Lucas 15

La parábola del Hijo pródigo debe ser una de las historias más conocidas de las Escrituras. Se han hecho cuadros hermosos como el de Rembrandt, poesía y hasta películas. Sin lugar a dudas, es un pasaje complejo de exponer debido a la cercanía que tenemos con la historia.

Muchas veces nos preguntamos qué nuevo aprendizaje podemos obtener de esta parábola, pero siempre la palabra de Dios nos sorprende. Cuando los discípulos en Mateo 13:10 se acercan al Señor y le preguntan ¿Por qué les hablas por parábolas? El respondió, por esto les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden. En muchas ocasiones el mensaje de las parábolas era muy claro, como es esta ocasión, pero Jesús nos demuestra la impactante ceguera de los fariseos ante su enseñanza. Esto era lo que verdaderamente odiaban: a Jesús y su doctrina.

Cristo presenta esta narración en presencia de publicanos y pecadores (Lucas 15:1). Los primeros eran odiados por el pueblo, eran quienes cobraban el impuesto y colocaban cargas económicas sobreexigentes en los hombros de los contribuyentes. Podemos imaginarnos las miradas recalcitrantes de los fariseos hacia el público del Señor. Era tanto el odio de los fariseos a los publicanos que defendían la idea de que mentir a un publicano no era pecado.

Entre los pecadores, habría vividores, prostitutas, alcohólicos, homosexuales, lujuriosos, una lista interminable, probablemente lo peor de la moralidad de la ciudad estaba ahí, y los fariseos le tenían un nombre a este tipo de personas, les llamaban: “los impíos”. La idea de impureza que los fariseos tenían de estas personas era tal, que, si uno de ellos trabajaba en su hogar y se detenía en sus labores, la casa era declarada inmunda, por esto contrataban a dos personas de esta clase para que sí uno de ellos necesitaba descansar la otra continuara su trabajo y la casa no fuese considerada inmunda.

En esta ocasión nuevamente observamos a los fariseos murmurar contra el Señor porque él recibía y comía con los pecadores (v.2). En medio Oriente esto era una señal de apoyo, Cristo estaba declarando con este acto que él estaba con este tipo de personas, que a él le importaban, que él vino a este mundo para estar y compartir con ellos. Esto es de escándalo para los fariseos, ellos se sorprendieron de que Jesús estuviera con este tipo de personas, pero a través de la narración Cristo les descubre que el Dios Padre de las Escrituras no sólo se sienta a comer con pecadores, sino que es un buscador amante de pecadores. Para entender mejor esta escena imagínate que los dos pastores de tu congregación, Alex y Esteban, están en el centro de Santiago en uno de los locales de “Dominó” comiendo con Sebastián Dávalos, Rolando Jiménez, los miembros del cartel del confort y Karadima. Y te acercas a ellos y te comentan que no sólo han compartido en esta ocasión, sino que se ha repetido en varias ocasiones ¿Qué pensarías? Bueno, esto es más o menos lo que está sucediendo en esta escena.

Bajo este escenario tan diverso el Señor nos narra tres parábolas con un solo hilo conductor, el Evangelio.

En la primera parábola observamos a un pastor en busca de su oveja perdida, una escena cotidiana para cualquier Israelita. En la segunda parábola el Señor incluye a las mujeres en el relato de la moneda perdida, probablemente mientras narraba esta parábola el Señor las observaba hablando a sus corazones. En ambas historias observamos que algo se pierde, en la primera, una oveja, un animal torpe y dócil que puede extraviarse en el campo, y en la segunda parábola la moneda es pérdida por la mujer. Sin embargo, en nuestra tercera enseñanza un hijo decide perderse.

Durante este sermón estaremos introduciendo algunas ideas de las primeras dos parábolas, pero ahora nos concentraremos exclusivamente en la parábola del Hijo pródigo, que, sin duda, debería ser bautizada de otra forma, y lo demostraremos a través de este sermón.

