Marta y María: La Excelencia del Servicio y la Adoración (Lc.10:38-42)

 

Continuamos con la serie “El Sublime llamado del Servicio”. En el sermón anterior estudiamos parte de la vida del Rey Roboam como la antítesis del Rey Siervo. En esa oportunidad aprendimos que servir es: sabiduría, autoridad, unión y sacrificio. En la exposición de hoy nos concentraremos en la conocida historia de Marta y María. La primera escena nos muestra lo siguiente:

 

Aconteció que, yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Esta tenía una hermana que se llamaba María(38-39)

Una de las características de los ministerios e Iglesias eficaces y saludables es que aquellos que predican la Palabra cuentan con el apoyo y servicio de hermanos y amigos que promueven su ministerio. Este tipo de creyentes sirven con excelencia al Señor ayudando a quienes proclaman con piedad el Evangelio, y en la mayoría de las ocasiones estas personas son familias completas que buscan la Gloria de Cristo y la extensión del Reino de Dios. Este es el caso de esta familia, la cual está compuesta por tres hermanos: Marta, María y Lázaro, tanto el Evangelio de Lucas como el de Juan nos cuentan que Jesús disfrutaba de la hospitalidad y compañía de ellos. Es más, Juan, el apóstol, quien se caracterizaba por ser un agudo observador de que, y a quien amaba Jesús, nos dice: “Y amaba Jesús a Marta, a su hermana y a Lázaro” (Juan 11:5)

El Señor escogió a estos hermanos para ser objetos de su amor, un amor ofrecido en igual medida y forma a cada uno de ellos, fue su pastor, lidio con sus pecados y también cultivo una profunda amistad con ellos que impacto a toda la región de Betania, recordemos que en medio de esta familia Cristo obro uno de los más grandes milagros narrados en su ministerio: la Resurrección de Lázaro, motivo que gatilla el complot de los principales sacerdotes para matar a Jesús y también a Lázaro (Juan 12:9-11). En definitiva, estos hermanos, cumplen un rol fundamental en el ministerio de nuestro Señor, su hospitalidad, servicio y adoración son dignos ejemplos por imitar.

Marta, la mayor, era la dueña de casa y servidora, recibe al Señor en su hogar, no sólo en esta ocasión, sino también en el capítulo 12 del Evangelio de Juan después de la resurrección de Lázaro. Marta era una creyente, y de sus labios brota una de las más grandes declaraciones de Fe que podemos leer en las Escrituras. yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios (Juan 11:27). La segunda hermana de la familia era María, quien ungió a Jesús para su entierro (Juan 12), demostrando gratitud por lo que Cristo había hecho en ella y por la resurrección de su hermano Lázaro, realizando una ofrenda de amor en un momento en que nadie se había preocupado de la hospitalidad que debía recibir nuestro Señor, ella, al parecer tenía el discernimiento para comprender el corazón de Jesús y actuar en consonancia a su voluntad.

Ambas hermanas, junto a Lázaro, el menor de la familia, reciben en su hogar al Señor, quien era el perfecto invitado, él se ajustaría a los requerimientos de los anfitriones, jamás se quejaría, nunca se incomodaría, cada uno de sus modales demostraría su perfección divina, siempre daría las gracias, siempre pediría con elocuencia un favor, no reclamaría por la comida, nunca se aburriría de atender a las consultas de los invitados a la mesa, nunca tendría peticiones excéntricas, nunca trataría con desdén a quienes servían. Su presencia sólo provocaba bendición y alegría en los corazones de los hombres ¿Cómo tú te prepararías para recibir a un invitado con estas credenciales? ¿Cuáles serían tus prioridades para atender al Rey de Reyes y Señor de Señores en tu hogar? ¿Qué platos, comida, adornos y conversaciones utilizarías para amenizar una velada con el autor de la Vida? Todas estas cosas, probablemente estaban en el corazón de estas dos mujeres, sin embargo, como siempre suele suceder, nuestro Señor estaba en control de todo, y usó esta escena de la vida cotidiana para enseñarnos sobre la prioridad de la adoración y el servicio en la vida del Creyente.

