchos se desviarán escuchando doctrinas de demonios. Satanás está presente detrás de toda religión falsa.

En el mismo Apocalipsis, satanás es mencionado en 4 de las 7 cartas a las iglesias. Era él quien estaba tras las falsas doctrinas, tras las divisiones y pecados en las congregaciones, y también era el que estaba detrás de la persecución. En el libro es el enemigo constante del Señor y de su pueblo, y aparece con más fuerza desde el cap. 12, donde se le llama “dragón”, y se nos deja clara su intención de destruir a Jesucristo, en lo que fracasó, y también su furia actual contra la Iglesia. En el cap. 13 podemos ver su dominio en la tierra a través de la bestia y el falso profeta, que llevan a las personas del mundo a adorar a satanás. Luego aparece de vez en cuando, siempre relacionado con engaño y persecución, hasta este cap. 20, en donde aparece para realizar su engaño final y ser destruido.

En este pasaje, satanás sale a engañar a las naciones de los 4 ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, para reunirlos para la batalla. En Chile tenemos un dicho para referirnos a alguien que parece estar muy afanoso haciendo algo. Decimos “parece que lo tenían amarrado”. Este dicho se aplica plenamente a satanás, quien al ser soltado inmediatamente sale a engañar a las naciones. El engaño es parte de su ser, como vimos, satanás es el padre de mentira, y sale a satisfacer los deseos de su naturaleza. Notemos que engaño y rebelión hacia el Señor están íntimamente ligados.

Queda muy claro que satanás estaba atado, pero no muerto, ni tampoco anulado.

   II.        Los engañados

Pero satanás no está solo. Los espíritus inmundos le siguen, pero también le siguen los habitantes de la tierra, los seres humanos que no han creído en Cristo ni se han sometido a su voluntad. Aquí se habla de las naciones que están en los 4 ángulos de la tierra, es decir, el ámbito de influencia de satanás se extiende a todo el globo. Aquí recordamos las palabras del Apóstol Juan, cuando dijo: “Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno” (1 Jn. 5:19).

Sabemos que ya está en marcha el misterio de la iniquidad. Ya podemos ver manifestaciones de lo que será cuando se libere completamente. En Ap. 13, vemos que satanás, a través de sus dos brazos: la bestia y el falso profeta, llegará a dominar el mundo en todos los ámbitos: ideológico, religioso, político, financiero y militar, unificando a todos los habitantes de la tierra para hacer guerra contra el Señor y contra su pueblo: “También se le permitió hacer la guerra a los santos y vencerlos, y se le dio autoridad sobre toda raza, pueblo, lengua y nación. 8 A la bestia la adorarán todos los habitantes de la tierra, aquellos cuyos nombres no han sido escritos en el libro de la vida, el libro del Cordero que fue sacrificado desde la creación del mundo… Además logró que a todos, grandes y pequeños, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiera una marca en la mano derecha o en la frente” (Ap. 13:7-8, 16).

Entonces, en Apocalipsis aparecen varios enemigos del Señor: satanás, la bestia, el falso profeta, babilonia, pero aparte de todo esto están los seguidores de satanás, que son todos aquellos que permanecen en rebeldía a Cristo, sin excepción.

Aquí se menciona a Gog y a Magog. Muchos han querido vincular estos nombres con países determinados, como Rusia, Turquía o Irak, pero no tiene caso interpretar esto como países literales, pues Juan ya mencionó que son las naciones que están en los 4 ángulos de la tierra, es decir, todas las naciones del mundo.

Estos nombres se mencionan en los caps. 38 y 39 del libro de Ezequiel (se recomienda leerlos). Gog es el nombre de un príncipe y Magog probablemente se refiera a la tierra que él dominaba.  En el libro de Ezequiel, se nos dice que Gog y Magog se movilizarán contra el pueblo fiel de Dios, y reunirán una multitud incontable, como la arena del mar, para hacer guerra contra los redimidos. Sin embargo, el Señor mismo demostraría su poder en contra de ellos, destruyéndolos con gran mortandad. En el libro de Ezequiel se presenta como una gran batalla a escala mundial, y en Apocalipsis se nos dice que es la gran batalla final, también conocida como el “Armagedón”.

El comentarista William Barclay nos dice “Con el correr del tiempo Gog y Magog pasaron a simbolizar, en el pensamiento judío, todo lo que está en contra de Dios… Cuando Juan introduce en su relato a Gog y Magog quiere simbolizar, con ellos, todo lo que representa en el mundo la oposición violenta a Dios que será, pese a su bravura y poder, totalmente aniquilada”.