En Lucas 15:11 leemos que un hombre tenía dos hijos. Y el menor de ellos le pidió la herencia, y el Padre se la otorga. Aquí surge la primera pregunta ¿Cuándo se entrega una herencia? Cuando la persona dueña de los bienes fallece. Esta petición no es solamente un golpe al corazón tierno del Padre de la parábola, sino que nos muestra lo que el hijo piensa del Padre:

“No te necesito, eres un estorbo para mi vida, no deseo seguir a tu lado, aborrezco tu paternidad, dame lo que me corresponde”.

El hijo menor odiaba a su padre, para él toda la idea de bondad, misericordia y paciencia que rodeaba al Padre eran basura, quería verle muerto, sin embargo, posteriormente descubrimos que es el hijo quien cimienta su propia muerte espiritual.

El padre accede a esta petición. Entendamos que en oriente el honor lo es todo, que un hijo realice una petición así era un acto de vergüenza para la familia y de irrespeto total para el padre. Imaginémonos al padre levantando un cartel que dice “Se vende” sobre la tierra que representaba el patrimonio de años de trabajo de una familia, y los amigos del padre se acercan y le preguntan: ¿Por qué estas vendiendo tu propiedad? ¿Acaso estás loco? ¿Tu tierra representa parte de tu vida? El responde:  Mi hijo menor me ha pedido la parte de su herencia y se irá de casa. Imaginémonos la vergüenza para el padre y las murmuraciones que a sus espaldas se fabricaban.

El padre vende la tercera parte de sus bienes y se las da al hijo menor. Las otras dos terceras partes según la ley pertenecían al hijo mayor. ¿Por qué el padre deja ir al hijo menor? ¿Por qué no lo detiene? En Romanos 1:24,26 y 28 se nos dice que el juicio de Dios para los hombres es que ellos sigan su propio camino, sus propios deseos, entregándolos a la inmundicia, a la concupiscencia de sus corazones, a pasiones vergonzosas y a una mente reprobada, no hay mayor condenación que ser llevados por nuestra propia corrupción. ¿Por qué Dios hace esto? Para que en la oscuridad de nuestras tumbas el evangelio pueda resplandecer y ser apreciado por los escogidos de Dios.

En el verso 13 de Lucas 15 leemos lo siguiente acerca del hijo menor:

No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente”

El hijo menor no amaba al Padre ni a su hermano mayor, sólo a sí mismo y está presto a abandonar la casa que le cobijo por tantos años, los olores, imágenes y recuerdos ya no serán los mismos, todo eso queda atrás. ¿Por qué este hijo no vive su propia vida cerca del hogar del Padre? ¿Por qué debe irse lejos? Cuando las Universidades realizan los llamados “carretes” recurren a alejarse de la ciudad, en el caso de Santiago, Cartagena es uno de los destinos predilectos ¿Por qué? Están lejos de los ojos de un padre y una madre, lejos de toda autoridad, el desenfreno se hace presente y los dueños de sus vidas son ellos mismos.

Las obras de este joven eran malas, por eso no podía estar cerca de la luz del Padre, para que su condición no fuera descubierta, como si él fuese la moneda perdida no deseaba que la luz de la lámpara le alumbrara.

Muy lejos de la casa del Padre, geográfica y moralmente, desperdicia los bienes que se le habían dado ¿Cómo se desperdicia una fortuna? ¿Un legado de años de trabajo? ¿Millones y millones? Devaluando, despilfarrando, haciendo que el costo de los bienes no sea el original, sino un valor mucho menor. Nos podemos acordar de casos emblemáticos de famosos como los de Paul Gascoing o Whitney Houston quienes teniendo fortunas llegaron a vivir indigentemente.