  1. Dos formas de Servir, solo una de Adorar (v. 39-40)

“María sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra. Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres (39-40)

La descripción de Lucas sobre María es preciosa y precisa al mismo tiempo, nuestro Señor hace de su casa la suya, y ella comprende de inmediato que toda la atención y energías debían estar puestas en un único servicio, básico y sencillo, pero tremendamente profundo: escuchar su Palabra. Era el tipo de servicio que Jesús estaba buscando, ella se sienta a sus pies, mostrándonos que era una de sus discípulas, ¿Por qué podemos decir esto? Lucas en Hechos 22:3 nos dice que Pablo fue instruido a los pies de Gamaliel, por lo tanto, para la época estamos ante la escena de un Maestro con su discípulo, y simultáneamente ella posee la misma actitud de Lidia hacia Pablo (Hch. 16:14), es decir, escuchaba intensamente el Evangelio de Cristo, y el Señor estaba abriendo su corazón a las verdades eternas. María al igual que Marta está ocupada en una sola actividad, pero una muy diferente a la de su hermana, su corazón, su mente y sus fuerzas están inmersas en las palabras de Jesús, tanto así, que se olvido de todo lo demás, Jesús no sólo estaba en su casa, Jesús habitaba en su corazón, en todo su ser, María, ante nuestros ojos humanos, aparentemente se encuentra ociosa, pero de ninguna manera hermanos, ella esta inactiva, mas bien,  comprendió la importancia de tener a Jesús en su casa, escucharle y adorarle a sus pies, es el lugar más alto al que un ser humano puede tener, todas sus miradas, respiros, pensamientos estaban centrados en la persona de Jesús. El corazón dispuesto de María era mejor que cualquier manjar que ella o Marta hubieran dispuesto sobre la mesa, y sigue siendo la mejor ofrenda que podemos dar a Dios: nuestras propias vidas.

En cuanto a Marta, el pasaje nos dice que estaba preocupaba con muchos quehaceres, en el original dice literalmente “va por el piso de un lado a otro”. Sin duda, humanamente simpatizamos con ella, está sirviendo a la mesa y su hermana María no le ayuda, imaginemos esta escena en nuestra actualidad, la mente de Marta iba en todas direcciones, probablemente se preguntaba: ¿Cómo podré cuidar de todos los detalles de la comida: los aperitivos, la ensalada, la carne, las verduras, los saborizantes, condimentos, los panes, los postres, los refrescos, la distribución de los invitados alrededor de la mesa, la mantelería, los bajativos, el café y el té para la sobremesa? Y todo eso para Jesús, Lázaro, María (mi hermana que no me está ayudando en nada) y los discípulos”.

La mente de Marta también estaba absorta, pero en sus propios quehaceres. Su conducta externa pareciera ser el verdadero servicio que agrada a Dios, pero no lo es, el foco de sus afectos no era el Señor, las palabras de Jesús no le importaban en este momento, eran sus propios pensamientos y quehaceres lo que concentraban sus energías, lastimosamente su servicio se contaminó por el enfrascamiento que experimenta en sí misma, está encerrada en su propio mundo,  y su servicio se estropeo por una seria falta de piedad. Marta puso sus ojos en lo que ella hacía y no lo que Jesús estaba haciendo por ella y por los que estaban en su casa, hermanos, siempre es superior lo que Jesús hace por nosotros que lo que nosotros hacemos por él, el banquete de Jesús para María era superior que el banquete que Marta estaba realizando.

Pensemos en esto, que terrible es que el autor de la vida, el alfa y el omega, el verbo de Dios, este en tu casa y no seas transformado, eso le estaba sucediendo a Marta, y esto nos puede estar pasando a nosotros, todos creemos que la presencia de Cristo se manifiesta de forma especial hoy en medio de su pueblo, pero puede ser que muchos salgan como entraron, sin ninguna transformación del corazón, quizás te encargas del aseo, del ministerio multimedia, de la preparación de los himnos, de la recepción de las visitas, quizás te levantaste muy temprano para llegar a la hora, incluso de la exposición de la Palabra, pero al igual que el servicio de Marta, tu servicio al Señor puede ser un insulto para él si lo que haces es más importante que para quien lo haces. No nos damos cuenta, pero hay formas de servir a Dios que son una ofensa para él, hermanos, el servicio es importante, muy importante, pero también es importante la forma en que servimos, la imperfección del servicio de Marta, no se debe a que su hospitalidad fuera defectuosa, lo que ella estaba haciendo indefectiblemente era bueno, era su actitud la que debía ser corregida.