  III.        La gran batalla

Como dijimos, la batalla que se presenta aquí se ha denominado “Armagedón”, y ha despertado la curiosidad de las personas inspirando libros, películas y otro tipo de obras. Se trata de una batalla en la que el Señor manifiesta su poder cuando, humanamente hablando, el pueblo de Dios no tiene salida posible y se encuentra totalmente indefenso y oprimido (José Grau).

Podemos ver que los habitantes de la tierra creyeron el engaño de satanás, y se reunieron desde todos los puntos cardinales para rodear “el campamento de los santos y la ciudad amada”. El campamento y la ciudad se refieren al pueblo de Dios, los redimidos de Cristo en la tierra, que enfrentan a sus enemigos espirituales y la persecución del mundo todos los días, pero que en ese momento final sufrirán una persecución desatada como nunca antes. Es el pueblo de Dios en cuyo corazón mora el Espíritu Santo, personas de toda tribu, pueblo, lengua y nación.

Recordemos que “hay solo dos ciudades o reinos en Apocalipsis, la ciudad de satanás, donde son fundamentales la bestia y la prostituta, y la ciudad de Dios, donde Dios y el Cordero son centrales” (Alan Johnson).

Entonces, al ser soltado satanás, todos los habitantes de la tierra que no creyeron en Cristo se lanzan en una persecución final contra la Iglesia. De esto ya habíamos hablado cuando vimos el pasaje de los dos testigos: “Ahora bien, cuando hayan terminado de dar su testimonio, la bestia que sube del abismo les hará la guerra, los vencerá y los matará” (Ap. 11:7). Ya hemos dicho que antes del fin, la persecución se intensificará tanto que la Iglesia desaparecerá de la esfera pública, y el pueblo de Dios será tan mermado que parecerá haber sido completamente eliminado. Pero esto será por muy breve tiempo, ya que el Señor resucitará a sus redimidos públicamente, frente a quienes los persiguieron, y los glorificará delante de ellos.

Satanás y sus seguidores aparentemente habrán vencido, con todo su poderío y su multitud incontable, pero allí donde estén confiados y creyéndose vencedores, serán destruidos por el Señor.

  IV.        El fin de los seguidores de la mentira

Pero, ¿En qué terminan estos esfuerzos por destruir a la Iglesia? Una vez más, los planes de satanás terminan en un rotundo fracaso. Tuvo éxito en engañar a las naciones, pero su objetivo final que era vencer contra Dios y contra su pueblo no encontró éxito, sino que fue completamente destruido.

A pesar de lo numeroso de su ejército y de lo masivo de su engaño, y aunque tenían al pueblo de Dios completamente rodeado y a punto de ser destruido por completo, el Señor hizo descender fuego del cielo y los consumió. Ni siquiera hubo realmente una batalla, simplemente una intervención poderosa y sobrenatural del Señor, y todos sus esfuerzos fueron frustrados y desmenuzados.

¿Podía haber algo más necio que iniciar una guerra contra el Señor y pretender salir vencedor? ¿Puede haber en el universo un pensamiento más estúpido y necio que ese? Por necio que sea, es lo que pretende satanás y todos quienes lo siguen. Pongamos atención aquí. Para hacer esto no es necesario tatuarse demonios en el cuerpo y unirse a un grupo satánico. Basta con que vivas una vida indiferente al Señor, basta que te dé lo mismo cumplir o no sus mandamientos para que seas un necio que ha iniciado una guerra contra el Señor y pretende salir victorioso. Quien vive en desobediencia, quien se deleita en su pecado, quien justifica su rebelión y está contento en ella está en guerra contra Dios, y cree que no va a morir, sino que va a salirse con la suya.

Pero todo el que viva de esta manera debe acercarse y ver el v. 10: el diablo que los engañaba fue lanzado al lago de fuego y azufre, al igual que la bestia y el falso profeta. Allí su tormento durará por los siglos de los siglos. No tendrá fin.

Este es el mismo destino que tendrán los seguidores del diablo (v. 15), quienes creyeron sus mentiras, quienes lo siguieron a él en vez de a Cristo, quienes se compraron el cuento del “no moriréis”, que fue dicho a Adán y Eva. Ellos padecerán eternamente, el humo de su condenación subirá por los siglos de los siglos.