Posteriormente sabemos que este hijo gasto la parte de su herencia en prostitutas, por lo que narra el hijo mayor más adelante, y finalmente según el verso 14 todo lo malgastó. Cada céntimo fue derrochado, no hay ahorros, fondo de pensiones, cuenta corriente, inversiones, no hay nada, y para colmo de males sobrevino una gran hambre y comenzó a faltarle, iniciando su vertiginoso declive, se cumple lo que dice Proverbios 13:25

“El justo come hasta saciar su alma; mas el vientre de los impíos tendrá necesidad”

Para poder sobrevivir, el hijo menor se arrima a uno de los ciudadanos de la ciudad, en el original dice que se “apego” como un molusco se pega a una piedra. Nuevamente se encuentra en una hacienda, pero ahora no es el hijo del hogar, ni siquiera es un criado, se le asigna la repugnante labor de criar a los cerdos. En aquel tiempo existía un proverbio dicho por los rabinos: “Maldita es la persona que apacienta cerdos”. Era una labor que no existía en el pueblo de Israel, porque Dios mismo designó a los cerdos como animales inmundos.

Deseaba llenar su vientre de las algarrobas que los cerdos consumían, este alimento ni siquiera era nutritivo para el ganado, sólo las personas en extrema pobreza consumían este tipo de alimento, pero él ni siquiera podía acceder a ellas. Aquí hay un detalle importante que destacar, si bien él estaba a cargo de cuidar de los cerdos, no se le permitía alimentarlos, esto nos dice que no poseía ningún tipo de confianza en sus empleadores, ni posibilidades de ascenso, no manejaba bienes de ningún tipo dentro de la hacienda, se encontraba en el último escalafón de los trabajos. Su posición como ser humano se había reducido a ser menor que la de los inmundos cerdos. Había una expresión judía en esta época sobre las algarrobas y se decía lo siguiente: “Cuando los Israelitas necesiten de las algarrobas volverán (a Dios)”.

Es en este punto de la historia cuando él recuerda la casa de su Padre, los aromas, las imágenes empiezan a florecer, su conciencia es removida, la locura lo abandona, al igual que Nabucodonosor en Babilonia, este hijo vuelve en sí y recuerda las bondades del Padre hacia los jornaleros, que siendo los trabajadores con menor remuneración tienen abundancia de pan, mientras que aquí nadie le ofrecía siquiera un vaso de agua o un trozo de pan, porque Babilonia no ofrece nada, todo lo quita. Las palabras, las caricias y los cuidados de su Padre vienen a su memoria.

El hijo hundido en el lodo pecaminoso, se dice a sí mismo:

“Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros.

El hijo perdido no necesito autorización de su patrón para volver a la casa de su Padre.

Como dice Charles Spurgeon:

“nosotros no necesitamos ni permiso ni licencia para renunciar al servicio del pecado y de Satanás, ni tampoco es un tema que requiera una consideración de un mes: en esta materia, la acción instantánea es la más certera sabiduría”

También dice:

“Yo quisiera que los pecadores aquí presentes rompieran su alianza con la muerte, y violaran su pacto con el infierno, escapando hacia Jesús para salvar sus vidas, pues Él recibe a todos los fugitivos que así lo hacen”

En este ensayo de arrepentimiento el hijo hace una lectura correcta de su condición sabe que ha pecado contra Dios y contra su Padre, reconoce que todas sus relaciones horizontales están mermadas porque su relación vertical con Dios está rota. Nos acordamos con esto de David cuando reconoce su pecado en el Salmo 51 iniciando su petición de perdón reconociendo que sólo contra Dios ha pecado y que si ha pecado contra él es natural que peque contra su familia, contra su prójimo y su nación. Ya no se considera digno de ser llamado hijo, sino que desea ser un jornalero.