Ambas mujeres actuaron bien, porque servir y oír a Jesús son buenas acciones, pero cualquier servicio que ofrezcamos debe ser presidido de nuestra adoración. Sin adoración no hay verdadero servicio. Nuestro Señor lo explica así:

Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás(Mat. 4:10)

Todo adorador es un servidor, pero no todo servidor es un adorador. La respuesta innata de un verdadero adorador hacia su Salvador será servirle. La mujer samaritana lo entendió así, primero fue una adoradora, se llenó de Jesús y luego sirvió al Señor evangelizando a los de su propia aldea. Por lo tanto, todo servicio verdadero, por más minúsculo que sea debe tener su origen en un corazón que adora.  Un ejemplo claro de esta verdad es el siguiente: Una mujer tenía un rótulo de madera en su cocina que decía: “Aquí se celebran servicios de adoración tres veces al día” Hermanos, ¿Qué entendía ella sobre preparar la comida? Que ese acto, tan cotidiano, esta incluido en lo que nos exhorta Pablo en 1 Corintios 10:31 “Hacedlo todo para la gloria de Dios”. Nuestro servicio debe ser antecedido por la contemplación de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo, amados, es necesario adorar para luego servir.

Ahora, ¿Cómo identificamos a un adorador? Le verás servir con su corazón enfocado en Cristo y su Palabra, pero si no sirves, difícilmente te puedes considerar un adorador, y recuerda que esa es la característica intrínseca del pueblo de Dios, somos adoradores, si no sirves no eres un adorador, y si no eres un adorador de Dios no has nacido de nuevo. La adoración y el servicio son hermanas, trabajan juntas como un tándem, como Marta y María, pero al igual que ellas una es mayor: la adoración. Irónicamente es la hermana menor, María, la que encarna el verdadero espíritu que se necesita para adorar.

La adoración es la actividad moral más alta del ser humano, por naturaleza somos adoradores, nos convertimos en lo que adoramos y si Cristo no está en centro de nuestros afectos, otra cosa ocupara su lugar, incluyendo las buenas cosas que hacemos para Dios, pero que no son Dios, es decir, al igual que Marta puedes estar absorto pensando que estas sirviendo al Señor, pero simplemente te estas sirviendo y adorando a ti mismo a través de las cosas que supuestamente haces para Dios. La adoración al Señor es la más alta prioridad del cristiano, Jesús mismo nos dijo que está buscando adoradores que le adoren en Espíritu y en Verdad (Juan 4:23); él encontró una en María. Hermanos, ¿Qué es adoración? John Piper la define como “una fiesta que se basa en las perfecciones de Dios en Cristo Jesús”, según el Salmo 37:4 adorar es “deleitarse en el Señor”, adoración es satisfacción plena y total en la persona de Jesús, la cual que genera contentamiento completo en su pueblo.

Adoramos porque le contemplamos, no nos basamos en lo que somos, en lo que tenemos, ni siquiera en lo que hacemos por Dios, nuestros ojos están fijos en el autor y consumador de la Fe, por lo tanto, te pregunto ¿Cómo adoraste y serviste hoy al buen Dios? ¿Cómo has servido al Señor durante los últimos meses? ¿Te identificas con María o con Marta? Si has servido como María, continua a los pies del Maestro, pero si has servido como Marta, desiste de tus propios quehaceres, arrepiéntete, redirecciona tu corazón, y ruega al Señor para que él te devuelva el gozo de su Salvación, para que puedas entrar al altar y celebrar al Dios de nuestro gozo y alegría (Salmo 43:4).

  1. Radiografía del Servicio ofensivo a Dios

 

“(Marta) acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude (v.40)

Volvamos a imaginarnos esta escena. Marta entra y sale de la cocina sacando y colocando cosas en la mesa, concentrada en su servicio, observa a su hermana María, sentada a los pies del Señor, y se pregunta ¿Por qué mi hermana no me ayuda? ¿Acaso no observa que estoy estresada y extenuada con esto? Yo aquí sirvo sola, mientras ella disfruta de la compañía de Jesús, esto es inadmisible, llamare su atención para que venga a ayudarme. Entonces Marta intenta captar la atención de María con todos los métodos posibles, hacía guiños, agitaba sus manos, realizaba muecas y todo tipo de contorsiones para encontrar la mirada de su hermana. Pero María está cautiva de las palabras del Señor, no le importa nada de lo que está pasando a su alrededor, porque lo más importante estaba al frente suyo. Marta empieza a enojarse, y ya que su hermana no presta atención se dirige al Señor: ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude”, parafraseando “piadosamente” esta petición podríamos traducirla de la siguiente forma: “Señor, aquí yo tengo que hacerlo todo, y mi hermana no quiere poner mano a ninguna cosa; así yo pierdo algo de tus labios, y tú algo de nuestras manos, haz que me ayude