La Escritura nos dice que “el pecado es infracción de la ley” (1 Jn. 3:4), es la rebelión contra la voluntad pura, santa y perfecta de Dios, es un atentado grosero y un insulto contra su reinado universal y su soberanía sobre todas las cosas, es un intento de usurpación de su Trono, es la criatura diciendo: “yo soy el legislador, yo determino lo que es bueno y lo que es malo”, diciendo “no me importa lo que haya dicho Dios, yo voy a hacer lo que se me antoje”. Es la absurda insurrección de una simple criatura contra el Creador de todo, es la perversa declaración de independencia de seres que no pueden existir por sí mismos y que necesitan de su Creador para dar el más mínimo suspiro.

El pecado es la criatura escupiendo la mano de su creador. Es una ofensa eterna, porque se levanta contra la Palabra eterna del Dios eterno.

Por tanto, esta escena es justa, y si creemos en Cristo nos debe parecer buena y necesaria. El Señor pisoteará a sus enemigos bajo sus pies, destruirá a los rebeldes, y con ello castigará el pecado, un insulto inaceptable y escandaloso contra el Ser de Dios que debemos odiar tanto como Él lo odia. El Señor ama infinitamente el bien, que es Él mismo, y como consecuencia necesaria, odia infinitamente el mal. Su ira contra el pecado no tiene fin, tanto como su amor por sí mismo no tiene fin.

En este pasaje del cap. 20 satanás es destruido. Ya no es solo atado, sino que ahora es condenado de manera definitiva y echado al lago de fuego, tanto así que es la última vez que aparece en toda la Biblia. Ya no hay más satanás, ni Babilonia, ni bestia, ni falso profeta, todos ellos en este pasaje ya se encuentran ardiendo en el lago de fuego. En cuanto a sus seguidores, aún queda el pasaje del juicio del gran trono blanco, que veremos en la próxima oportunidad.

Conclusión

Hoy hemos predicado sobre una verdad que nos debe traer gran consuelo: el Señor destruirá a satanás, lo condenará eternamente al lago de fuego del que no podrá salir más. Nuestro enemigo, el que nos persigue, el que nos acosa, el que nos intenta engañar, el que nos tienta para desobedecer al Señor, el que ha luchado incansablemente contra Dios, su Palabra y su pueblo, será destruido. Todo está bajo el control del Señor, quien no nos está diciendo una simple posibilidad, sino que nos está contando cómo terminará todo.

Y debemos recordar algo: el tema principal de Apocalipsis no es el fin del mundo, sino cómo Cristo se glorifica en su victoria, en destruir a sus enemigos, en guardar a su pueblo y triunfar sobre toda oposición.

El pasaje que hemos visto hoy exalta a Cristo, ya que muestra su victoria final sobre satanás. Recordemos que en la cruz Él ya logró su victoria, sólo que ahora será plenamente manifestada:

“[Cristo] desarmó a los poderes y a las potestades, y por medio de Cristo los humilló en público al exhibirlos en su desfile triunfal” (Col. 2:15).

Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo” (1 Jn. 3:8).

Es Cristo quien por su muerte y resurrección conquistó la victoria, y es Él quien redimió a los suyos. Es sólo por los méritos de Cristo que la Iglesia puede ser guardada en esta hora final, y salir victoriosa pese a no haber hecho nada para reinar con Cristo y tener su victoria. Es Cristo quien está reinando hasta que todos sus enemigos sean puestos debajo de sus pies.

¿Estás en Cristo? Hoy, ahora mismo debes preguntarte cuál será tu fin. Hoy mismo debes examinar tu vida y ver si eres de los que será arrojado al lago de fuego junto con el diablo, la bestia y el falso profeta, o si eres de los que han sido salvados únicamente por la fe en Cristo Jesús.

Es absolutamente necio vivir indiferente a Cristo. Quien viva de esta forma, está en guerra abierta contra del Señor. Debemos venir a Él con urgencia, someternos a su reinado y rogar por su misericordia. Él es el vencedor, Él es el Señor. Si permaneces rebelde contra Cristo, no importa cuán exitoso y vencedor parezcas, tu destino es el lago de fuego. Si has creído en Cristo, no importa cuán derrotado o cuán abatido parezcas, tu destino es la gloria junto a tu Salvador. Que su gracia nos sostenga.