Siempre asociamos a este hijo con la inmoralidad, sin embargo, en esta frase podemos ver escondida una moralidad. El desperdició toda la herencia que el Padre le había dado, recordemos que era una cantidad sustancial de dinero, de años y años de trabajo, el hijo piensa: Pediré perdón a mi padre, pero trabajaré duro, me esforzaré lo suficiente para poder devolverle todo lo que perdí. Un jornalero ganaba un denario al día, y ese pago equivalía a la comida de un día, por lo que resulta imposible que por sus propios medios él pueda pagar esta deuda a través de ese tipo de trabajo.

El hijo menor se levanta y va a su padre. Y el versículo 20 nos dice:

Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó”

El hijo se acerca al Padre y éste al hijo, cumpliéndose lo que dice Santiago 4:8.  El Padre al verle de lejos le identifica, y sus entrañas son removidas, mira la total miseria del hijo y esto le impulsa a correr. Esta semana hemos estado viendo como Usain Bolt gana medallas de oro por correr, no se cansa de hacerlo, Dios es el mejor corredor cuando se trata de perdonar, él nunca se cansará de hacerlo. Nos acercamos miserables pulgas al Dios Padre impulsados por el Espíritu Santo, sin embargo, sus zancadas son mucho mayor que las nuestras. Como se ha dicho desde este púlpito: Dios está más dispuesto en perdonar al ser humano, que el hombre en ser perdonado.

Imaginemos esta escena, un Padre envejecido corriendo, eso no lo hacen los ancianos, los jóvenes sí, pero este Dios perdonador está dispuesto a descubrir sus tobillos, está dispuesto poner la vergüenza del pecado sobre sí, con tal de que el pecador pueda acceder a las moradas celestiales, miren lo que dice Hebreos 12:2

puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio (vergüenza), y se sentó a la diestra del trono de Dios”

Él no se avergüenza de abrazar al pecador. Al llegar al hijo el Padre se echa sobre su cuello, y en el original dice que le besa efusivamente, no le importa el olor, no le importan los andrajosos vestidos que trae, su hijo ha regresado.

Éste recobra fuerza e inicia el discurso ensayado:

Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo. Pero el padre dijo a sus siervos…

El hijo no puede terminar su discurso, al parecer es interrumpido por el Padre, lo podemos ver en la inflexión del texto que nos dice “pero el Padre”. No era preciso que el hijo se transformara en jornalero, el Padre le restituye totalmente por pura Gracia, la idea de reponer lo perdido, lo cual era imposible, desaparece de la mente del hijo, es completamente aceptado en el seno del Padre y es amado.

El Padre manda a sacar el mejor vestido, no cualquiera, él de más honor, usualmente era una túnica larga, le restituye autoridad a través del anillo, tal cual Faraón se lo dio a José en Egipto y le da calzado, porque sólo los siervos estaban descalzos en la Hacienda, y él es Hijo, recibe Gracia abundante. Se da inicio a la fiesta por el regreso del hijo menor, el Padre manda a matar el becerro gordo, que sólo se ofrecía en ocasiones muy especiales, el hijo perdido se deleitará con carne en vez de las algarrobas de los cerdos, en vez de estar muerto ha revivido, ya no está perdido, ha sido encontrado.

En las parábolas anteriores, tanto la oveja, como la moneda son inconscientes de que han sido encontradas, el hijo perdido participa de la fiesta, es en honor a su regreso y a la Gracia  y perdón que el Padre ha desplegado.

El foco de la escena cambia en la narración, y ahora nos concentramos en el hijo mayor.

Aquí el Señor hace referencia a los fariseos presentes quienes eran los guardas de la ley, no solo trataban de poner todo su empeño en obedecerla, sino que añadían más normas de las prescritas, haciéndose justos bajo sus propios parámetros, y con esto pensaban que Dios estaba a su servicio y disposición, eran los hijos “obedientes”. Pero sus buenas obras obstaculizaban su camino hacia el Padre, delante de ellos tenían a Dios mismo, pero ellos creían que eran mejores que Jesús.