Suena muy espiritual, sin embargo, Marta carga insolentemente sobre los hombros de Jesús la responsabilidad de su estresado servicio, él es la distracción para que María no le asista. Le recrimina: ¿No te importa que ella no me ayude? Lo que estoy haciendo es para ti, ¿no te importa que no haga nada? ¿por qué no la regañas? Marta quería que Jesús pusiera a María en su lugar, pero no se daba cuenta que su hermana estaba en el lugar correcto, con la persona correcta, con la actitud correcta, era ella la que necesitaba ser corregida, la que estaba en el lugar incorrecto, era ella la desubicada. Marta se creía la verdadera maestra de María, quería usurpar el puesto que Jesús tenía en el corazón de su hermana, quería enseñarle como servir cuando debía ser al revés, María debía enseñarle a Marta como adorar y servir al Rey de Israel. Lamentablemente, Marta se acercó a Cristo mostrando un espíritu censurador, ultra crítico y carente de bondad, su lengua afilada fue utilizada frente a todos los comensales, no con el fin de corregir, sino con el objetivo de humillar a su hermana menor, y aun si Marta hubiese tenido razón, debemos siempre recordar, como dice el Pastor Hernandes Dias Lopes, que “un amigo y un hermano en la Fe, siempre te corregirá en privado” buscando tu bien y la Gloria de Dios, y esa es una de las actitudes que debemos tener con nuestros hermanos que sirven junto a nosotros.

Marta dejó de poner sus ojos en Jesús y los puso sobre su hermana, y cuando vio a su hermana, vio todas sus falencias e imperfecciones, lo mismo nos pasa a nosotros, abandonamos a Cristo como la única fuente de nuestro deleite, y empezamos a observar lo peor del servicio de los demás, descalificando y menospreciando el servicio de aquellos que decimos que son nuestros hermanos, considerando nuestro propio desempeño como perfecto en comparación a ellos. Mucho cuidado con esta actitud, porque podemos al igual que Marta perder el buen juicio al contemplarnos y maravillarnos en nosotros mismos:

Porque no nos atrevemos a contarnos ni a compararnos con algunos que se alaban a sí mismos; pero ellos, midiéndose a sí mismos por sí mismos, y comparándose consigo mismos, no son juiciosos (2 Cor. 10:12)

Para Marta su parámetro de servicio era ella misma, mientras que para María el paradigma de servicio se encontraba en su maestro.  Lamentablemente, como dice John Macarthur: “La conducta de Marta nos muestra como el orgullo humano, sutil y lleno de pecado, puede corromper aún la mejor de las acciones” (Doce mujeres extraordinarias p.183)

El servicio de Marta no era agradable porque carecía de un factor fundamental: Fe. Hebreos 11:6 nos dice que sin Fe es imposible agradar a Dios, la Fe ocupa un lugar prioritario en la lista de Dios para su adoración, y la Fe ¿de dónde proviene? Según Romanos 10:17 del oír la palabra, y ¿quién estaba haciendo eso? Pues María. Por lo tanto, ofendemos al Señor cuando servimos sin pasar tiempo sentados a sus pies escuchando su palabra. Existen miles de religiones que dicen que las buenas obras son mejores que la Fe, Marta piensa eso, que sus obras son mejores que la Fe de su hermana, y eso es un insulto a la obra de Cristo, porque en el Evangelio la justicia de Dios se revela por Fe y para Fe (Rom. 10:17); en ella reside aún ese germen pecaminoso del fariseísmo, pero para ser servidores del Rey Siervo la fe debe venir primero, y es el único medio legítimo y viable para la duración de las buenas obras.

Marta está deshonrando al Señor al pensar que con su autodenominado servicio extraordinario puede ganarse su favor, no podemos ni debemos sorprender a Dios con nuestro servicio, el Hijo ya lo hizo por nosotros en la Cruz del Calvario, exponiendo el servicio y el sacrificio más grande que se haya ofrecido a la humanidad, su propia vida. Servimos al Señor, porque le amamos, porque queremos obedecer su palabra, porque es un deleite, viviendo en conformidad al servicio expuesto por nuestro Siervo Rey en la Cruz.

Sé que muchos quisieran decir que siempre son como María, pero al menos yo quiero confesar que hay momentos en las que sirvo en la Iglesia, en mi hogar y en mi trabajo buscando la aceptación de Dios por mis méritos, como si mis servicios pudieran deslumbrar al Señor, pero él en su Gracia me deja fallar, él nos deja caer, no para avergonzarnos, no para humillarnos, sino para derramar en nosotros su bendito perdón y su preciosa Gracia, para que podamos comprender que nada de lo que hagamos puede sustituir el lugar del servicio que Cristo realizo por nosotros en la Cruz, no hay nada en este mundo que pueda satisfacer la vaciedad eterna que hay en nuestros corazones, sólo el eterno e incondicional Amor del Cordero de Dios.