El hijo mayor inicia su regreso a casa al igual que el hijo menor, pero a diferencia de su hermano él lo hace luego de un largo día de obediencia a su Padre. Cuando ya está a pasos del hogar se encuentra ante algo nuevo: música y danzas. Los días habían sido grises para el Padre desde la partida de su hermano menor, esto es extraño, llama a uno de los criados y le pregunta que es lo que está aconteciendo: El criado le dice que su hermano menor ha vuelto y que su Padre ha hecho fiesta mandando a matar al becerro gordo.

El verso 28 dice que el hijo mayor se enoja, contra su Padre y su hermano, ni siquiera recibe toda la información sobre el regreso de su hermano, el criado no le cuenta cómo fue la reconciliación, no le cuenta de la maratónica carrera del Padre, no le cuenta del beso, del abrazo, de la túnica, del anillo ni del calzado, basto que sólo le dijeran que el becerro gordo se sirvió a la mesa por causa de su hermano para que su profunda ira se encendiera, no le interesaba saber cómo estaba su hermano o cómo estaba su Padre, no le interesaba saber la travesía del hijo menor, no deseaba conocer pormenores, sólo le interesa refunfuñar por la supuesta mala administración que su Padre tiene sobre los bienes, su concentración está en el becerro gordo, no en su familia, sus ojos están puestos en cómo están malgastando este animal en una fiesta sin sentido.

Dice el texto que no quiso entrar, se imaginan esta escena, probablemente los invitados a la fiesta vieron como el hijo menor se fue y avergonzó al Padre, ahora ven como el taimado y orgulloso hijo mayor no desea entrar a la casa del Padre avergonzando nuevamente al Padre. Y éste teniendo misericordia de él, al igual que con el hijo menor, le ruega entrar, extiende su mano a este hijo rebelde (Isaías 65:2), pero este a diferencia del anterior no hizo lo que se requería, no avanzo ni un solo milímetro hacia el Padre, sino que le da la espalda, aquí no hay una corrida de reconciliación, porque no hay arrepentimiento.

El hijo mayor responde al Padre:

“He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos”

Oye, Padre he trabajado como un esclavo para ti, mi obediencia ha sido perfecta, y no he obtenido nada a cambio. El hijo mayor no se diferencia mucho de su hermano menor, trata de controlar a su Padre mediante su irrestricta obediencia y le reclama por un cabrito, no para disfrutar con su familia que es lo que está sucediendo con el regreso de su hermano, sino con sus amigos, porque básicamente su familia no le importa, más bien para él tanto su Padre como su hermano son una vergüenza y los rechaza, los desconoce. Él le dice:

“Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo”

Ya no se reconoce como miembro de esta familia, ya no es más el hijo mayor, para él su hermano está muerto, negando la obra de Gracia que el Padre ha obrado sobre el hijo menor.

Finalmente, el Padre le dice:

Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas. Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado”

El hijo mayor siempre estaba al lado del Padre, sin embargo, no le consideraba. Cuando el Padre afirma que todas sus cosas le pertenecen al hijo mayor, es totalmente cierto, ya que la parte de la herencia que quedaba sólo le pertenece a él, por eso esta brutalmente enojado, todas las cosas que su hermano menor recibió incluyendo el becerro gordo le pertenecían a él.  La reconciliación entre el hijo menor y el Padre tuvo un costo, los bienes del hijo mayor. El padre le indica que era necesario, era imperativo, era obligatorio celebrar la vuelta del hijo menor, había revivido, fue hallado, la historia termina abruptamente sin saber si el hijo mayor finalmente entra o no a la fiesta.

¿Qué tiene que ver esta historia con el evangelio? ¿Qué relación existe entre estos dos hijos, el Padre y Jesucristo? ¿Qué tiene que ver esta historia contigo y conmigo?

Resulta que una de las misiones del hijo mayor era mantener unida a la familia, reconciliarla si era preciso, tenía la responsabilidad de ayudar a sus hermanos menores con su ejemplo en el servicio y amor hacia los Padres.