La actitud equivocada de Marta nos enseña que antes de entregar nuestro servicio a Dios, al igual que María, debemos primero ser receptores de la Gracia: Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios (Heb.12:28)

Marta quiere entregar un servicio sin antes haber recibido las herramientas necesarias para hacerlo. Debemos darnos cuenta de que nuestro servicio no parte trayendo algo a Jesús, ese no es el inicio, lo primero, lo prioritario es aceptar todo de él, toda su persona, toda su belleza, toda su majestad, todo su mensaje, y cuando hayamos recibido esos dones, entonces ¿Dónde quedará la jactancia? Podremos decir junto a David: Porque ¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que podamos ofrecer voluntariamente cosas semejantes? Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos (1 Crón.29:14)

Amados, hemos recibido un Reino Inconmovible, y si hay un Reino hay un Rey, y si hay un Rey hay súbditos que complacen a ese Rey, pero la motivación del servicio de este pueblo, de estos sacerdotes es la gratitud, eso dice el autor de Hebreos, “tengamos gratitud”, literalmente dice tengamos Gracia, sin ella, las corrientes de nuestro servicio se contaminan y no podemos disfrutar de él ni del servicio que ofrecemos a él. Pero si comprendemos que por medio de Cristo hemos recibido la reconciliación (Rom. 5:11), el Espíritu de adopción (Rom. 8:15), la misericordia de Dios (2 Cor. 4:1), hermosos dones (1 Ped. 4:10); su perfecta palabra (1 Tes.1:6); preciosas promesas (2 Ped. 1:4), vida eterna (1 Juan 5:11) y un Reino inconmovible que nada ni nadie puede arrebatar, porque Cristo lo preparo y regalo para nosotros, entonces ¿no deberían nuestros corazones explotar de gratitud? ¿acaso eso no debería inflamar con fuego nuestra adoración y servicio a él? Querida IBGS “mirad cuál amor nos ha dado el Padre” (1 Juan 3:1), contempla lo que has recibido por medio del Hijo, cuando consideremos el Maravilloso Reino que hemos recibido en él podremos ser un eco del Salmo 100:

Servid a Jehová con alegría; Venid ante su presencia con regocijo. Reconoced que Jehová es Dios; Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos;  Pueblo suyo somos, y ovejas de su prado. Entren por sus puertas con acción de gracias” (Salmo 100:2-4 a)

  1. El Afán: el pecado que divide el Alma

 

Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas (v. 41)

 

Cristo es el invitado perfecto y a pesar de la descortesía de Marta, él responde compasiva y enfáticamente, realizando un diagnóstico preciso de su estado espiritual: el afán estaba consumiendo la vida de Marta. La raíz de la palabra afán utilizada aquí es la palabra griega “merimnao” y hace alusión a algo que divide, separa o distrae; es como si la mente estuviera seccionada en compartimentos y no funciona como un todo. Este estado mental nos roba energía, nos paraliza, nos quita el sueño, la tranquilidad y no nos permite ser productivos. Probablemente Marta, como muchas veces nos pasa a nosotros, hacía todo lo que estaba a su alcance pensado que avanzaba, que estar en movimiento exorcizaba su falta de Fe, sin embargo, ese movimiento es equivalente al de un péndulo, que va hacia adelante y hacia atrás, pero que no se desplaza realmente.

El afán nos hace olvidar nuestra dependencia de Dios, merma nuestra Fe porque genera en nosotros el hábito de pensar que nosotros somos quienes debemos satisfacer todo tipo de necesidad, ya sea en nuestro hogar, en la Iglesia, en nuestros matrimonios o vida personal, por esto es que, en un mismo corazón no pueden coexistir la Fe y el afán. El lema del afán es: lleva tu propia carga que tu te harás descansar, pero el lema del Evangelio nos dice a través de Cristo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mat. 11:28)

El afán nos hace creer que lo que Dios nos da no basta, que estar sentados a sus pies es insuficiente, que debemos pararnos y alejarnos del precioso Jesús y volvernos a nuestros quehaceres. Como dijimos, al estar afanados separamos en casilleros nuestra vida, en el casillero de la salvación creemos sin dudar, que Cristo pagó el castigo por nuestros pecados y anulo el acta de los decretos que había en nuestra contra (Col.2:14), pero irónicamente en el casillero aledaño, en el de las cosas cotidianas, creemos que Dios no es soberano, sino que nosotros.

El pecado del afán es una forma de ateísmo práctico, porque empezamos a razonar y a vivir como si Dios no tuviera control de las cosas, como si él no viera nuestras necesidades, y esto nos vuelve irreflexivos, no somos capaces de meditar en la obra de Cristo, somos como Israel saliendo de Egipto cruzando el Mar Rojo, viendo el poder supremo del Dios vivo, pero apenas podemos nos preocupamos de las cosas más básicas como la comida y el abrigo, querido hermano, él está comprometido eternamente en hacerle bien a su pueblo y no retrocederá en su determinación, en este mundo individualista, egoísta y envidioso hay alguien que realmente se preocupa de nuestras necesidades, si Dios cuida de las aves ¿Cómo no cuidará de su Iglesia por la cual entregó a su Hijo a una cruenta Cruz? Como dice Rom. 8:32 “si él nos dio a su Hijo ¿Cómo no nos dará las demás cosas? Amados, sólo los gentiles viven afanados, pero Cristo sabe de que tenemos necesidad (Mat. 6:32).

Entonces, ¿Cuál es nuestra misión? ¿En qué debemos ocuparnos? ¿Debemos estar pasivos y displicentes? Pues no: Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas (Mat. 6:33) Pero ¿Cómo? ¿Acaso no leímos anteriormente que habíamos recibido un Reino Inconmovible? ¿Por qué debemos buscarlo si ya nos fue dado? Porque así es como funciona la Gracia, ella no nos deja en un estado de pereza, sino que nos impulsa a buscar más de Cristo. Como ya hemos recibido Gracia, podemos esforzarnos en ella, anhelando más de ella, procurando tener una vida Cristocéntrica. Al igual que en esta historia de Marta y María, Dios está esperando que dejes tus quehaceres, desistas en tus propias fuerzas y busques aguas de paz a sus pies, recuerda, en su presencia hay plenitud de gozo (Sal. 16:11).

La opinión de Jesús sobre el afán es clara en las Escrituras: “No os afanéis” (Mat.6:31), él prohíbe el afán en la vida del creyente, y Pablo en armonía con esta enseñanza en Filipenses 4:6 nos dice “Por nada estéis afanosos” y la palabra nada en el original significa ABSOLUTAMENTE NADA, y añade sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias nuevamente una vida contemplativa y dependiente de Dios. Que no estemos afanados por nada, también incluye nuestro servicio a Dios, que no es más importante que Cristo mismo, si tus labores dentro de IBGS han opacado tu adoración y centralidad en Cristo, ese afán no es mas virtuoso que la de los gentiles. Hermano, ¿Cómo has estado viviendo los últimos días, meses o incluso años? ¿Afanado? O ¿Andando por fe? Acotemos más esta pregunta ¿Con qué actitud has ofrecido hoy tu servicio de adoración al Señor? Es más, durante esta predicación ¿Te has parecido más a Marta o María? ¿Tu mente está dividida o enfocada en la adoración al Señor? Durante los minutos que han transcurrido ¿Has anhelado sentarte más cerca de Jesús o simplemente estas esperando que pasen los minutos para volver a tus quehaceres? Las respuestas que des a estas preguntas dirán a quién te pareces más, si a Marta o a María, si vives por Fe o por afán, si vives para Cristo o para ti.

¿Cuál es la excusa que tenemos para vivir afanado? Muchos dirán es que no sabes cual es la naturaleza de mi trabajo, es que no sabes la enormidad de mis problemas, pero el Señor si lo sabe, y por eso es que esta historia transcurre en el hogar de una ama de casa y no en un taller, ni una oficina, ni en el campo, ni en una construcción, sino en el lugar donde más trabajo se desarrolla en nuestra sociedad: una casa. Las amas de casa se encargan de limpiar, comprar, cocinar, lavar, realizar servicios de asistencia financiera, gestionar relaciones públicas, sin acceso a permisos, sin licencias médicas, vacaciones, días libres o feriados, es un trabajo incesante. Alguien una vez determino el sueldo de una ama de casa y calculo cerca de 80.000 dólares al año, equivalente a 54.640.000 pesos, es decir, un sueldo mensual de 4,5 millones de pesos (debemos valorar el precioso trabajo de las mujeres que realizan este servicio). Si Cristo dice que ni aún una de las labores más extenuantes del mundo se debe ejercitar en afán ¿Qué queda para los demás oficios? Aprendamos de Lutero, quien dijo: Tengo tantas cosas que hacer, que debo pasar las primeras tres horas orando”. Él sabía que de nada servía trabajar en sus propias fuerzas, que si “no hay espacio” para orar y leer la Palabra, para tener comunión con el Señor, estás haciendo cosas innecesarias.