Los fariseos no fueron un verdadero ejemplo de hermano mayor, no guiaban a las ovejas al buen Pastor, no buscaban a las ovejas perdidas de Israel, no ligaban a la perniquebrada, ni fortalecían a la enferma, no iluminaban con la palabra a los perdidos, más bien eran piedras de tropiezo. Sus intenciones de guardar la ley eran imposibles de cumplir. Si ni aun los fariseos podían acceder al trono de la Gracia ¿Cómo podemos ser salvos? ¿Mediante nuestra moralidad? ¿Seguir nuestro propio corazón? ¿Una mezcla de ambas cosas? Ambos tipos de personas, los morales e inmorales necesitan un Salvador.

El Señor nos dijo:

  • No he venido a abrogar la ley, sino a cumplirla (Mateo 5:17)
  • No he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento. (Mateo 9:13)
  • Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia (Juan 10:10)

Es en Cristo en donde el pecador moral e inmoral puede refugiarse, porque él es el unigénito Hijo de Dios, él es el tercer hijo de esta historia, él es nuestro amado hermano mayor, quien se ofreció a sí mismo para reconciliarnos con el Padre.

Como dice Romanos 5:11:

“…en él hemos recibido reconciliación

Él es el Pastor que nos lleva a los pastos del Padre, él es la luz que nos encuentra cuando estamos perdidos en nuestra propia oscuridad, él es el verdadero motivo de danzas y gritos de júbilo.

El precio de esta reconciliación no fue barata, le costó su muerte, le costó su sangre, le costó la cruz, le costó su herencia, su posición en el cielo, pero él es bueno, él quiso compartirla y darla gratuitamente a pecadores abandonados al pecado, él quiso por su buena voluntad salvarte de pura Gracia y no por tus buenas obras.

  • El que seas abrazado por Dios Padre le costó la vida al verdadero hijo de Dios
  • El que tu recibas la túnica de colores, es porque nuestro Señor quedo desnudo y echaron suerte sobre sus ropas
  • El que tu hayas recibido el anillo es porque a Jesús le clavaron sus manos
  • El que hayas recibido calzado en tus pies es porque le pusieron una corona de espinas, lo azotarán y lo alzarán en una Cruz por nuestros pecados
  • El que disfrutes el becerro engordado es porque Cristo bebió vinagre, y por sobre todo porque bebió la copa de la ira de Dios.

Él es el primogénito entre muchos hermanos (Romanos 8:29), él nos hizo parte de su herencia, él dio su vida cuando aún éramos débiles, para que seamos transformados a su imagen y ser imitadores suyos. ¡Que maravillosa Gracia!

¿Qué lecciones podemos aprender de esta parábola?

  1. El ser humano se puede perder de diferentes formas:

En una vida inmoral y depravada, desperdiciando cada misericordia de Dios y atesorando ira para el día de la ira o viviendo una moral, creyendo ser aceptados por su obediencia. Algunos quieren ser sus propios dioses, controlar sus propias vidas, otros a través de su obediencia quieren controlar a Dios, sólo desean sus beneficios, cómo las personas que seguían a Jesús en Juan 6 (lo estudiamos la semana pasada), sólo anhelaban la comida que les daba, pero no le amaban a él. Los hombres pueden perderse en el lodazal de los vicios o detrás de un púlpito.

2. Tengamos un verdadero concepto del evangelio y de la Gracia:

No somos aceptados por nuestra obediencia, más bien, en primer lugar, soy aceptado por medio de Cristo y luego puedo obedecer porque soy una nueva criatura. Puedo deleitarme en su ley, porque mi corazón ha sido transformado, el verdadero problema ha sido resuelto. El evangelio consiste en depositar mi Fe en la obra de Jesucristo en que pagó el precio de mis pecados y acercarme a Dios en arrepentimiento.