En este hago un énfasis especial a las dueñas de casa, no fabriquen en sus corazones el ídolo de la casa perfecta, dirás: “pero hermano es que esa es mi labor”, pues sí, pero no es tu identidad, y en general, nuestros oficios no son nuestra identidad, sino que nuestra identidad se encuentra en el Evangelio, en lo que Cristo ha hecho por nosotros y en nosotros. Servir en los hogares es prioritario, en eso no hay segundas opiniones, y cuando lo hacemos con excelencia adornamos la doctrina de Dios (Tito 2:9), pero esa labor no es la doctrina de Dios, no es el mensaje del Evangelio, esto último es de un orden superior.

Tengamos extremado cuidado del afán de este siglo el cual hace vana la Cruz de Cristo y ahoga la Palabra, así lo describe el Señor en la parábola del buen sembrador: “La semilla que es sembrada entre espinos, éste es el que oye la Palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra y se hace infructuosa” (Mat.13:22). Si vives afanado, tu corazón esta infestado de raíces y brotes de espinas, y las espinas son un símbolo de la maldición por el pecado, por más que escuches lo más exquisitos sermones desde este pulpito ninguno traerá frutos, porque tu afán y falta de Fe hacen infructuoso el poder de la Palabra, la cual se ahoga en un mar de preocupaciones ¿Te das cuenta de la gravedad de este pecado? Pero en Cristo hay esperanza, él llevo por nosotros una corona de espinas para transformar la tierra estéril de nuestros corazones en huertos fructíferos donde puede brotar la preciosa semilla del Evangelio. Cuando el afán te agobie recurre a los pies de Cristo, acude a su Cruz, lávate en la sangre que purifica todo mal. Cuando el afán se asome por tu ventana, predícate a ti mismo el Evangelio como lo hizo el Salmista: ¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios (Sal.42:5); di junto a David: En el día que temo, Yo en ti confío.(Sal.56:3). Cuando las preocupaciones, pruebas, y problemas te agobien no olvides esto: “echa toda tu ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de ” (1 Ped.5:7)

Una de las razones de la notable preservación de la salud y fuerza en la vejez de George Müller, era según sus propias palabras: El contentamiento de espíritu que tenía en el Señor y en su obra, encontrándose así aliviado de toda ansiedad y afán. Amados, sin duda debemos trabajar, esforzarnos, buscar el Reino de Dios, pero no podemos hacer esto conviviendo con el afán, por esto toma medidas, prioriza la excelencia en tu servicio y adoración antes que hacerlo a medias como un sacrificio defectuoso, no vivas la vida espiritual como si fuera una lista de quehaceres que cumplir, redefine tu misión y tu rol en medio de tu hogar y la Iglesia, aprende a decir que no y a valorar tu tiempo, busca consejo en hombres y mujeres cimentados en las Escrituras y prioritariamente, diariamente vuelve a lo básico de la vida Cristiana, vive devocionalmente día a día, no te afanes por el mañana, porque aún no existe y tendrá su propio afán, no te frustres por el ayer que ya pasó, busca su rostro hoy, vive Coram Deo, ante la faz de Dios.

  1. Cristo es la mejor parte

Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada (v.42)

¿Cuál es la única cosa necesaria? La porción que María escogió, oír las palabras de Jesús. Jesús defendió la decisión de María como la mejor elección, porque lo escogió a él y servirle a él, Cristo es la buena parte en todo lo que hacemos, él no es el fin de lo que hacemos, sino el principio, el camino y el fin, nuestras listas de cosas por hacer siempre cambiarán, pero él es la constante del cristiano, él nunca nos será quitado, fue dado por el Padre para siempre en favor de los suyos, el mejor y mayor don del evangelio es que ganamos a Cristo, él es el Evangelio, él es nuestra buena noticia, John Piper lo explica así:

 

“Dios es el bien más elevado, mejor, supremo y decisivo del Evangelio, sin el cual ningún otro don serviría (es decir, ningún servicio serviría)”

A María nunca le arrebatarían su porción y el Señor se compromete a mantener vigente esta promesa para todos aquellos que sigan su ejemplo. La parte de Marta le sería quitada, porque sus servicios morirían con ella; esta verdad es una bofetada tremenda al activismo, algunos creyentes e Iglesias piensan que por hacer A, B y C servicios pueden hallar aceptación en Dios, cuando lo único que hacen es confiar en sí mismos y menosprecian la buena parte que es Cristo,  estos individuos nunca tienen tiempo para la contemplación, meditación y oración, creen que son disciplinas pasivas, pero son activamente medios de gracia que Dios nos da para deleitarnos en él. A María nunca le arrebatarían un ápice de su servicio y adoración, porque su parte era una porción espiritual y eterna.

Hermanos, el servicio de Marta no era algo malo, el Señor no está comparando lo mejor con lo peor, sino lo prioritario de lo secundario. Todos y cada uno de nosotros ha experimentado lo que Marta sintió en este momento, pero al igual que Marta, tenemos la esperanza de ser transformados, recordemos lo que dijimos al principio del sermón, Marta confeso que Jesús “era el Cristo, el Hijo de Dios que viene al mundo” (Juan 11:27). Hoy estamos en el mismo escenario, Jesús está en medio de nosotros, él es el invitado de honor a esta fiesta dominical ¿Cómo saldrás de aquí? ¿Transformado o afanado como llegaste? Nuevamente lo repito, es terrible que Jesús este de visita en tu hogar y no seas transformado, Jesús estuvo en la casa de Leví y Zaqueo, y fueron transformados, a esas casas vino salvación ¿Qué harás hoy tú con el invitado perfecto? ¿Lo ignorarás o te humillaras a sus pies? ¿Lo contemplaras o seguirás con la rutina de siempre posponiendo tu cita con él? Porque si hoy no recibes al invitado perfecto, cuando mueras te encontraras con el juez perfecto, con el cual ya no tendrás parte.

Ahora, si sigues el ejemplo de María, te convertirás en un adorador y en un servidor por amor, nadie le sugirió a ella sentarse a los pies de Cristo o posteriormente derramar sobre él un perfume, la idea fue suya, nadie la alentó excepto el Espíritu Santo de Dios que habitaba en ella, algunos la miraron con desdén, pero María hizo todo por Jesús porque en él hallo preciosa Gracia, ese es el verdadero espíritu del servicio, mantenernos  siempre llenos de él, reconociendo que lo que él nos sirve a nosotros es mucho mejor que lo que nosotros podamos colocar en la mesa, cuando Cristo toma la toalla de servicio, todos los demás servicios deben cesar porque él perfecto siervo está haciendo la obra de su Padre, sólo nos queda contemplar y deleitarnos en él.

Los incrédulos nunca ven a la religión como un deleite, para ellos es siempre un servicio pesado, un deber que se realiza con desgano o por necesidad, es imposible que esto conviva con el gozo. Sin embargo, cuando contemplamos a Cristo no somos obligados a ir a la santidad, ni somos forzados a cumplir con un deber tedioso, no hermanos, como dice Charles Spurgeon: “Nuestra religión es nuestro recreo, nuestra esperanza es nuestra felicidad, nuestro deber es nuestro deleite” Porque Cristo es real, verdadero y eterno. Cuando alguien se te acerque y te diga mi religión, mi partido político, mi club me dictan cosas que debo hacer y otras que no debo hacer, nosotros debemos responder que nuestra devoción a Cristo contiene cosas que amamos hacer y también comprende cosas que odiamos (todo lo relacionado al pecado). Como dice Spurgeon: cuando el deleite se convierte en deber, entonces, ciertamente, el deber es deleite Cuando nuestro deber es ser felices, entonces debo ser un torpe pecador para alejarme de tan precioso gozo en Cristo.

Cuando experimentos esta dicha, este gozo abundante se transformará en descanso, no habrá más afán ni ansiedad, cuando vengas las pruebas estaré fortalecido, porque él gozo del Señor es nuestra fortaleza (Neh.8:10), podremos experimentar lo que vivieron Pablo y Silas en la cárcel, quienes cantaron himnos al Señor después de haberlos azotados severamente con varas y rasgados sus ropas ¿Qué habrán cantado? Siempre me imagino que cantaron un himno relacionado a las perfecciones de Dios, sobre lo maravilloso que es Dios, siempre pienso que es el himno Cuan Grande es él, aunque sé que no había sido escrito en aquella época, pero me los imagino entonando: “Mi corazón entona la canción, Cuan grande es él, Cuan Grande es él” Al igual que Esteban, sus ojos estaban puestos en Jesús y contemplaban su Gloria, al igual que María a los pies de Jesús experimentaban un adelanto del cielo, donde no habrá más afán o dolor, donde todo se centrará en él y estaremos plenamente satisfechos en él.

¿Está tu corazón inquieto, afanado y ansioso? ¿Está tu corazón reposando satisfecho en la obra de Cristo o reposa sobre tu propio desempeño? Agustín de Hipona dijo: “él nos hizo para sí, somos suyos, y nuestro corazón esta inquieto, hasta que descansa en él”

Ese es el lugar de nuestro corazón, la dirección espiritual de nuestro jubileo es estar en presencia del Siervo Rey Jesucristo.