Debemos entender hermanos que la Gracia que Dios nos ha dado es extraordinaria y prodigiosa, pero es antinatural para nosotros hombres que aún estamos en presencia del pecado. ¿Cómo profundizar nuestro entendimiento? Como dice Pablo ya conocemos la Gracia de Dios que siendo rico se hizo pobre, para que nosotros de esa pobreza seamos enriquecidos (2 Corintios 8:9). Ahora es nuestro deber correr hacia ella continuamente, como dice Hebreos 12:5 que en nuestros corazones no haya amargura y estorbe nuestro camino hacia la maravillosa Gracia de Dios, esforcémonos en ella, como Pablo manda a Timoteo, que cada paso que damos de obediencia se la adjudiquemos a la obra del Espíritu Santo en nosotros, y que nosotros con temor y temblor cuidemos lo que nos ha sido dado, siendo buenos administradores de su Gracia.

3. Autoexaminémonos:

Amado si te enojas cuando la vida no va bien, si reclamas constantemente a Dios porque no te bendice, si constantemente estás diciendo: “yo no soy como ellos y me tratas así”, si no hay intimidad ni contemplación de Dios, si condenas a los demás, si en ti hay celos, si eres como Jonás enojado porque hombres de Nínive se arrepienten, déjame decirte que estás tan cerca del infierno como lo están aquellos que se han ido tras los dioses de su propia imaginación. Corre a los pies del Señor.

Amados debemos arrepentirnos también de nuestras buenas obras que no son para la Gloria de nuestro Dios, no sólo de nuestros pecados más evidentes, sino de nuestras propias autojusticias, seamos fugitivos de todo tipo de pecados.

4. Experimentemos gozo continuo en nuestras vidas por la salvación y los salvados:

La fuente de nuestro gozo es Dios, su perdón y Gracia, y estos elementos no cambian, son invariables. No son nuestros logros, intelecto, conocimiento ni buenas obras la base de nuestra alegría.

Si miramos Ezequiel 18 nos dice que Dios no desea la muerte del impío, sino que este se arrepienta. Las tres parábolas nos indican que la fuente del gozo no proviene de los pecadores mismos, sino que dice que hay gozo cuando un pecador se arrepiente, cuando estos reconocen su condición y le dan la vuelta al pecado y corren hacia los brazos del Padre. Y nuestra celebración debe ser como la de Dios:

Jehová está en medio de ti, poderoso, él salvará; se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cánticos. Sofonías 3:17

Dios mismo, los ángeles y todo el cielo celebran el arrepentimiento de un pecador, cantan, gritan de júbilo, es difícil imaginarnos a Dios de esta forma, pero su Palabra es real y nos muestra a un Dios gozoso porque su Hijo Jesucristo ha traído a otra oveja al redil, porque su barca ha llegado una vez más a puerto con uno más de sus discípulos ¿Cómo no gozarnos de esta forma? ¿Cómo no expresar nuestro gozo con cantos de júbilo? Alegrémonos en él, porque ha hecho maravillas.

5. Siendo imitadores de nuestro hermano mayor:

Cristo es nuestro hermano mayor, el verdadero José de la historia que vino a reconciliarnos con el Padre. ¿Cuál es tu misión hermano? ¿Cuál es nuestra misión como Iglesia?

Miren lo que dice 2 Corintios 5:18 – 19

Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación

Nosotros ahora creyentes todos tenemos la misión de traer a nuestros hermanos menores por medio de Cristo a Dios Padre. Anunciar que en la casa de nuestro Padre muchas moradas hay, que aún hay lugar para los perdidos, que aún hay espacio en la familia de Fe.

Vengan todos los que están cansados y cargados, dice el Señor, que él nos hará descansar, él nos llevará sobre sus hombros de regreso a la casa del Padre, él nos curará y celebraremos eternamente su obra.